Soy cafeinómano, lo admito. Hay temporadas en las que me resulta muy difícil pasar el día sin tomar un par de cafés. A los que nunca han tenido algún tipo de dependencia parecida, esto les parecerá una bobada... pero sé que hay muchos que me comprendéis y os solidarizáis conmigo.
Así, cuando el nivel de cafeína en sangre baja más de habitual, busco mi dosis donde sea. Dejo a un lado mis "exquisiteces" de Tarrazú de Costa Rica, el Kenya AA o el Blue Mountain de Jamaica y pierdo la dignidad "cafeteril". Sería capaz, en esos casos, de tomar cualquier café, incluso un torrefacto (ese brebaje cancerígeno) con mucho azúcar. Tan es así, que incluso he llegado a entrar en un hospital bucando (planta por planta) una máquina de café a las 10 u 11 de la noche: el mono, es lo que tiene.
En uno de esos "síndromes de abstinencia" me encontraba hace unos días cuando (casi a las dos de la tarde) pedí un café en un local de Dunkin' Coffee.
A pesar de mi síndrome de abstinencia... me indigné. Puedo pasar por alto el vaso de poliestireno expandido, aunque engaña peligrosamente sobre la temperatura del líquido. Puedo ignorar la ridícula tapadera de plástico blanco (hay quien la verá práctica, pensando que evita el derrame accidental del contenido). Ahora... por lo que no puedo pasar, lo que me parece totalmente indigno y vejatorio es que, en lugar de cucharilla, te den una pajita para beberlo como si aquello fuera una Fanta de Naranja. ¡Vamos, hombre, por favor!!!
Uno, a pesar de ser cafeinómano, tiene su dignidad. Faltaría más...
Mostrando entradas con la etiqueta cafe. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta cafe. Mostrar todas las entradas
viernes, mayo 8
jueves, octubre 23
Un viejo
En el fondo de un bullicioso café,
inclinado sobre la mesa, está sentado un viejo;
con un periódico delante, sin compañía.
Y en el abandono de su triste vejez,
medita cuán poco gozó de los años
en qué aún tenía vigor, verbo y belleza.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo, el tiempo en que fue joven le parece
ayer. ¡Qué poco tiempo hace, qué poco tiempo!
Ve cómo de él se burló la Prudencia
y cómo en ella fió siempre -¡qué locura!-
que falaz decía: “Mañana. Tienes mucho tiempo”.
Recuerda impulsos que contuvo y tanto
gozo como sacrificó. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su sensatez sin seso.
... Pero de tanto pensar y recordar,
el viejo cae aturdido. Y se duerme
apoyado en la mesa del café.
inclinado sobre la mesa, está sentado un viejo;
con un periódico delante, sin compañía.
Y en el abandono de su triste vejez,
medita cuán poco gozó de los años
en qué aún tenía vigor, verbo y belleza.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y sin embargo, el tiempo en que fue joven le parece
ayer. ¡Qué poco tiempo hace, qué poco tiempo!
Ve cómo de él se burló la Prudencia
y cómo en ella fió siempre -¡qué locura!-
que falaz decía: “Mañana. Tienes mucho tiempo”.
Recuerda impulsos que contuvo y tanto
gozo como sacrificó. Cada ocasión perdida
se burla ahora de su sensatez sin seso.
... Pero de tanto pensar y recordar,
el viejo cae aturdido. Y se duerme
apoyado en la mesa del café.
Título: Un viejo
Autor: Konstantinos Petrou Kavafis (1863-1933)
Autor: Konstantinos Petrou Kavafis (1863-1933)
Fotografía: El Hombre del Bar
Autor: Landahlauts
domingo, mayo 6
Un café, por favor...
En mi ciudad, en Granada, con nuestra proverbial malafollá damos por sentado que al pedir un café el camarero ha de saber cómo lo queremos (solo, cortado, con leche...) Así, es normal que si pides un café y el camarero te pregunta "¿lo quiere solo?", tu le respondas con mala follá: "bueno, si te quieres tomar tu otro..." Nos ofende pensar que el camarero no acierte a intuir cómo lo queremos.
