El suceso que voy a contar hoy en La Arbonaida podría parecer más un guión cinematrográfico que una historia verídica. Ocurrió en Andalucía, en Granada concretamente. En la antigua carretera de Sierra Nevada, una carretera de montaña, llena de curvas y de desniveles.
Es una historia muy inquietante, sobre todo su final. Tanto que, en un principio dude sobre si debía o no de contarla aquí. Se me ha ocurrido una solución que creo muy adecuada. Como la parte más "fuerte" es el final, está escrito con letras blancas, cuando lleguéis a él, al final del post, parecerá que hay unos renglones en blanco. Para leerlo deberéis seleccionarlos con el botón izquierdo del ratón y, sin soltar, llevarlo hasta e final de post. Aparecerá así el texto que podréis leer, si sois capaces.
Vosotros váis a tener la primicia, antes de que algún programita de esos de misterio de televisión o radio lo difunda. Este es:
"Un hombre estaba parado a la orilla de la carretera a medianoche. Su coche se había averiado y el lugar carecía de cobertura para el teléfono móvil. Mientras, llovía, el tiempo era infernal. Un agua nieve le golpeaba la cara insistentemente, además era imposible ver nada que estuviera a más de tres metros de distancia.
De repente, vio como un coche con las luces apagadas surgía de la oscuridad y se acercaba hasta donde él estaba, lentamente. Al llegar a su altura, se detuvo.
No se lo pensó, abrió la puerta y se subió. Cerró la puerta tras de él y agradeció, de corazón, el gesto del propietario del vehículo.
-Gracias. Vaya nochecita para una avería. ¿Podría...?
De pronto, contempló con estupor que no había nadie conduciendo el coche. Nadie.
En ese instante, el coche inicia de nuevo su marcha, lenta y pausada. Casi ceremoniosa e imparable.
El hombre, de pronto, comienza a escuchar voces. Voces que no entiende, acompañadas de jadeos y susurros pero, no hay nadie, excepto él, dentro del coche.
De pronto, mira hacia delante. Una curva, una cerrada curva se acerca a la trayectoria del vehículo.
Asustado, comienza a rezar e implorar por su salvación al advertir el que parece su trágico destino. Aún no ha terminado de salir de su espanto cuando, justo antes de llegar a la curva, aparece una mano tenebrosa por la ventana del chófer y mueve el volante lentamente pero con firmeza. El movimiento justo para que el coche describa la trayectoria de la curva de un modo exacto.
Paralizado por el terror y sin aliento, medio cierra los ojos y se aferra con todas sus fuerzas al asiento; inmóvil e impotente ve cómo sucedía lo mismo en cada curva del oscuro camino, y los quejidos y jadeos aumentaban en cada momento, lo que le provocaba tal espanto que cada vez se acurrucaba más en el asiento.
De pronto escucha unas voces jadeantes que le dicen...
-No te escondas, que te vemos,....¿por qué te escondes?.
Totalmente helado por el pánico, tras varios segundos sin atreverse a contestar, y ante la insistencia de las voces que le repetían lo mismo una y otra vez, responde..
-¡Por favor no me hagais nada!, ¡Por favor no!.
A lo que escucha un voz ronca, fuerte y clara que le dice....
-¿Que no te hagamos nada, cabrón?, ¡¡Como no salgas del coche y empujes como demás, te vamos a inflar a hostias."
Landahlauts está acojonadito vivo.