«Llegará un día en que tendremos que lamentar no haber sido más libres, más fuertes y más enamorados. Cuando no quede nada que defender. Cuando sólo las estatuas de sal anden entre las ruinas de lo que fuimos.
Hoy, 20 años después de aquel invierno de 1973, cuando lleno de pasión escribí y canté la Verdiblanca, me encuentra otra vez con mi pueblo, con las viejas heridas de siempre, con su collar de corazones rotos, de horizontes perdidos sin golondrinas ni balcones.
Hoy 20 años después, han desertado las estrellas de los sueños. Y la aventura de vivir y la utopía anida en las prisiones de la soledad. Hemos perdido el espíritu cívico, la solidaridad y la vergüenza. Estamos corrompidos por la crueldad, el egoísmo y el silencio. No tenemos capacidad de reacción y contentos con nuestros señores, somos una bicoca para el poder de turno. Años servidores.
Incapaces de interpretar los signos, con sus viejos, aburridos y arcaicos discursos, los partidos políticos ignoran las claves esenciales de la vida, la convivencia, el porque de las olas, la armonía y el orden de la Naturaleza. Y nos conducen al abismo de la desesperación y la apatía, como van las ballenas suicidas a las playas de la destrucción.
Hoy como decía aquella vieja jornalera de los Corrales “
Hoy mi niño, hay de tó pa’ la boca, pero falta alegría”.
Nos hemos acostumbrados a convivir con la mentira, la manipulación y la hipocresía. A justificarnos con ellas en nombre de la supervivencia. Hemos perdido voluntariamente las alas de la libertad ignorando que tras el miedo de vivir, el egoísmo, la indiferencia, la intolerancia, la bestia negra del fascismo nos espera.
Algo va a cambiar muy pronto. Algo va a reventar antes de que encontremos la razón de tantísima soledad, el sentido final de la belleza que buscamos, la estrella perdida. Por eso ha llegado el momento de recuperar el protagonismo de nuestras vidas. Nuestro propio destino, los sentidos del arte, la emoción y la valentía. Porque un ser humano es, como una nación y un corazón es como un universo y todos juntos debemos ser un pueblo. Tenemos que ser un pueblo.
Hay que terminar pronto con esa puta del Sur, la que devora a sus hijos como Saturno. La del paro, la droga, la ignorancia, la humillación y el conformismo. Y devolverle su memoria de luces, su magia primitiva y oculta. La grandeza de su instituto. Y recordarle que llegará un día en que tendremos que lamentar no haber sido más libres, más fuertes y más enamorados. Cuando no quede nada que defender. Cuando sólo las estatuas de sal anden entre las ruinas de lo que fuimos.
Por eso hoy, mientras espero vigilante en el horizonte a que lleguen los bárbaros que acaben pronto con este tiempo narcotizado, enseño los dientes y muerdo los cuchillos de la utopía,. Y pongo alas a mi corazón por el cielo radical y luminoso del futuro. Para luchar contra el pasado y sus símbolos. Contra su expresión y su cultura con la fuerza telúrica de la noche y el extraño poder del amor que hace girar el mundo.
Por eso yo levanto la bandera de mi pueblo. Por eso yo pronuncio el nombre hermoso de mi tierra. Y espero y deseo que las nuevas generaciones, con el poder que da la vida, recuperen los ritmos, la emoción, el arte y el firmamento. Y los arrojen contra este mundo que se derrumba y desaparecen en propio fracaso y en la memoria de los tiempos para siempre.
El pasado ya no existe. Hablemos sólo de su cadáver.
¡VIVA ANDALUCÍA LIBRE!»
Carlos CANO