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domingo, agosto 17

Palabras que gimen

Olive Grove in Andalusia  
Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.

Alma Ausente Extraido de: "Llanto por Ignacio Sánchez Mejías" (1935) 
Autor: Federico García Lorca (1898 - 1936)

Fotografía: Olive Grove in Andalusia  
Autor: Landahlauts

viernes, agosto 18

El paseillo al maricón


Mañana, 19 de Agosto de 2006, se cumplen 70 años del asesinato de Federico García Lorca.

Al amanecer de aquel día, como a tantos andaluces por aquellos tiempos, lo subieron a un camión, para "darle el paseillo", junto a Dióscoro Galindo González, Juan Arcoyas Cabezas y Francisco Galadí Melgar.

Federico había sido detenido por Ramón Ruiz Alonso (1), un tipógrafo lleno de odio, ex-diputado de la CEDA. Este Ruiz Alonso (al que Primo de Rivera llamaba cariñosamente "El Obrero Amaestrado") ejercía de matón de la ultraderecha en Granada. Había trabajado como linotipista en el periódico “Ideal” de Granada de la empresa Editorial Católica (EDICA). Se afilió a Falange, y luego al partido conservador católico Acción Católica. Él fue el instigador y la persona que redactó la denuncia contra Federico, en la que detallaba como "cargos" la homosexualidad del poeta y la amistad con Fernando de los Ríos.

Lorca encontró refugio en casa del poeta Luis Rosales: aquella buhardilla de la calle Angulo le sirvió de refugio en sus últimos días. La familia Rosales estaba muy bien relacionada con la ultraderecha: los hermanos de Luis eran destacados militantes falangistas. Se cree que alguien de aquella casa informó sobre su paradero, probablemente Gerardo Rosales ("el Albino"), un primo de Luis. Lorca fue detenido por Ruiz Alonso. El poeta le preguntó cuando abandonaban la Calle Angulo "¿Cree usted que me pasará algo?".La familia Rosales hizo gestiones para liberarlo y obtuvo la promesa (por parte de los golpistas en Granada) de que Lorca sería puesto en libertad "si no existía denuncia en su contra".

Fue recluido en lo que entonces era el Gobierno Civil y hoy es Facultad de Derecho. En su habitación no había más mobiliario que una silla y una mesa; y sobre ella una pluma, un tintero y hojas de papel... para que Lorca delatara a sus "cómplices". A través de la ventana Federico podía ver el Jardín Botánico, uno de los jardines más tristes y apagados de Granada.

La orden de ejecución fue dada por el autoproclamado gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán (2). Valdés, y su brazo armado José María Nestares Cuéllar, contaron en todo momento con el visto bueno del general golpista Queipo de Llano (el gobernador militar de Andalucía) a quien se consultó sobre qué hacer con Lorca. La respuesta del General Queipo de Llano fue: "que le den café, mucho café".

Fue trasladado a Víznar, el feudo del trístemente famoso José María Nestares Cuéllar (el Capitán Nestares). Primero al Palacio del Arzobispo Moscoso (sede de la "Bandera Nestares") y de allí a Las Colonias (una prisión improvisada, un corredor de la muerte a las afueras del pueblo).

Y, una fresca mañana de verano, a Lorca le entregaron un pico y una pala (con la que cavaría su tumba) y lo subieron a un camión. Fue fusilado en el Barranco de Víznar, en un lugar donde se cree que puede haber unas cuatro mil personas que corrieron la misma suerte (*). Cerca, muy cerca, transcurre la Fuente de Aynadamar (la Fuente de las Lágrimas).En su Certificado de Defunción figura, como causa de la muerte, que había "fallecido a consecuencia de heridas producidas por hecho de guerra".

Cuentan las crónicas que días después, un tal José Luis Trescastros, narraba bravucón por las tabernas de Granada como él mismo había metido a Lorca "dos tiros en el culo por maricón y rojo”. Como prueba de su hazaña, mostraba un paquete de Lucky Strike que había robado de los bolsillos del cadáver de Lorca. Este "machote" era, curiosamente, marido de una prima de Federico.

Mataron a un poeta, a un andaluz de bien, pero jamás callarán su voz. Ni morirá su recuerdo.


Nota: La foto corresponde al Parque que, en recuerdo de Federico, hay muy cerca de donde fue asesinado Federico, en Viznar.


(*) + Info: El Barranco del Padre Nuestro



(1) Ramón Ruiz Alonso ("El Obrero Amaestrado"), fue el autor material de la detención del poeta y padre de las actrices Emma Penella, Terele Pávez y Elisa Montés

(2) José Valdés Guzmán (el gobernador civil faccioso) tiene, en compensación por aquella y otras hazañas parecidas una calle en su ciudad natal, Churriana de la Vega.

viernes, marzo 10

Un día normal


Le gustaba, cuando estaba recién acostado, recapitular sobre todo lo que le había deparado el día. Pensaba que así recordaría mejor lo vivido. Era como visionar la cinta de video del día, descartando lo intrascendental y fijando lo relevante. Además, así el sueño venía pronto. Hoy estaba tardando en entrar en calor, la cama estaba más fría que otros días. El invierno estaba siendo largo, gris y tedioso. Pronto llegaría la primavera y, tras ella, el verano, el sol, las vacaciones junto al mar...

