Mostrando entradas con la etiqueta Relatos. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Relatos. Mostrar todas las entradas

martes, noviembre 29

La vecina en bragas...

Tendedero

Hace unos días, en el patio, mientras tendía la colada, vi a la vecina de enfrente tendiendo también. Vestía una camiseta de manga larga y unas bragas. Y sonrió al saludarme.

Me dió mucha alegría al verla así.

Sí. Sé que dicho así queda un poco "extraño"  pero... dejad que os explique.

Mi vecina tenía un marido que era muy fascista y muy borracho. No sabría decir si era más de lo primero que de lo segundo, o viceversa. Pero de ambas cosas era bastante. Supongo que ella no llevaría especialmente mal que fuera muy fascista, y le incomodaría más que fuera muy borracho. Mi caso era el opuesto. Me molestaba más por fascista. Claro, que no era yo el que esperaba en casa, para verlo entrar como un pelele ridículo harto de copas. Yo sólo sabía que al otro lado del muro, en el piso contiguo, dormía un fascista que, por cuestiones que no vienen al caso, además tenía licencia de armas. Eso era lo que más me inquietaba.

La parca no entiende de ideologías. Así que un buen día, mi vecino el fascista borracho, murió. Y la causa no fue muy original dada su afición desmedida por la bebida: una cirrosis fulminante. De esto hace ya una decena de años.

Ella quedó muy afectada con su muerte. A veces nos acostumbramos a las personas y cuando faltan, es como si se hundiera nuestro mundo. Aunque racionalmente, no los echemos de menos en absoluto, simplemente porque nos hemos acostumbrado a su presencia, como te acostumbras a leer mientras estás sentado en el retrete, o a meterte el dedo en la nariz durante los atascos.

En otras ocasiones el motivo de esa afectación es más trágico aún: "eres mi vida, no podría vivir sin ti"... y resulta que es verdad, que esas personas deciden no ser ya un ser vivo autónomo, sino un organismos dependientes de otro. Esto último es más lamentable aún, aunque esa dependencia sea por amor.

No sé si ella lo echó de menos, ni siquiera tengo la certeza de que él fuera "su vida"... Pero os aseguro que la muerte de su marido le desgarró el alma durante demasiado tiempo.

Eras mi vida....

Así, comenzó a apagarse, lentamente. Yo, al verla, siempre pensaba: "ahora que tiene motivos para vivir, sin que nadie le amargue la vida..." Pero no. Como dirían las personas mayores "se dejó": no cuidaba su aspecto, no se arreglaba, siempre con un chándal oscuro, encerrada en sí misma....

Hace unos días, en el patio, mientras tendía la colada, vi a la vecina de enfrente tendiendo también. Vestía una camiseta de manga larga y unas bragas. Y sonrió al saludarme.

Me dió mucha alegría de verla así... hasta que la vi colgar unos calzoncillos boxer de hombre.

Está bien que mi vecina vuelva a ser feliz. De verdad que me alegro, Y me gusta que se sienta amada y deseada de nuevo. Pero no me gustaría que pensara que "no puede vivir sin él".

Esta vez no, vecina. Puedes vivir, colgando calzoncillos o sin colgarlos... pero recuerda que no eres parte de nadie.

lunes, marzo 19

Indicios Vehementes

El niño del columpio


Sus sospechas se confirmaron aquel 19 de Marzo en que su hijo regaló al vecino un dibujo hecho en el colegio con motivo del Día del Padre. En aquel folio se veía a un hombre y un niño, cogidos de la mano. Debajo una frase rotunda: "Felicidades Papi"


 Autor: Landahlauts

lunes, septiembre 19

La apasionante vida del superhéroe

Desde fuera, la vida de un superhéroe parece apasionante: luchas contra los malos, defiendes a los débiles de la injusticia, colaboras para que siempre brille la verdad y la bondad. Y además eres el héroe de la sociedad, y un referente para los niños que te aplauden entusiasmados cada vez que te ven....

Spiderman

La realidad es tan distinta: ando siempre por malolientes callejones, dándome de hostias con unos tipos contra los que no tengo nada. Los indefensos no tienen interés en que los defienda. La justicia y la bondad parecen no existir. Soy el supuesto héroe de unos gilipollas que están el día entero amodorrados en el sillón frente a la tele y a los que, lo único que interesa de mi, son los supuestos escándalos de mi vida sentimental . Mientras tanto, sus hijos me gritan maricón y lanzan piedras cuando me descubren saltando de azotea en azotea... Claro que ayuda a esto último esa estúpida malla roja que, por contrato, estoy obligado a vestir en el desempeño de mis funciones y con la que yo mismo me siento ridículo.

Y para colmo está la cuestión económica: antes recibía, periódicamente, una suculenta gratificación procedente de los fondos reservados de la Policía Local. Ahora... tengo pendiente de cobrar la gratificación de los últimos catorce meses ("no hay dinero, si quiere, vuelva usted el jueves"). Sumen a esto el tema de la reducción de jornada: ya sólo ejerzo de superhéroe desde las 23:30 hasta las 04:00 hrs. En el culmen de los despropósitos, también me han suprimido los complementos de nocturnidad y peligrosidad ("si tiene interés, se los podemos abonar en compensación horaria").

"Si tiene interés".... la madre que los parió...

Y ahí estoy yo, en mitad de la calle Larios dejando que los niños me den unas monedas por hacernos unas fotos juntos y por entregarles un globito con forma de espada o de flor. Algunos de esos pequeños diablos, incluso, dudan que yo sea el que parezco ser: "Mi papá dice que tú eres Spiderman, pero yo sé que en realidad eres un borracho fracasado con disfraz.." (suelen acompañar esta frase de una dolorosísima patada en las espinillas, si son pequeños, o en los genitales si son más grandecitos).

