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sábado, agosto 18

Federico, in memoriam

Dalia de la Alhambra

Decid a mis amigos
que he muerto.
(El agua canta siempre
bajo el temblor del bosque.)

Decid a mis amigos
que he muerto.
(¡Cómo ondulan los chopos
la gasa del sonido!)

Decid que me he quedado
con los ojos abiertos
y que cubría mi cara
el inmortal pañuelo
del azul.
¡Ah!
y que me fui sin pan a
mi lucero.

miércoles, agosto 18

Memento

Seerosen

Cuando yo me muera,
enterradme con mi guitarra
bajo la arena.

Cuando yo me muera,
entre los naranjos
y la hierbabuena.

Cuando yo me muera,
enterradme si queréis
en una veleta.

¡Cuando yo me muera!
Memento (Caña y Soleá de Triana)
Federico García Lorca (1898-1936)
Poeta andaluz, de Granada.

Fotografía: Seerosen

martes, septiembre 9

El Barranco del Padre Nuestro

Ayer tarde fuimos a coger moras con los niños. Estuvimos en Víznar, una localidad de la Comarca de la Vega (en las estribaciones de la Sierra de la Alfaguara). Aparqué a la salida del pueblo, donde se ubicaban Las Colonias y el antiguo molino sobre la Acequia de Aynadamar (la Fuente del las Lágrimas). Y paseamos por aquella carretera que transcurre entre Víznar y Alfacar mientras hurgábamos en los zarzales en busca de sus frutos. Es una carretera muy concurrida en las tardes de verano: cuando cae el sol y comienza a hacer fresco se llena de gente paseando, corriendo y en bicicleta. Caminamos hasta las proximidades del barranco, unos metros antes, nos dimos la vuelta. No quisimos llegar allí.

Barranco de Víznar

Durante el camino de vuelta al coche, comenzamos a hablar con unas mujeres. Eran dos vizneras que paseaban por aquella carretera. La conversación giró en torno al barranco. Nos contaron que ellas, como mucha gente de Víznar, lo llamaban el Barranco del Padre Nuestro, porque sus padres les habían enseñado, desde niños, a rezar cada vez que pasaban por sus inmediaciones. Nos contaron como durante la guerra sus familias fueron obligados a acoger y alimentar a los sicarios del Capitán Nestares (José María Nestares Cuéllar) en sus hogares. Nos contaron historias sobre familias rotas: padres y dos hijos, padres y tíos, padre y madre... Nos dijeron como Las Colonias, el campamento para los niños que había a las afueras del pueblo, fue el corredor de la muerte de muchos desgraciados. Nos contaron sobre la ley de silencio que cubrió lo sucedido en aquel Barranco durante muchos años. Nos contaron como Blas (el de La Casita de Papel, junto a Las Colonias) fue obligado a marcharse del pueblo después de que hablara sobre el barranco con un escritor de acento extranjero (Ian Gibson), uno muy interesado en un poeta fusilado allí. Nos contaron la vergüenza que les supuso, durante muchos años, salir del pueblo y, al mencionar el lugar de nacimiento, soportar que los relacionaran con aquel barranco, como si fueras cómplice de lo ocurrido. Y entonces me di cuenta de que los 72 años no han curado nada. Porque ninguna herida se cura cubriéndola, sin más. Me di cuenta de que en aquel Barranco de Víznar hay cuatro mil asesinados que piden justicia o, al menos, un lugar digno donde sus familiares puedan honrar su memoria. Me di cuenta de que aquel pueblo merecía deshacerse del estigma que los señala como un pueblo cómplice de muerte. Me di cuenta que, por mucha tierra que se eche encima de aquel barranco, seguirá rezumando sangre: la sangre de los inocentes.

La Luna sobre el Barranco de Víznar

Hoy vengo contado una historia que a muchos les parecerá vieja, muy oída, repetida. Una historia que algunos piensan que es mejor dejarla como está. Pero, yo no puedo: en aquel barranco hay cuatro mil inocentes que piden justicia. Al despedirme de aquellas mujeres, cuando ya había caído la noche y la luna nos iluminaba... yo escuché sus voces. Y todavía resuenan en mi cabeza. Y, si te fijas, ahora probablemente también resuenen en la tuya.