Había sido un día normal. Se había levantado al amanecer, como siempre, para preparar los desayunos. Mientras Elena luchaba con los niños, él acababa de vestirse a toda prisa. Haberse mudado a esta casa tenía alguna molesta servidumbre: había que madrugar un poco más para bajar a los niños al cole e ir al trabajo. Alfacar no quedaba muy lejos de Granada, pero la carretera era una pequeña comarcal empinada y con muchas curvas. Elena siempre decía que eran demasiadas curvas. ¡Qué sabría ella..., ni siquiera tenía permiso de conducir¡. Llevaba años pensando en sacarselo, pero el miedo y la falta de tiempo se lo impedían. Sin embargo, Luis sabía que al final lo tendría, Elena era una persona muy constante y tenaz, era otra de las cosas que admiraba de ella.

No entraba en calor. Pensó que mañana por la mañana, lo primero que haría sería subir el termostato de la calefacción. "Ahora no. Por no levantarme y bajar al sótano... prefiero aguantar", murmuró.

Se escuchaba un ruido. Era un zumbido monótono y casi imperceptible, de esos que produce un aparato eléctrico. "Alguno de las panificadoras del pueblo", pensó. Los ruidos de pueblo llegaban algunas veces aquí arriba, dependiendo de como soplara el viento. Por lo demás, raramente se escuchaba algo. Vivían, prácticamente, en la Sierra de Huétor. Era difícil oir ruidos y menos aún de madrugada. De día, esporádicamente, la chiquillería de la urbanización aturdía con sus voces y sus carreras.
Frío, decididamente tenía frío. Notó una humedad fría resbalando por el lóbulo de su oreja.
La mañana había sido como todas: esa bendita monotonía, que odias cuando tienes y añoras cuando pierdes. Así debía de ser.

Él era feliz, veía pasar el tiempo, pero sus sueños se iban cumpliendo: Elena, los niños, un trabajo que no era ni bueno ni bien pagado, pero le permitía tener tiempo para disfrutar de su escaso sueldo en compañía de los suyos.

La juventud se había marchado. Lo confirmó el día que la chica del supermercado le hablo de usted. La añoraba, pero todo no se podía tener. Le animaba el que se sentía aún muy joven y muy vivo. Quizás por eso compró aquel coche, con muchos caballos y muchas siglas que ni él mismo sabía qué significaban, pero que tenía el nervio de un potrillo salvaje. Elena siempre decía que no era coche adecuado para una familia, que deberían de haber comprado un monovolumen. Que era un coche demasiado potente. Que siempre iba a demasiada velocidad, en especial por la carretera de Alfacar. ¡Qué sabría ella¡. Conocía esa carretera como la palma de su mano, cada curva, cada bache... podría haber subido con los ojos cerrados. Luis no era como esos domingueros estúpidos que iban los domingos a los merenderos: siempre suben con exasperante prudencia y luego, a media tarde, se dejan caer de modo temerario, animados por los efectos del mosto de Huétor. Luis controlaba. Sí, la verdad es que siempre bajaba y subía muy rápido, pero conocía esa carretera y un poco de riesgo nunca viene mal, le hacía sentir vivo y le descargaba de adrenalina.

"Continúo con frío, y ese zumbido no cesa. Debería de levantarme y echar otra manta".

De pronto, pensó en algo. Recordaba lo transcurrido durante el día perfectamente. Sin embargo, no recordaba la llegada a casa, a media tarde. A decir verdad... sus recuerdos se difuminaban en el camino de vuelta a casa. Quizás fuera por el sueño, que comenzaba a aparecer, como siempre. Se preguntó si no amanecería resfriado. El día había sido frío, pero la casa era cómoda y confortable. “Mañana amanecerá todo escarchado. Ahí fuera, en la Sierra, sí que hace frío”. El sueño lo vencía lentamente.

Luis ignoraba algo. Fuera no estaba la Sierra y él no estaba en su dormitorio, ni reposaba en su confortable cama cubierto por el mullido edredón de plumas de oca. Se encontraba en un estrecho cubil de brillante acero inoxidable, cubierto por una gastada sábana, un pequeño ventilador introducía aire a una temperatura constante de 4 º C. Fuera de allí, una veintena de habitáculos como el suyo eran la decoración de toda una pared de aquel sótano. Un zumbido contínuo, más intenso que el que llegaba hasta Luis, lo invadía todo. En la pequeña puerta de cada habitáculo, una etiqueta identificativa del contenido. La etiqueta de Luis rezaba así:

INSTITUTO ANATÓMICO-FORENSE
NOMBRE: LUIS ALISEDA DE SOTO
Atestado de Tráfico 2326-19/2006
Hora Programada de Autopsia: 10:30 hrs. A.M.