Desde fuera parece apasionante la vida de un superhéroe pero, créanme.... esto, ni es vida... ni es ná...


domingo, febrero 13

Aquilone y Lua

Desde pequeña a Aquilone le dijeron que había que luchar para conseguir los sueños: "no desfallezcas, no te rindas, jamás, no hay sueño inalcanzable si te esfuerzas verdaderamente por alcanzarlo". También le enseñaron que para ser verdaderamente libre no hay que tener prejuicios con respecto a lo que te rodea: "los prejuicios de los demás son nuestras cadenas".  Jamás olvidó esas enseñanzas.

Aquilone llevaba algún tiempo enamorada de Lua, en secreto, sin ser correspondida. Cuando Lua la veía, se mostraba distante, fría, inalcanzable. Entonces, ella trataba de llamar su atención. Y lo hacía del modo que mejor sabía hacerlo... bailando. Aquilone bailaba para Lua hasta desfallecer agitando elegantemente sus más vivos colores.

Nada, sólo recibía indiferencia.

Así que, aquella tarde, cuando Aquilone la vió de nuevo, tomó una determinación lárgamente meditada. Comenzó a bailar como jamás lo había hecho y, mientras bailaba, su vuelo iba cada vez más y más alto. Cuando notó que las ataduras que la retenían a la tierra no eran lo suficientemente largas como para llegar a Lua... dió un quiebro brusco y las rompió. Y voló, Aquilone voló como jamás lo había hecho. Subió tanto que acabó perdiéndose en lo más alto del cielo.

Aquilone y Lua
No he vuelto a ver a Aquilone desde que, aquella tarde, rompió la cuerda y voló hasta perderse en una tarde azul de invierno. Mi hija decía que Aquilone, nuestra cometa, volaba en dirección a la Luna. ¡Qué tontería! ¿Cómo va a volar una cometa hasta la luna?

Lo cierto es que, algunas noches que miro la luna llena, creo percibir algún que otro reflejo de color que antes no tenía...  Mi hija también los ve. Y dice que es porque Aquilone está feliz, con Lua.

Fotografía: Aquilone y Lua

lunes, diciembre 27

Rudolph, El Reno de la Nariz Roja

Nota Previa: Esta entrada es continuación de otra titulada Niños, hay una sorpresa debajo del árbol... Quizás, antes de leer esta,  deberías de leer la anterior (hazlo pulsando aquí).

Mr. Claus


Crónica de una mañana de Navidad: 26 de Diciembre a las 13:00 hrs.
He dormido poco y mal: tengo que reconocer que lo sucedido logró alterar mis nervios y el resto de la noche lo he pasado metido en la cama pero sin lograr conciliar apenas el sueño. Tan sólo durante quince o veinte minutos, a eso de las siete de la mañana, mis párpados cayeron vencidos por la fatiga.

Ya después, aunque despierto, no tenía el valor suficiente para levantarme e ir al comedor. Eran las ocho y cuarto cuando los niños empezaron a cuchichear entre ellos. Al poco los oí corretear por el pasillo, camino del comedor. En contra de lo que cabía esperar, sus exclamaciones no fueron distintas de las que habíamos escuchado en años anteriores, en un día como hoy, con los regalos de Santa Claus en el salón: los niños hablaban entre si nerviosos, pero contentos. y se les oía romper papel de regalo. También se escuchó la voz mecánica de una muñeca: "¿Quieres jugar conmigo?". Decidí levantarme y ver qué ocurría allí.

Nada. No ocurría nada distinto de lo que, por el sonido, cabría imaginar. El árbol, aquel árbol donde dejé agonizando a aquel pobre desgraciado, no tenía nada extraño debajo... algunos regalos sin abrir, papel de regalo arrugado y.... nada más. No había rastro del gordo vestido de rojo. Ni de su estúpido reno.

Respiré alividado. ¿Habría sido todo una terrible pesadilla? Quizás el exceso de comida y de bebida me habia provocado esa terrible y cruel ensoñación. Sí, sin duda fue eso. Cuando quedé convencido de mi explicación, en ese justo momento, el día amaneció realmente para mi: cambió la luz, las risas y los juegos de los niños comenzaron a ser el más dulce de los sonidos, me gustaba escuchar los villancicos que sonaban de fondo y... me sentí feliz. Feliz y alividado.

Los niños comenzaron a mostrarme los juguetes que Santa Claus les había traído. Fui al trastero a por unas pilas y un destornillador, para montar el Garaje Hot Wheels del pequeño. Al volver, mi hija me esperaba con un paquete en la mano:

- Mira, papi, Santa Claus también ha dejado un regalo para ti...

Era un pequeño paquete, de unos veinte centímetros de largo por nueve de ancho, más pesado de lo que podía esperarse por sus dimensiones. Rompí el papel de regalo sin reparar demasiado en él. Reconocí el contenido en cuanto empezó a quedar liberado del papel que lo envolvía. Sin embargo, leí la etiqueta para asegurarme: "25 Cartuchos - Calibre 9 mm. (largo) para pistola automática - 25 Automatic Cartridge Pistol". Era una caja de munición para mi Llama 380 automática de 9 milímetros, esa que me habían echado los Reyes Magos el año pasado y que, en ese maldito sueño de la noche pasada, yo había usado contra el intruso del salón. Un sudor frío empezó a recorrer mi espalda... un sudor que se transformó en un profundo malestar cuando me fijé en el papel que envolvía la caja de munición. Era un papel blanco, con unos dibujos estampado en un rojo muy brillante. Los dibujos, no me cabía duda, eran huellas de la pezuña de un animal, estampadas de modo asimétrico... en rojo, sobre un fondo blanco. Eran marcas de pezuña de reno. El gordo vestido de rojo y el estúpido animal que le acompañaba me estaban mandando una señal, un aviso...

