Los niños querían un pájaro, un periquito. No me preguntéis el motivo. Jamás he entendido muy bien el gusto por tener una mascota. Y menos aún un periquito: un pobre animal enjaulado, cuya única actividad es comer y "hacer caquita" día tras día hasta que la muerte lo libere...
Pero, ya se sabe, ellos mandan. El día en que, harto de oírlos, fui a la pajarería, sucedió algo muy curioso. Casi en la puerta un chaval llamó mi atención:
- Oye, ¿qué buscas? ¿algún animalillo para los niños?
- Sí, un periquito.
- Ven, acompáñame, aquí en el maletero tengo algo que te puede interesar.
Me llevó su coche y, de una caja de cartón que había en el maletero, sacó un pájaro que me mostró discretamente.
- Cien euros y es tuyo. Es un periquito de una variedad poco común. Muy cariñoso y alegre con los niños. Verás que buenos ratos pasan con él.
Yo, que no entiendo de pájaros, apenas lo pensé. Y acepté. Me daba pereza entrar a la pajarería... con ese ruido ensordecedor de pájaros, y decidir qué periquito me llevaba... Esto era más sencillo.
El caso es que los meses han ido pasando. A fuerza de tratarlo nos hemos dado cuenta de que Pedrito (ese nombre le pusieron los niños) tiene sus particularidades. No come semillas, como sería de esperar en un periquito. Además, tiene un gusto muy personal... le gustan....
... las palomas. Puede comerse una al día. Lo más curioso es que las caza él mismo, con lo cual está liberando al barrio de esas molestas ratas con alas y a nosotros del engorro que supone estar pendiente de su alimento. Además, Pedrito, ha crecido más de lo que es habitual en los periquitos. Así que tuvimos que desechar la jaula. Vive en el balcón, entra y sale de casa cuando le parece.
Cariñoso no es, la verdad. Pero esto se compensa con su autosuficiencia: es tan distinto de uno de esos periquitos corrientes cuya vida depende de que te acuerdes o no de reponerles el agua y la comida.
Estamos encantados con Pedrito.
Fotografía: Águila Chryseatos - Águila Real
Autor: Landahlauts