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viernes, noviembre 11

Almería, San Indalecio y Landahlauts

Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó Landahlauts con San Indalecio, Patrón de Almería, en su última visita a aquesta luminosa ciudad andaluza. 

Aquel "maratón fotográfico" era una iniciativa del periódico IDEAL (del Grupo El Correo Español del Pueblo Vasco) consistente en fotografiar diversos lugares de una ruta previamente establecida. La organización se encargaba de toda la logística (organización, autocares, bocadillos...), el lugar designado en esta ocasión era la ciudad de Almería y sus comarcas más cercanas. Una de aquellas "etapas" era la Catedral de Almería.

Llegamos a la Catedral con lluvia  fuera y misa dentro. Yo soy un pelín descreido, pero hay dos cosas respeto profundamente: delante de quién se pone la gente de rodillas o con quién se mete en la cama. Vamos... las creencias religiosas y su orientación sexual, por si no me han entendido la farragosa explicación. Así que esperé pacientemente a que finalizara la misa y, una vez hubo acabado, comencé a hacer fotos con cierta prisa (temiéndome lo que luego ocurrió, que la luz iluminación artificial duraría poco). Caminaba por por la girola de la catedral cuando vi una talla en madera situada en el suelo que llamó mi atención: era San Indalecio, el patrón cristiano de la ciudad. Me fijé con detenimiento y observé que lo cubría una vitrina de cristal. Eché mano a la cámara, no por nada, para el concurso: el patrón de la ciudad... fotos de la Catedral... podía ir bien... Eso sí, tenían que ser fotos sin flash, por las pinturas de la talla, y porque el flash para mi es otro de esos mundos desconocidos. Pensé, de un modo brillante: "me apoyo en el frontal de cristal y así puedo hacer la foto evitando que salga movida". Cámara en ristre me fui hacia el bueno de San Indalecio... buscando el apoyo de un cristal frontal que era.... ¡¡¡INEXISTENTE!!!... al encontrar su falta di un traspiés... la peana se puso en mi camino.y tropecé. Desequilibrado... con la cámara por delante, cayendo peligrosamente sobre el bueno de "San Inda" (disculpen, pero ya tenemos confianza) creo que sólo la mano invisible del Dios de San Indalecio y la propia intercesión de este evitó que ambos cayéramos rodando al suelo. Inexplicablemente la vitrina en la que estaba la talla no era tal: era un cajón de cristal en el que faltaba el cristal frontal, el único que yo necesitaba... y no encontré.

San Indalecio 

Ahí lo tienen ustedes, en una foto posterior, mirándo irónico, como riéndose de mi persona. Afortunadamente, ambos lo podemos contar: el sigue allí, en su vitrina que no es tal, y yo salí de Almería sin linchamiento en plaza pública y sin ser declarado por el pleno del Ayuntamiento de la capital persona non grata.

Gracias, San Indalecio.

Fotografía: San Indalecio
Autor: Landahlauts

martes, septiembre 21

Remembranza

El árbol del arroyo
Una vez morí. Fue de pequeño, al salir de clase. Mi colegio olía a nuevo, lo habían construido en la vega y tenía nombre de emperatriz (porque mi ciudad "dió a Francia su última Emperatriz").

Yo no nunca fui travieso, era más bien un repelente niño aplicado, pero aquel camino hasta casa invitaba a la aventura. Discurría entre frutales, acequias, sembrados de soja, un viejo molino abandonado y una vía del tren que supuestamente, debíamos cruzar por un túnel peatonal. Aquella vía estaba prohibida, y más aún desde que el TER Sevilla-Granada arrolló a José Manuel, un compañero del cole. Quizás por esa prohibición y por lo ocurrido, a todos nos encantaba cruzar por allí. Siempre que lo hacíamos cumplíamos una curiosa ceremonia: la de mear en las vías. Eso si, tenía su procedimiento: había que hacerlo justo entre los dos raíles y dando la espalda al sentido del TER Sevilla-Granada. Era una mezcla de venganza y desprecio por lo que aquel maldito cabrón había hecho a José Manuel.

Un día, al salir de clase, visité el molino abandonado, mi lugar favorito. Era octubre y el gigantesco nogal del patio exhibía arrogante sus frutos. Solté la cartera en el suelo y trepé por su tronco. Poco a poco fui llenando mis bolsillos de nueces. Estaba a punto de bajar cuando, al poner el pie en una rama, inexplicablemente resbalé y caí desde arriba.

Cuando abrí los ojos estaba en el suelo, bajo el nogal, tumbado junto a la cartera con una postura extraña. La luz era distinta, y el sol había cambiado de posición. A vosotros os lo puedo decir: creo que aquel nogal me había castigado por robar sus nueces. Al llegar a casa tuve que dar alguna explicación por mi retraso y la ropa sucia. Mentí.

Borré lo sucedido de mi memoria, hasta hace unos pocos años.  Ese día  el recuerdo brotó al ver un nogal, en otro lugar, a muchos kilómetros de mi colegio. Me acerqué y le dije, en voz baja: "hace tiempo conocí a uno como tú, un hijoputa que quiso acabar conmigo". Busqué mis llaves y, con la punta, escribí sobre el tronco del nogal: "yo morí, una vez... pero aquí sigo".