De fondo, sonaba una alegre música navideña... era Rudolph The Red-Nosed Reindeer. Aquel sonido retumbaba en mis oídos como la más burlona y malvadas de las risas. Notaba la sangre bullir impetuosa por las venas y los capilares de mi cabeza, intentando reventar mis sienes. Presentía que, en unos instantes, mi cabeza iba a explotar. Cogí la caja de munición que me había traído Santa Claus, acto seguido fui a la mesita de noche a por la pistola que me habían regalado los Reyes Magos y, con ambas cosas... me dirigí al cuarto de baño. Cerré la puerta tras de mi y eché el pestillo.

Sonó un disparo... mi presentimiento se había cumplido.

Fotografía: Mr. Santa

sábado, diciembre 25

Niños, hay una sorpresa debajo del árbol...

Navidad Hortera

Crónica de urgencia de un 25 de Diciembre a las 4:13 A.M.

Estaba recién acostado, después de la cena de Nochebuena. Ya casi vencido por el sueño, un ruido extraño me ha hecho saltar de la cama... Instintivamente he buscado en la mesita de noche la "Llama 380 automática" de 9 milímetros que me echaron los Reyes Magos el año pasado. He salido  con ella al pasillo, descalzo, sin ropa, aún medio adormilado... de pronto una sombra se ha movido rápidamente entre los sillones del comedor y he disparado... una... dos... tres veces...

Ahora hay un tipo gordo, con un extraño atuendo rojo y blanco, desangrándose junto a mi árbol de Navidad, masculla algo entre dientes... y hay también un reno tembloroso junto al él, lamiendo su barba blanca...

Debería llamar al 091, pero no son horas: la casa se llenaría de policía, el juez vendría para el levantamiento del cadáver, luego los de la funeraria, me llevarían a comisaría a prestar declaración, la protectora de animales se personaría para retirar al reno, tendría que dar un montón de explicaciones  convincentes y firmar muchos papeles... No, mejor dejarlo todo tal cual. Ir a la cama y... mañana será otro día. De todos modos no creo que este pobre gordo dure mucho.

El único inconveniente es que... "la sorpresa" que ahora hay debajo del árbol de Navidad no es la que mis hijos esperan encontrar cuando, esos dos diablillos, se despierten ilusionados al amanecer... Eso es seguro.

Nota: continúa aquí

Fotografía: Navidad Hortera
Autor: Landahlauts

viernes, octubre 8

Crónica de una muerte anunciada

En condiciones normales, a estas alturas de año la producción tendría que estar situada en niveles máximos. Las cadenas de montaje y ensamblado deberían estar funcionando de día y  de noche en tres turnos continuados de ocho horas cada uno, durante siete días a la semana. Los pedidos deberían de amontonarse, uno tras otro,  en espera de ser preparados, facturados y enviados. Así sin parar, hasta finales de diciembre

Y, aunque las previsiones eran desde principios de año poco halagüeñas, por su cabeza jamás pudo pasar que llegaran a ser tan, tan negativas. Quizás por eso no ha reaccionado nada bien. Desde hace un mes, más o menos, Nicolás empezó a mostrar un caracter agrio, se negaba a levantarse de la cama por las mañanas, dormía hasta las dos de la tarde... y cuando hacía, dedicaba el tiempo a beber vodka hasta desfallecer. Pero lo peor estaba aún por llegar: hace tres semanas sus asesores le indicaron la conveniencia de no contratar personal eventual y deshacerse de buena parte de la plantilla: "al menos, un cincuenta por ciento" le dijeron. El día en que comunicó la reestructuración a Rodolfo, buen amigo (hasta entonces) y presidente del comité de empresa, se armó un follón terrible. Las voces se podían oir hasta en los almacenes, se faltaron al respeto y, hay quien dice, que llegaron a las manos. A raíz de aquello no ha sido raro verlo solo, deambulando borracho por la fábrica, cubierto de suciedad y apestando a vómitos y orines, mietras trataba de "mantener una conversación" de contenido filosófico con un descomunal oso de peluche.

Hace una semana su hija aprovechó el malestar reinante: tomó el poder del emporio y la dirección del Consejo de Administración. Entre las primeras medidas tomadas por el nuevo Consejo se encontraban la de confirmar a los sindicatos el Expediente de Regulación de Empleo y... el envío de un burofax. El destinatario de aquel burofax no era otro que su propio padre, el fundador de la compañía,  en él se le informaba de que su vinculación laboral con la empresa cesaba de forma inmediata "por su bajo rendimiento, así como por las reiteradas e injustificadas faltas de asistencia al trabajo". Aseguraban que "su actitud negativa les había forzado a tomar la determinación irrevocable de despedirlo, no sin agradecerle los servicios prestados", y ofreciéndole un finiquito liquidación de 8.253'63 euros en concepto de indemnización máxima, a razón de 45 días por año trabajado, junto con 788'07 euros netos "en concepto de liquidación, saldo, finiquito y nómina".

Coincidiendo con el despido de Nicolás, Rodolfo pasaba a tener un cargo de confianza como adjunto a la gerencia: jamás volvería a verse dirigiendo su pequeño departamento, de siete subordinados, con los  que atendía las labores de reparto por esos mundos de dios... Dasher pasaba a ocupar el puesto que, hasta este momento, había ostentado Rodolfo.

