Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó Landahlauts con San Indalecio, Patrón de Almería, en su última visita a aquesta luminosa ciudad andaluza.
Aquel "maratón fotográfico" era una iniciativa del periódico IDEAL (del Grupo El Correo Español del Pueblo Vasco) consistente en fotografiar diversos lugares de una ruta previamente establecida. La organización se encargaba de toda la logística (organización, autocares, bocadillos...), el lugar designado en esta ocasión era la ciudad de Almería y sus comarcas más cercanas.
Una de aquellas "etapas" era la Catedral de Almería.
Llegamos a la Catedral con lluvia fuera y misa dentro. Yo soy un pelín descreido, pero hay dos cosas respeto profundamente: delante de quién se pone la gente de rodillas o con quién se mete en la cama. Vamos... las creencias religiosas y su orientación sexual, por si no me han entendido la farragosa explicación. Así que esperé pacientemente a que finalizara la misa y, una vez hubo acabado, comencé a hacer fotos con cierta prisa (temiéndome lo que luego ocurrió, que la luz iluminación artificial duraría poco). Caminaba por por la girola de la catedral cuando vi una talla en madera situada en el suelo que llamó mi atención: era San Indalecio, el patrón cristiano de la ciudad. Me fijé con detenimiento y observé que lo cubría una vitrina de cristal. Eché mano a la cámara, no por nada, para el concurso: el patrón de la ciudad... fotos de la Catedral... podía ir bien... Eso sí, tenían que ser fotos sin flash, por las pinturas de la talla, y porque el flash para mi es otro de esos mundos desconocidos. Pensé, de un modo brillante: "me apoyo en el frontal de cristal y así puedo hacer la foto evitando que salga movida". Cámara en ristre me fui hacia el bueno de San Indalecio... buscando el apoyo de un cristal frontal que era.... ¡¡¡INEXISTENTE!!!... al encontrar su falta di un traspiés... la peana se puso en mi camino.y tropecé. Desequilibrado... con la cámara por delante, cayendo peligrosamente sobre el bueno de "San Inda" (disculpen, pero ya tenemos confianza) creo que sólo la mano invisible del Dios de San Indalecio y la propia intercesión de este evitó que ambos cayéramos rodando al suelo. Inexplicablemente la vitrina en la que estaba la talla no era tal: era un cajón de cristal en el que faltaba el cristal frontal, el único que yo necesitaba... y no encontré.
Ahí lo tienen ustedes, en una foto posterior, mirándo irónico, como riéndose de mi persona. Afortunadamente, ambos lo podemos contar: el sigue allí, en su vitrina que no es tal, y yo salí de Almería sin linchamiento en plaza pública y sin ser declarado por el pleno del Ayuntamiento de la capital persona non grata.
Gracias, San Indalecio.
Fotografía: San Indalecio
Autor: Landahlauts