Desde hace unos días, en los medios de comunicación se escucha repetidamente un nombre: Terry Jones. Y no, lamentablemente no tiene nada que ver con el Terry Jones de los Monty Python. El señor Terry Jones que nos preocupa es el pastor de una iglesia protestante en Florida, un pastor muy conservador... lo que podríamos llamar un fundamentalista cristiano. Su grey no es muy extensa, son cincuenta individuos en cuyo entendimiento corazón cabeza espíritu interior ha prendido las homilias empozoñadas de xenofobia e intolerancia del "reverendopadre" Jones.
Estos días, para recordar la efeméride de los atentados del 11 de Septiembre de 2001 y celebrar a su modo la finalización del sagrado mes del Ramadán, el pastor Jones tuvo una original idea:
«Una Iglesia de Florida planea quemar copias del Corán el 11-S»
Quemar ejemplares del Corán, muchos, cuanto más, mejor.. Por si alguien dudaba de sus verdaderas intenciones, el Pastor Jones siempre atiende a los medios de comunicación que se lo solicitan con una pistola sobre la mesa. Quizás porque él intuye que no hay que bajar la guardia jamás, el Maligno puede aparecer en el momento más insospechado y conviene estar preparados para darle un par de tiros entre los cuernos...
El caso es que al final, el pastor Jones "se ha rajado". La presión ejercido por el gobierno de los EE.UU. ha conseguido que desista de sus planes.
El pastor Jones quizás pensó que su proeza sería novedosa. Lo cierto es que se equivoca. Hace más de quinientos años, otro cristiano como él tuvo la misma idea, aquí, en Andalucía.
Hacia el 1.500, pocos años después de finalización de la Guerra de Granada, los invasores castellanos perseguían acabar con los focos de resistencia morisca y someter completamente a la población. El
Cardenal Cisneros (Cardenal, Arzobispo de Toledo y Primado de España, y tercer Inquisidor General de Castilla) pensó que para este sometimiento de la población podría ser muy útil quemar todos los libros que hubiese en Granada. Y, practicamente todos los libros de Granada, fueron quemados en la Plaza de Bib-Rambla.
Así lo contó Álvar Gómez de Castro, discípulo de Cisneros, en la biografía del Cardenal:
«Alegre por el éxito Jiménez y estimando que debía aprovecharse una ocasión tan favorable, y extirpar radicalmente de sus almas todo el error mahometano, no se detenía ante el parecer de quienes juzgaban más prudente ir quitando poco a poco una costumbre inveterada; pues pensaba que este método era aplicable en asuntos de poca importancia, y en los que no se ventile la salvación de las almas. Así que, con facilidad, sin dar un decreto y sin coacción, logró que los Alfaquíes, dispuestos en aquella época a hacer todo tipo de favores, sacasen a la calle los ejemplares del Corán, es decir, el libro más importante de su superstición, y todos los libros de la impiedad mahometana, de cualquier autor y calidad que fuesen. Se reunieron cerca de cinco mil volúmenes, adornados con los palos de enrollar; los cuales eran también de plata y oro, sin contar su admirable labor artística. Estos volúmenes cautivaban ojos y ánimos de los espectadores. Pidieron a Jiménez que les regalase muchos de ellos; pero a nadie se le concedió nada. En una hoguera pública fueron quemados todos los volúmenes juntos, a excepción de algunos libros de Medicina, a la que aquella raza fue siempre y con gran provecho muy aficionada. Tales libros, librados de la quema por el mérito de arte tan saludable, se conservan actualmente en la Biblioteca de Alcalá. Hasta este momento había marchado realmente sobre ruedas el programa de nuestro Obispo.»
"Este método [el no quemar los manuscritos] era aplicable en asuntos de poca importancia, y en los que no se ventile la salvación de las almas." "Era preciso destruir…los alcoranes y otros libros muslímicos conservados por los moros y moriscos de Granada…para conseguir o afianzar la conversión de aquellos naturales,"
Decía Francisco J. Simonet, en Descripción del reino de Granada sacada de los autores arábigos 711-1492, que para Cisneros la civilización granadina fue "atrasad[a] y groser[a]…que, como en todo país musulmán, nunca pasó los límites de la barbarie". La destrucción de los manuscritos fue, para Simonet, "digna de grande alabanza y encomio" ; "quemó lo que debió quemarse en obsequio a la unidad católica y política de nuestra nación". La granadina era "una civilización…groseramente sensual y materialista"; "la desaparición de [la literatura arábiga] no puede achacarse a la intolerancia de los cristianos conquistadores, sino al escaso valor intrínseco y real de aquella literatura".
Años después y viendo el éxito conseguido en Granada, los franciscanos decidieron exportar sus exitosas "hogueras para libros": un correligionario de Cineros quemó todos los manuscritos de la Civilización Maya en México.
Alguien pensará que el Cardenal Cineros fue considerado en Granada, a raíz de aquello, un personaje maldito cuyo nombre nadie deseaba escuchar. Falso.
Francisco Jiménez de Cisneros tiene, a día de hoy, una plaza en nuestra ciudad, eso sí, en uno de aquellos barrios "del Movimiento" donde la mayoría de las calles tienen nombres de insignes fascistas. Además, hay ... ¡oh, sorpresa! ¡¡un
Colegio Mayor Universitario de la Universidad de Granada llamado "Cardenal Cisneros"!! Y es que, nuestra Universidad, no quería dejar en el olvido un nombre que iluminó con la luz de la cultura a nuestra ciudad (aunque la luz surgiera de una hoguera y de quemar cultura).
Desde aquí me gustaría, humildemente, sugerir a nuestro Ayuntamiento que cambie el nombre de la Plaza de Bib-Rambla y se pase a llamar Plaza del Cardenal Cisneros. Sería más lógico que, si una plaza ha de llevar su nombre, sea aquella en la que, el amor a sus semejantes, le hizo prender la luz del saber...
«Se perdieron una civilización admirable, una poesía, una astronomía, una arquitectura y una delicadeza únicas en el mundo.»
Federico García Lorca