Hoy no lo habían visto durante todo el día. Nadie sabía de él y, lo que es peor, a nadie echaba de menos su ausencia, ni siquiera su esposa (se hacian conjeturas sobre una posible ruptura de la pareja, y así lo había publicado algún tabloide inglés). Y, esta tarde, uno de los vigilantes lo encontró en los bloques de pisos abandonados, esos que eran el hogar de muchos de los trabajadores despedidos y que ahora se encontraban deshabitados. "Hay un vagabundo aquí, en el bloque C. Está muerto, colgado de una cuerda"

Santa Claus e' morto

A pesar del terrible suceso, el suicido de Nicolás, la actividad en la factoría no se ha visto seriamente afectada. Por parte del Consejo de Administración, se han mandado unas flores al tanatorio y un telegrama de pésame a la Sra. de Claus, ahora viuda de Claus. Su hija no ha querido hacer declaraciones, aunque fuentes cercanas a su secretaría particular aseguran que no será ella la persona designada por el consejo de administración para representar a la compañía en las honras fúnebres.

La actividad sigue en la gigantesca factoría de juguetes fundada por Santa Claus y situada en la Laponia Finlandesa. A pesar de la crisis y a pesar de la muerte del Sr. Claus....


martes, septiembre 21

Remembranza

El árbol del arroyo
Una vez morí. Fue de pequeño, al salir de clase. Mi colegio olía a nuevo, lo habían construido en la vega y tenía nombre de emperatriz (porque mi ciudad "dió a Francia su última Emperatriz").

Yo no nunca fui travieso, era más bien un repelente niño aplicado, pero aquel camino hasta casa invitaba a la aventura. Discurría entre frutales, acequias, sembrados de soja, un viejo molino abandonado y una vía del tren que supuestamente, debíamos cruzar por un túnel peatonal. Aquella vía estaba prohibida, y más aún desde que el TER Sevilla-Granada arrolló a José Manuel, un compañero del cole. Quizás por esa prohibición y por lo ocurrido, a todos nos encantaba cruzar por allí. Siempre que lo hacíamos cumplíamos una curiosa ceremonia: la de mear en las vías. Eso si, tenía su procedimiento: había que hacerlo justo entre los dos raíles y dando la espalda al sentido del TER Sevilla-Granada. Era una mezcla de venganza y desprecio por lo que aquel maldito cabrón había hecho a José Manuel.

Un día, al salir de clase, visité el molino abandonado, mi lugar favorito. Era octubre y el gigantesco nogal del patio exhibía arrogante sus frutos. Solté la cartera en el suelo y trepé por su tronco. Poco a poco fui llenando mis bolsillos de nueces. Estaba a punto de bajar cuando, al poner el pie en una rama, inexplicablemente resbalé y caí desde arriba.

Cuando abrí los ojos estaba en el suelo, bajo el nogal, tumbado junto a la cartera con una postura extraña. La luz era distinta, y el sol había cambiado de posición. A vosotros os lo puedo decir: creo que aquel nogal me había castigado por robar sus nueces. Al llegar a casa tuve que dar alguna explicación por mi retraso y la ropa sucia. Mentí.

Borré lo sucedido de mi memoria, hasta hace unos pocos años.  Ese día  el recuerdo brotó al ver un nogal, en otro lugar, a muchos kilómetros de mi colegio. Me acerqué y le dije, en voz baja: "hace tiempo conocí a uno como tú, un hijoputa que quiso acabar conmigo". Busqué mis llaves y, con la punta, escribí sobre el tronco del nogal: "yo morí, una vez... pero aquí sigo".

Música recomendada: Bad Boy - Alexandra Burke

viernes, agosto 13

Como se come en casa...

"El lunes te invito a comer fuera: es un restaurante con comida internacional, de esa que te gusta..."

Y, es cierto, me encanta la comida internacional. Aquella iniciativa suya me sorprendió por lo poco habitual. Además, la idea de abandonar por un día la rutina de preparar comida, recoger la cocina, fregar los platos y los vasos... es algo que seduce a cualquiera.

Eso de llegar un día, de modo excepcional, y sentarse a la mesa rodeado de un ambiente apacible, elegir una comida suculenta de una carta extensa, acompañarla de un buen Bordeaux tinto, disfrutar de la experiencia sin prisa... Y, como punto final, compartir en la sobremesa un rato de tranquila conversación entre unas humeantes tazas de café y una copa de buen un buen brandy de Jerez...

Así que el lunes nos arreglamos para salir (yo más que tú) y cogimos el coche. Era temprano,  eso llamó mi atención, pero... no quería reventar tu sorpresa y por eso no pregunté... "seguramente el restaurante está lejos y por eso salimos tan pronto"... pensé.

Comida internacional


IKEA Málaga - Menú Sueco
2 lonchas de salmón marinado
10 Albóndigas suecas con una patata asada
1 porción de tarta de almendras
1 refresco y 1 café en sendos vasos de cartón
8'95 Euros (IVA incluido)

¿La sobremesa? ¿qué sobremesa?. No hubo. La tarde transcurrió empujando un carrito y tratando de seguir, como un borrego, el rastro de unas flechas blancas que indicaban el camino para no perderte en un almacén inmenso de muebles. A las diez y cuarto de la noche, después de soportar unas colas interminables en las cajas, salimos de IKEA "Målågå". Necesitamos dios y ayuda para poder acoplar todas aquellas cajas en el coche. Entre el camino de vuelta a casa y el tiempo necesario para descargar todo aquello... se nos fueron más de tres horas. Catorce horas fuera de casa. No cené: bastante tenía con las 10 albóndigas suecas que, periódicamente, me recordaban que estaban en mi estómago... sin digerir, intentando salir por el mismo lugar que habían entrado. Creo que fue el eneldo... que siempre se me repite y me sienta fatal.

