Hay un cuento infantil esta tarde de Domingo en La Arbonaida, para disfrute de niños y mayores.
Los cuentos casi siempre tienen una moraleja didáctica. En este caso, tiene algo más. ¿Sabríais averiguar qué es?. Bahtian: tú que lo sabes, no lo digas. ¿Una pista? mirad en los enlaces.
Desconozco quién es el autor del cuento, por eso no aparece.
Miguel era zapatero, se dedicaba a fabricar zapatos. Era lo que sabía hacer casi desde niño. Ahora, con una esposa y tres chiquillos, su oficio a duras penas le dejaba para comer. Una noche se acostó muy triste pensando en sus problemas pero con la esperanza de poder convertir los pedazos de cuero que cortó al atardecer, en un par de lindos zapatos.
La pobreza de Miguel no le impedía ser generoso con los más necesitados y el premio a su bondad no tardaría en llegar.
Al día siguiente, se dispuso a trabajar en su humilde taller y ¡Oh sorpresa! encontró un par de hermosos zapatos que con toda su experiencia, estaba seguro que no podría hacer.
Los vendió, solucionó las necesidades de su familia y le quedó para compartir con los demás.
Compró y cortó más material, el cual dejó para coser al día siguiente. Y otra vez volvió a encontrar dos pares de zapatos más lindos aún que los primeros. Y así, día tras día.
Miguel y su mujer, decidieron descubrir a sus misteriosos ayudantes y se escondieron en un rincón oculto del taller.
Escucharon pequeñas pisadas y tenues murmullos y vieron un par de diminutos personajes que manipulaban con mucho esmero los pedazos de cuero y, como por arte de magia, los convertían en bellos zapatos y desaparecían rápidamente.
Los duendecitos estaban desnudos y Miguel y su mujer les confeccionaron lindos vestidos y pequeños zapatos .
Esa noche los duendes brincaron de contento al ver tan hermosos regalos y agradecidos abandonaron la humilde casa. Ellos no regresaron pero a Miguel nunca le volvió a faltar trabajo y él y su familia vivieron felices por siempre.
Landahlauts sutil, por lo menos hoy.