Fotografía 1: Barranco de Víznar  

viernes, agosto 18

El paseillo al maricón


Mañana, 19 de Agosto de 2006, se cumplen 70 años del asesinato de Federico García Lorca.

Al amanecer de aquel día, como a tantos andaluces por aquellos tiempos, lo subieron a un camión, para "darle el paseillo", junto a Dióscoro Galindo González, Juan Arcoyas Cabezas y Francisco Galadí Melgar.

Federico había sido detenido por Ramón Ruiz Alonso (1), un tipógrafo lleno de odio, ex-diputado de la CEDA. Este Ruiz Alonso (al que Primo de Rivera llamaba cariñosamente "El Obrero Amaestrado") ejercía de matón de la ultraderecha en Granada. Había trabajado como linotipista en el periódico “Ideal” de Granada de la empresa Editorial Católica (EDICA). Se afilió a Falange, y luego al partido conservador católico Acción Católica. Él fue el instigador y la persona que redactó la denuncia contra Federico, en la que detallaba como "cargos" la homosexualidad del poeta y la amistad con Fernando de los Ríos.

Lorca encontró refugio en casa del poeta Luis Rosales: aquella buhardilla de la calle Angulo le sirvió de refugio en sus últimos días. La familia Rosales estaba muy bien relacionada con la ultraderecha: los hermanos de Luis eran destacados militantes falangistas. Se cree que alguien de aquella casa informó sobre su paradero, probablemente Gerardo Rosales ("el Albino"), un primo de Luis. Lorca fue detenido por Ruiz Alonso. El poeta le preguntó cuando abandonaban la Calle Angulo "¿Cree usted que me pasará algo?".La familia Rosales hizo gestiones para liberarlo y obtuvo la promesa (por parte de los golpistas en Granada) de que Lorca sería puesto en libertad "si no existía denuncia en su contra".

Fue recluido en lo que entonces era el Gobierno Civil y hoy es Facultad de Derecho. En su habitación no había más mobiliario que una silla y una mesa; y sobre ella una pluma, un tintero y hojas de papel... para que Lorca delatara a sus "cómplices". A través de la ventana Federico podía ver el Jardín Botánico, uno de los jardines más tristes y apagados de Granada.

La orden de ejecución fue dada por el autoproclamado gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán (2). Valdés, y su brazo armado José María Nestares Cuéllar, contaron en todo momento con el visto bueno del general golpista Queipo de Llano (el gobernador militar de Andalucía) a quien se consultó sobre qué hacer con Lorca. La respuesta del General Queipo de Llano fue: "que le den café, mucho café".

Fue trasladado a Víznar, el feudo del trístemente famoso José María Nestares Cuéllar (el Capitán Nestares). Primero al Palacio del Arzobispo Moscoso (sede de la "Bandera Nestares") y de allí a Las Colonias (una prisión improvisada, un corredor de la muerte a las afueras del pueblo).

Y, una fresca mañana de verano, a Lorca le entregaron un pico y una pala (con la que cavaría su tumba) y lo subieron a un camión. Fue fusilado en el Barranco de Víznar, en un lugar donde se cree que puede haber unas cuatro mil personas que corrieron la misma suerte (*). Cerca, muy cerca, transcurre la Fuente de Aynadamar (la Fuente de las Lágrimas).En su Certificado de Defunción figura, como causa de la muerte, que había "fallecido a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra".

Cuentan las crónicas que días después, un tal José Luis Trescastros, narraba bravucón por las tabernas de Granada como él mismo había metido a Lorca "dos tiros en el culo por maricón y rojo”. Como prueba de su hazaña, mostraba un paquete de Lucky Strike que había robado de los bolsillos del cadáver de Lorca. Este "machote" era, curiosamente, marido de una prima de Federico.

Mataron a un poeta, a un andaluz de bien, pero jamás callarán su voz. Ni morirá su recuerdo.


Nota: La foto corresponde al Parque que, en recuerdo de Federico, hay muy cerca de donde fue asesinado Federico, en Viznar.


(*) + Info: El Barranco del Padre Nuestro



(1) Ramón Ruiz Alonso ("El Obrero Amaestrado"), fue el autor material de la detención del poeta y padre de las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montés

(2) José Valdés Guzmán (el gobernador civil faccioso) tiene, en compensación por aquella y otras hazañas parecidas una calle en su ciudad natal, Churriana de la Vega.