Y hoy, viernes, han transcurrido cuatro días pero sigo aquí... en casa, enclaustrado, montando muebles del IKEA. En este preciso momento estoy tratando de interpretar, de un modo comprensible, los planos de montaje del armario DOMBÅS: un funcional armario diseñado en Suecia y fabricado en materiales reciclables y con unas medidas de 140 cm de ancho, 51 cm de fondo, una altura de 181 cm y capaz de  soportar un peso máximo por balda de 15 kg. Funcional, bonito y relativamente barato: costó 79,90 euros y, creo, que también una hernia discal lumbar (aún estoy pendiente del resultado de la resonancia magnética).

Ni que decir tiene que he dejado de sentirme atraído por la cocina internacional: he aborrecido el salmón, detesto las albóndigas y me salen ronchas con el eneldo. Y aún no sé como reaccionaré el día que me tropiece en las escaleras con Lars Erik, mi vecino sueco del quinto (afortunadamente estos días está con su madre en Estocolmo)...

Esta visto que, como se come en casa, no se come en ningún sitio.

martes, junio 1

Siete

«En casa nunca fuimos religiosos. Quizás por eso, a mi madre le resultó muy extraño que, su mocoso de siete años, pasara tantas horas leyendo la Biblia. Pero aquella extrañeza se transformó en verdadera preocupación cuando comprobó que no leía el 'Nuevo Testamento', ni el 'Génesis', ni los 'Hechos de los Apóstoles'...  
No. El pequeño Landahlauts sólo leía uno de los libros de la Biblia. Sólo uno. Siempre el mismo. Una y otra vez.

Lecturas infantiles
Lecturas Infantiles

Era el 'Apocalipsis'. Siempre me resultó fascinante. Y aún hoy lo sigo leyendo de vez en cuando, con aquella fascinación infantil: los siete sellos, las siete trompetas, las siete copas...


Por cierto... ¿Imagináis cuál es mi número favorito?


Habéis acertado...»
(Párrafo extraído del borrador de
las Memorias de Landahlauts)


Música Recomendada: 7 - Prince

sábado, mayo 29

Pedrito, el Periquito

Los niños querían un pájaro, un periquito. No me preguntéis el motivo. Jamás he entendido muy bien el gusto por tener una mascota. Y menos aún un periquito: un pobre animal enjaulado, cuya única actividad es comer y "hacer caquita" día tras día hasta que la muerte lo libere...

Pero, ya se sabe, ellos mandan. El día en que, harto de oírlos, fui a la pajarería, sucedió algo muy curioso. Casi en la puerta un chaval llamó mi atención:

- Oye, ¿qué buscas? ¿algún animalillo para los niños?
- Sí, un periquito.
- Ven, acompáñame, aquí en el maletero tengo algo que te puede interesar.

Me llevó su coche y, de una caja de cartón que había en el maletero, sacó un pájaro que me mostró discretamente.

- Cien euros y es tuyo. Es un periquito de una variedad poco común. Muy cariñoso y alegre con los niños. Verás que buenos ratos pasan con él.

Yo, que no entiendo de pájaros, apenas lo pensé. Y acepté. Me daba pereza entrar a la pajarería... con ese ruido ensordecedor de pájaros, y decidir qué periquito me llevaba... Esto era más sencillo.

El caso es que los meses han ido pasando. A fuerza de tratarlo nos hemos dado cuenta de que Pedrito (ese nombre le pusieron los niños) tiene sus particularidades. No come semillas, como sería de esperar en un periquito. Además, tiene un gusto muy personal... le gustan....
Aquila Chryseatos - Águila Real
... las palomas. Puede comerse una al día. Lo más curioso es que las caza él mismo, con lo cual está liberando al barrio de esas molestas ratas con alas y a nosotros del engorro que supone estar pendiente de su alimento. Además, Pedrito, ha crecido más de lo que es habitual en los periquitos. Así que tuvimos que desechar la jaula. Vive en el balcón, entra y sale de casa cuando le parece.

Cariñoso no es, la verdad. Pero esto se compensa con su autosuficiencia:  es tan distinto de uno de esos  periquitos corrientes cuya vida depende de que te acuerdes o no de reponerles el agua y la comida.

Estamos encantados con Pedrito.

jueves, mayo 27

Vivir con miedo

Hay un vecino nuevo en el tercero. Y, la verdad es que no sé cómo decirlo, pero... me da miedo. Hasta ahora me había cruzado un par de veces con él en la escalera y... nada, un tipo normal y corriente. Tiene la particularidad de que nunca saluda a los demás, sospecho que es un tipo encerrado en si mismo (quizás porque no domine el idioma). Pero eso no me molesta en absoluto, me da igual.

Sin embargo el otro día me lo encontré de sopetón: bajaba en el ascensor y, cuando la puerta se abrió, allí estaba él. Me dió un susto de muerte y no alcanzo a comprender muy bien el motivo. Quizás influyó algo su atuendo: llevaba ropas de trabajo y estaban un poco sucias. Es una reacción absurda, lo sé, solo es un tipo corriente que vuelve a casa de trabajar.

Pero desde entonces vivo aterrado, temiendo que vuelva a encontrarlo en la escalera. Tanto que llevo varios días sin salir a la calle, sin pisar el rellano siquiera.

Hasta esta tarde.

Esta tarde me armé de valor y decidí salir a su encuentro. Tenía el convencimiento de que me lo encontraría, porque era la hora habitual en que él regresa a casa. Y así ha pasado, me lo he econtrado en la escalera, vestido con su ropa de trabajo... Hoy algo fue distinto: al verme abrió la boca (pensé que con intención de saludarme, aunque no llegó a articular palabra).