Música recomendada: Bad Boy - Alexandra Burke

miércoles, octubre 15

La solución al enigma

Grafitti
¿Recordáis que hace unos días os hablé de "El Extraño Caso de los Cincuenta Euros"?

Os pedía ayuda para intentar explicar aparición de un billete de cincuenta euros, introducido por una mano desconocida, debajo de la puerta de mi casa.

Hubo conjeturas de todo tipo:

Iván dijo que había sido el ministro Solbes (lo tuyo es fe)...

Edurne, con el mágico influjo de las cuevas de Zugarramundi, apuntaba una posible autoría a las brujas o a los Reyes Magos.

Halo, mujer práctica, me deseaba que se siguiera repitiendo la visita del extraño donante de billetes, para poder comprarme algo a final de mes.

Manolo quería dejar la bella Costa del Sol y convertirse en mi vecino.

Miguel... ¡¡ay, Miguel!!... insinuar que yo soy banquero...

Lola Gracia pensaba en que fuera alguien con dinero negro que, arrepentido, se había puesto a repartirlo para reactivar la economía.

Merce.... otra mujer práctica: me dijo que la avisara si se repetía para venirse a vivir al piso contiguo (que precisamente, ella no lo sabe, está puesto en venta). También pensó que fuera algún deudor arrepentido.

Mari Carmen y su jarro de agua fría: "¿no serán falsos, Landa?" ¡¡¡Pues no!!!

Quetemeto: Aprovechó que esos días teníamos unos vientos huracanados para asegurar que el billete había venido volando ¡¡¡desde la costa oeste de Andalucía!!!

An, desde Galiza, me mandaba un buen deseo: que se repitiera el próximo sábado.

Peritoni: con los pies en el suelo, me decía que el billete se me había caído de la cartera.

Bornne: también de la escuela de "los pies en el suelo" y con un pelín de curiosidad me preguntaban si estaban doblados, en sobre... (doblados por la mitad, Bornne).

Bahtian: insinuando que tengo cuentas en Suiza.

Isobel: despistada ella también, me mandó un saludo solidario entre despistados.

Uno fue otro amigo de la fantasía y de la magia "el Ratoncito Pérez" (a mi no se me caen ya los dientes!!!)

Novicia Dalila, que no perdió la ocasión de intentar convencerme de que eran suyos (buen intento, pero no coló).

Y, por último, Conciertoarte (en mi álter ego de El País), pensó en la posibilidad de que fuera a cuenta de los 400 euros de Hacienda (que no veo yo a Hacienda repartiendo a domicilio como el Telepizza, pero bueno).

Pues bien... tal y como dije, el billete había aparecido realmente debajo de mi puerta. Y, tal y como dije, esta es la explicación de lo que pasó (una vez me he enterado):

Hace unas semanas compré por encargo de un amigo, unos libros. Él vive en Mataró (en la capital del Maresme). Por medio de otro amigo común, le hice llegar los libros. Al entregarlos en Mataró, recibió el dinero de los libros para que hacermelo llegar. Yo, con mi despiste congénito, había olvidado esta "deuda". Este amigo común vino ese sábado a "liquidarme", pero yo no estaba e introdujo el billete por debajo de la puerta (sin nota explicativa, ni nada). Y... ese fue el origen del misterio.

Contado así, lo sé, pierde magia, encanto... y toda esa dosis de humor que le habéis dado vosotros. Pero, esa es la verdad. Palabrita del "Ninio" Jesús.

Gracias por vuestra colaboración y ayuda.

lunes, octubre 13

El extraño caso de los cincuenta euros

500 euros
El sábado por la mañana salimos de casa. Fuimos a dar un paseo. Regresamos para almorzar, en torno a las tres de la tarde. Cuando abrimos la puerta de casa, algo llamó la atención de mi hija, se agachó y lo recogió. Eran unos billetes, billetes de banco, papel moneda. Cincuenta euros. Sí. Cincuenta euros. Con una crisis globalizada de mil pares de narices, con los índices del desempleo subiendo sin parar, con los bancos pidiendo vergonzantes limosnas, con los políticos repartiendo vergonzosas millonadas, con las empresas que crean riqueza cerrando, las bolsas cayendo en picado... Con todo eso... alguien metió cincuenta "eurazos" por debajo de mi puerta. ¿Quién pudo ser? ¿Con qué finalidad? ¿Por qué a mi? Y, puestos a regalar dinero ¿no habría sido mejor un hermoso billete de 500 euros? ¿Fuisteis alguno de vosotros? ¿Es una señal? ¿Una muestra de generosidad? ¿Pedirán alguna contraprestación? ¿Vendrán más? Nos asaltan mil preguntas viendo esos cincuenta euros. Y a ti ¿se te ocurre algo? Se aceptan conjeturas... y, si me entero, prometo aclarar lo sucedido. Para aliviar vuestra curiosidad. Por lo pronto, estoy deseando que llegue el próximo sábado para ver si vuelvo a recibir el mismo regalo.
Nota: lo que cuento aquí, es... absolutamente cierto. Fotografía: 500 euros Autor: Landahlauts