En Málaga no, en Málaga hace muchos años que perfeccionaron el sistema y cuando pides un café, lo normal es que especifiques las proporciones de café y de leche que quieras:
* Solo. Café negro.
* Largo. Más de la mitad de café con leche.
* Semilargo. Entre medias con el siguiente.
* Mitad. Café y leche mitad y mitad.
* Corto. Café con algo menos de la mitad de leche.
* Sombra. Un dedo de café con leche.
* Nube. Un vaso de leche con un poquito de café.
* No me lo ponga. Leche sin café.
Y es que, según aparece en SUR Digital, fue hace ya más de 60 años cuando José Pardo, propietario de una de las cafeterías más señeras de la capital, el Café Central, ideó este peculiar sistema. Desde entonces en Málaga no basta con decir un café con poca o mucha leche, hay que especificar aún más y utilizar alguna de estos calificativos: Nube, sombra, corto, semicorto, mitad, semilargo, largo y solo. Aunque aplicando la lógica y ciertas dosis de imaginación puede resultar posible averiguar a que se corresponde cada uno de ellos, lo cierto es que las dudas pueden surgir. Pero es sencillo. La nube es realmente un vaso de leche con un poquito de café, para aquellos que gustan darle sólo sabor. En el sombra la cantidad de café aumenta un poco, más o menos un dedo, como se suele decir comúnmente, mientras que en el corto el café se queda a un poco menos de la mitad del recipiente. Si todo va bien hasta aquí, continuamos con el mitad que, como su propio nombre indica, se compone de la mitad de café y la mitad de leche. En el largo la proporción del café aumenta un poco y, finalmente el solo se caracteriza por la ausencia total de la leche, indicado para los verdaderos amantes de esta bebida negra excitante. En cuanto al semicorto y semilargo, son los menos demandados. Estas denominaciones sólo son válidas en Málaga.
Así que ya lo sabéis, cuando vayáis a Málaga y penséis en pedir un café... tened claro lo que queréis y cómo pedirlo.
En Málaga no, en Málaga hace muchos años que perfeccionaron el sistema y cuando pides un café, lo normal es que especifiques las proporciones de café y de leche que quieras:
* Solo. Café negro.
* Largo. Más de la mitad de café con leche.
* Semilargo. Entre medias con el siguiente.
* Mitad. Café y leche mitad y mitad.
* Corto. Café con algo menos de la mitad de leche.
* Sombra. Un dedo de café con leche.
* Nube. Un vaso de leche con un poquito de café.
* No me lo ponga. Leche sin café.
Y es que, según aparece en SUR Digital, fue hace ya más de 60 años cuando José Pardo, propietario de una de las cafeterías más señeras de la capital, el Café Central, ideó este peculiar sistema. Desde entonces en Málaga no basta con decir un café con poca o mucha leche, hay que especificar aún más y utilizar alguna de estos calificativos: Nube, sombra, corto, semicorto, mitad, semilargo, largo y solo. Aunque aplicando la lógica y ciertas dosis de imaginación puede resultar posible averiguar a que se corresponde cada uno de ellos, lo cierto es que las dudas pueden surgir. Pero es sencillo. La nube es realmente un vaso de leche con un poquito de café, para aquellos que gustan darle sólo sabor. En el sombra la cantidad de café aumenta un poco, más o menos un dedo, como se suele decir comúnmente, mientras que en el corto el café se queda a un poco menos de la mitad del recipiente. Si todo va bien hasta aquí, continuamos con el mitad que, como su propio nombre indica, se compone de la mitad de café y la mitad de leche. En el largo la proporción del café aumenta un poco y, finalmente el solo se caracteriza por la ausencia total de la leche, indicado para los verdaderos amantes de esta bebida negra excitante. En cuanto al semicorto y semilargo, son los menos demandados. Estas denominaciones sólo son válidas en Málaga.
Así que ya lo sabéis, cuando vayáis a Málaga y penséis en pedir un café... tened claro lo que queréis y cómo pedirlo.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)