Todo formaba parte de un plan: mi idea era forzar un encuentro "casual" y, con disimulo, hacerle una fotografía. Esa fotografía servirá para pedir vuestra opinión sobre él. Quiero que la observéis atentamente y me digáis si, verdaderamente, hay algo en mi vecino que consideréis inquietante. Dadme, por favor, vuestra opinón sincera.

Podéis ver la foto de mi vecino pulsando sobre este enlace.

Espero vuestras opiniones. Muchas gracias por vuestra ayuda y vuestra cooperación.

sábado, diciembre 26

Indispuesta

"... La cena de Nochebuena transcurría como era de esperar: toda la familia reunida, comiendo, bebiendo, cantando, riendo, charlando... Pero, a los postres, la tía Enriqueta comenzó a sentirse indispuesta. Sospecho que hubo algún tipo de reacción adversa entre los dos "tranxilium" que se engulló con los langostinos de Sanlúcar y lo que bebió durante la cena (la copa de Pedro Ximenez, un par de "Tío Pepe" fresquitos y la copita de anís dulce). Como iba pasando el tiempo y no mejoraba, decidimos llamar al teléfono de urgencias, al 061. El problema fue que estaban desbordados: intoxicaciones etílicas, "tráficos", tendones rebanados entre los cortadores "amateur" de jamón...

Nos dijeron que vendrían lo antes posible, pero... pasaba el tiempo y no aparecían. Y no, la tía Enriqueta no mejoró. Ya no sabíamos que hacer para socorrerla.

El asunto acabó muy mal porque, de pronto, la tía Enriqueta abrió unos ojos como platos, un quejido hondo brotó de su garganta y dejó de respirar. Y así se quedó, la pobre: con los ojos abiertos, rígida, sentada en el sofá, y con su carita de un color cera indefinido. Comprenderás que la situación era muy violenta: ella... allí, en el sofá, junto a la mesita de los dulces navideños y los niños correteando alrededor, mientras esperaban nerviosos la llegada de Papá Noel.

A la abuelita...

Así que estuvimos un rato barajando una posible solución para el problema. Nos dimos cuenta de que nada más había que pudieramos hacer por la pobre tía Enriqueta,  y que tampoco era muy adecuado que se quedará allí... en la esquina del salón, frente al televisor. Así que optamos por sacarla fuera, al relente. Y la tumbamos con cuidado sobre la mesa del balcón, con una sabanita echada por encima, para que no amaneciera escarchada. Y la fiesta continuó.

Lo malo es que al final, con las risas y las copas, olvidamos que estaba allí. Cada uno marchó para su casa y los titos se acostaron en el dormitorio.

Esta mañana, nada más levantarme, llamé a los titos. Tardaron en coger el teléfono, tenían un resacón de caballo y estaban profundamente dormidos. Al principio, ni siquiera sabían de qué les estaba hablando. Cuando lo recordaron, soltaron nerviosos el teléfono y corrieron al balcón. Instantes después gritaban, aterrados, que la tía Enriqueta... no estaba, que había desaparecido."

Fotografía: A la abuelita...

lunes, septiembre 7

Filetes de oferta

Aquel domingo, me disponía a prepara el almuerzo. Saqué una bandeja de filetes de ternera del frigorífico y, al ponerla sobre la encimera, vi algo extraño. Cuando miré con más atención, un escalofrío recorrió mi espalda. No podía creer lo que tenía delante de mis ojos. Cuando me sobrepuse, transcurridos un par de minutos, el escalofrío se tornó en indignación. Pensé en formular una reclamación en la Oficina del Consumidor, en denunciarlo a los medios de comunicación... Por eso saqué esta fotografía:

Una oferta muy especial
Después recordé que era domingo: no había tiendas abiertas y mi nevera estaba vacía.

Así que preparé una salsa de reducción al vino tinto (con una zanahoria y un par de cebollas); algo ideal para la carne. En la mesa lo acompañé con un Château Clerc-Milon del 2004. El resultado fue inmejorable. Una delicia para los sentidos.

Al día siguiente, impaciente, acudí a primera hora al hipermercado para reponer mi nevera. En realidad todo mi interés estaba en buscar más de mi particular delicatessen. Pregunté al carnicero por la vitrina de la ternera fileteada. Cuando la señaló, contemplé su mano vendada. En aquel momento tuve la certeza de que esta vez, en las bandejas de ternera, sólo habría ternera.

Fotografía: Una oferta muy especial
Autor: Landahlauts

miércoles, febrero 18

Amor certificado

Postman of love
Hoy estaba decidido. No había nada en reparto para ella: ni cartas, ni certificados, ni paquetes postales. Sin embargo, Pedro aparcó la furgoneta amarilla con letras azules y llamó a su puerta. Cuando Irene abrió, vió el rostro amable de un hombre vestido con el uniforme de Correos. Él le dijo que se llamaba Pedro, que era su cartero desde hacía más de seis años. Confesó que la amaba desde la primera vez que la vió: desde que le trajo aquella sanción de Hacienda, certificada y con acuse de recibo. También le dijo que era el autor de las cartas que había estado recibiendo, de modo ininterrumpido, durante los últimos cinco años. Esas cartas sin remitente que puntualmente llegaban a su buzón. Esas cartas de amor de un extraño. Cuando todo comenzó, Irene se asustó. Le preocupaba pensar que era el objeto del deseo de un desconocido. Podía tratarse de algún perturbado, de un desequilibrado. Había tanto loco suelto, que le asustaba pensar que alguno hubiese puesto los ojos precisamente en ella. A pesar de todo, poco a poco, se fue acostumbrando a encontrar aquel sobre de color vainilla en su buzón. Embriagada por las palabras de aquel desconocido seductor, educado y tierno, se sentía como una quinceañera enamorada. Feliz y llena de ilusión. Después, y siguiendo las instrucciones de Pedro, ella tuvo oportunidad de responder. "Escríbeme a la 'lista de correos', no hace falta más dirección, a nombre de Pedro Medina Suárez". Así, se completó la comunicación, desde aquel momento ambos eran destinatarios y remitentes. Cientos de cartas fueron en un sentido y en otro durante algunos años. Y hoy, tenía a Pedro delante. Podría decirse que era un tipo corriente, como él le había advertido. No había en su apariencia nada especialmente sobresaliente, ni distinto a lo que cabía esperar en un "cuarentón medio". Era la primera vez que lo veía o, al menos, la primera vez que reparaba en él. Era un extraño, no cabía duda. Sin embargo, le resultaba extrañamente cercano. Quizás porque ambos se habían mostrado sin tapujos, abriendo su corazón al otro, durante los últimos cinco años. - Te necesito - dijo ella. Él, no respondió. La abrazó y la besó. Música recomendada: Please Mr. Postman - The Beatles.
Fotografía: Postman of Love Autor: Landahlauts

