Cuentan las crónicas que Cornelia, hija de Escipión el Africano, fue madre de los más importantes reformadores que tuvo aquel Imperio nacido en las siete colinas: Tiberio y Cayo Graco.
Y cuentan esas mismas crónicas que, en una reunión de esposas patricias, con damas que lucían sobre sus cabezas y hombros una parte del oro que sus guerreros habían traído de las campañas, le pidieron a Cornelia, mujer austera, que mostrara sus alhajas.
Cornelia mandó a buscar a sus hijos, puso las manos sobre sus cabezas y dijo: “Éstas son mis alhajas…”