martes, enero 20

Sus tesoros

Contraluz
Bajó las cajas del armario y las abrió en mitad de la habitación. Era algo que le gustaba hacer de vez en cuando. Todas aquellas cajas contenían la memoria de su vida: libros, cartas, discos, fotografías y cientos de pequeñas cosas que, para él, eran de un valor sentimental incalculable. Allí estaba aquel primer LP que compró con tanto esfuerzo: Learning To Crawl de The Pretenders. O la vieja edición de bolsillo de "El Viejo y el Mar" de Hemingway (¿vendría de aquellas hojas amarillentas su amor por el mar?). Dietarios llenos de adolescencia, de risas, de llantos, de esperanzas, de frustraciones... De entre las páginas de uno de los dietarios, cayó una pequeña hoja de papel. Era una vieja servilleta de la desaparecida Cafetería Victoria, cuidadosamente doblada por la mitad. Cuando la abrió contempló la marca de carmín que unos labios habían dejado en ella. Debajo había una palabra escrita a bolígrafo con letra inequívocamente femenina: "SIEMPRE". Sonrió. Recordó el sabor adolescente de aquellos labios, escuchó de nuevo el susurro de amor que quedó transcrito en aquella servilleta. Volvió a percibir el aroma de aquella muchacha: olía a fresas. Sintió aquellos besos suaves, infinitos, con los que ella recorría su cuello. Recordó el tacto suave de sus pechos, fetiches del deseo, erguidos de juventud y de placer. Pero... no recordó su nombre. Lo intentó una y otra vez pero, no fue capaz de recordar su nombre. Pasaron algunos días. Las cajas continuaban en mitad de la habitación. Su contenido estaba ahora disperso y revuelto. Buscaba un indicio, una pista. Su mente se esforzaba inútilmente por ponerle nombre a la muchacha que olía a fresas. No consiguió nada, excepto obsesionarse durante todas las horas del día y de la noche, tratando de iluminar su mente. Buscando un "click" mágico que le hiciera recordar aquel nombre de mujer. Nada. Una tarde, agotado por la angustia y la falta de sueño, fue al hipermercado. Compró unos vaqueros, media docena de camisetas, unas zapatillas de lona y una mochila. Al llegar a casa se duchó. Cuando acabó de secarse, se vistió con la ropa que había comprado. Quitó las etiquetas y dobló cuidadosamente el resto de las camisetas en la mochila. En la habitación reinaba el caos: las caja vacías estaban a un lado, en el centro de la estancia se amontonaba todo su contenido. Aquellas cajas y su contenido habían sido, hasta hace pocos días, su tesoro más precioso. Ahora eran un lastre inútil que le asfixiaba y le obsesionaba. Sacó un cigarrillo. Después de encender el pitillo no apagó el fósforo, lo usó para prender sus recuerdos. A los pocos minutos todo ardía y el humo comenzaba a hacer difícil el respirar. Salió y subió al coche. Al mirar por el retrovisor: contempló como la casa ya aparecía completamente envuelta en llamas. Sabía que en el centro de aquellas llamas desaparecían esos recuerdos que se habían transformado en un insoportable lastre. Giró la llave de contacto y arrancó. Introdujo un CD en el reproductor, comenzó a oírse "Search and Destroy", de Iggy Pop. No había recorrido ni doscientos metros cuando percibió un seco "click" en el interior de su cabeza. Podría haber jurado que notó como la sangre comenzaba a moverse de modo más fluido y oxigenaba su cerebro. Se sentía libre. Sonrió y, de modo casi imperceptible, murmuró algo... un nombre de mujer. Teresa. Pero, ya no supo porqué se le había venido ese nombre de mujer a la cabeza. Tampoco le importó. Aunque le gustaba pronunciarlo en voz alta. Olía a fresas.
Fotografía: Contraluz Autor: Landahlauts

lunes, enero 12

Una vida en común...

Buenos días...
Un buen día decidieron que era suficiente, que había que enterrar los despojos de aquella relación. Cuando ella se lo propuso a él, a él le pareció bien. Hacía años que no coincidían en algo sin que mediara una discusión. También acordaron que repartirían las cosas que habían adquirido durante estos años de vida en común. Una cámara de vídeo estropeada para él. Un portátil anticuado para ella. No había más. ¿Las fotos?... no las quiso nadie... acabaron en la basura.
Fotografía: Buenos días... Autor: Landahlauts

lunes, diciembre 29

El Día Después

Publicidad

(Esta anotación es continuación de la anterior, del día 24 de Diciembre, titulada El Último. Es recomendable haber leído aquella previamente y, después esta)

Temía que se cumplieran los peores presagios de mi amigo. Por eso, el día 25 de Diciembre, día de Navidad, fuí al Cortijo de Gibalto. Cuando entré en el corral no encontré a nadie, además, reinaba un silencio extraño.

Cabizbajo y triste, estuve todo el día tratando de averiguar cual sería el motivo de la extraña desaparición de una familia completa. Sólo mejoró mi ánimo al llegar la hora de la comida. Sobre la mesa: un humeante pedazo de pechuga del pavo de Nochebuena, con una salsa exquisita y un buen tinto.

Desde aquel momento, mi tristeza desapareció, me encuentro más animado. Y estoy seguro de que el protagonista de esta historia siempre vivirá en mi. O, al menos, su recuerdo.

¡¡Besos y abrazos para todas/os!!


Fotografía: Reloj E.A.
Autor: Landahlauts

miércoles, diciembre 24

El último

Sonnenuhr - Reloj de Sol (1730)
Relato

No me gusta la Navidad. Bueno, en realidad, no es solo eso, lo cierto es que la odio profundamente. No creas que este sentimiento de rechazo está motivado por una animadversión a su contenido religioso, o porque odiar la Navidad queda muy cool o muy progre. No. Yo la odio con motivos. Créeme. Aunque, no siempre fue así. De pequeño me encantaba. Soñaba con que llegara el tiempo de colocar el árbol de Navidad, el nacimiento, las luces, de cantar villancicos, de esperar los regalos... Pero, la vida a veces te golpea sin piedad y te hace cambiar, volverte duro... y consigue que odies aquello que amas. Así pues, de unos años para acá la Navidad queda asociada para mi con un doloroso sentimiento de pérdida. Todo empezó hace cinco o seis años. Mis abuelos, ellos fueron los primeros. Sí, lo sé... me diréis que es lo normal, que es ley de vida, que eran mayores. Pero, con la edad que yo tenía, resulta muy duro aceptar que tus abuelos no volverán, que los has perdido de sopetón, sin avisar. Y a los dos. En contra de los que muchos creen, cuando se es tan joven asimilas con facilidad percances tan duros como la enfermedad o la muerte. Yo, poco a poco, lo acepté, y me sobrepuse a ello. Pero, al año siguiente, pocos días antes de la Nochebuena, volvió la desgracia sobre nuestra familia: mi padre salió una mañana a pasear y no regresó. Fue un mazazo terrible, y no sólo para mi: mis hermanos mayores (los mellizos) quedaron abatidos y, mi madre nunca volvió a ser la misma. Ella fue la más afectada. A partir de aquel día, siempre se la veía ausente, con la mirada perdida y los ojos llenos de lágrimas. El día que hizo un año de la desaparición de mi padre, mi madre salió de casa. No teníamos un lugar donde descansaran los restos de mi padre, entre otras cosas, porque sus restos nunca aparecieron. Así que ella, queriendo mantener viva su memoria, madrugó para recorrer el mismo camino que hizo él aquel fatídico día, a la misma hora... y un año después. Ella tampoco volvió. Mi madre desapareció en el mismo lugar y a la misma hora que lo había hecho mi padre, con una diferencia justa de un año. Comprenderéis que, así, no sólo no te disgusta la Navidad. Además... la odias, la detestas y la relacionas con el dolor y con un desgarrador sentimiento de pérdida de los seres más queridos. Los mellizos, ellos fueron los siguientes. Esta vez ocurrió en nuestra propia casa. Una fría mañana de diciembre, instantes antes de amanecer, un brusco portazo nos despertó sobresaltados. Alguien había cerrado la puerta al salir apresuradamente. Allí donde debían de estar mis hermanos, no había nada. Nada. Las mantas tibias delataban que su ausencia era reciente. Nada más supe desde entonces de ellos. Ha pasado un año. Durante todo este tiempo apenas he comido, me ha resultado difícil conciliar el sueño y apenas he pisado la calle. Sólo el dolor y la desesperación habitan en mi. La Navidad se aproxima, lenta e inexorablemente. Sé que a muchos estas fiestas os llenan de sentimientos de felicidad, de generosidad, de amor. A mi sólo me inunda de dolor y de angustia. Y más este años, sabiendo que soy el último pavo adulto que queda aquí, en mi casa, en el corral del Cortijo de Gibalto. Disculpadme pues, si no os deseo feliz Navidad.
Fotografía: Sonnenuhr - Reloj de Sol (1730)  
Autor: Landahlauts

viernes, diciembre 5

La eterna sonrisa


Jamás había pasado por su cabeza, ni un solo instante, que Kent le estuviera siendo infiel. Y menos aún, que lo hiciera con la insoportable arpía de Stacey.
Por eso, cuando aquel día volvió a casa antes de lo habitual, se sorprendió tanto al abrir la puerta del dormitorio. Allí estaban ellos, en su cama. Durante un largo instante, su mente se nubló y perdió la razón. Cuando la recobró, sus manos y ropas estaban ensangrentadas. A sus pies, Stacey y Kent, desnudos, yacían muertos en mitad de un enorme charco de sangre. Perdió los papeles, sí. Pero no la sonrisa. Esa, jamás.
Dicen los que presenciaron la ejecución, que esa sonrisa tampoco la abandonó en los instantes finales. Cuentan que su último deseo fue retocar, con exquisita parsimonia, el carmín de sus labios. Seguidamente los perfiló con precisión milimétrica. Una vez hubo acabado, el verdugo cubrió su carita con una bolsa de tela negra y ajustó los electrodos en su maquillada frente.

Y el alcaide dio la orden.