domingo, octubre 15
martes, octubre 3
Vexilología
El vocabulario vexilológico, como seguramente todos sabéis 😁, es el lenguaje de las banderas. En este vocabulario, la bandera al revés tiene dos significados posibles:
- El primero indica que es una forma de declarar rendición ante el enemigo.
- El segundo significa solicitud de petición de auxilio por amotinamiento, secuestro...
Yo... ahí lo dejo. Aunque nunca sabremos cuál de los dos motivos llevó en este caso a poner esta bandera al revés.
domingo, marzo 19
Compañías inquietantes....
Hay que tener muy mala sangre para colocar el Cabernet Sauvignon Dracula, junto al Tempranillo de Finca La Estacada.
No hay más que ver cómo mira el Conde a su compañero de estantería para darse cuenta....
martes, febrero 14
martes, febrero 7
La desembocadura del Río Guadalfeo
En memoria de las personas (familias enteras en bastantes casos) que, huyendo de las tropas franquistas, recorrieron en el mes de febrero de 1.937 la carretera desde Málaga a Almería, hostigados por el ejército fascista italiano desplegado en campaña, como si frente a ellos tuviera a otro ejército, cuando sólo se trataba de población civil en huida. Fueron bombardeados constantemente desde el aire y desde el mar.
Al tratar los refugiados de remontar el río Guadalfeo (cuyo puente había sido destruido por la aviación fascista), los sublevados abrieron las compuertas del río, ahogando a gran cantidad de personas cuyos cuerpos acabaron en el mar.
Entre tres y cinco mil andaluces, civiles indefensos, murieron en la Carretera de Málaga a Almería durante aquellas fechas.
sábado, enero 14
El encanto de Salobreña
Salobreña, una de las joyas de la corona nazarí, un paraíso tropical de Andalucía, en cuya vega se cultivaba caña de azúcar, naranja, algodón, maíz, claveles, morera para la seda.
Hoy en día sigue luciendo esplendorosa al borde del Mar de Alborán (esa esquina del Mediterráneo), coronada por su Castillo arropado por casas blancas que recubren el cerro sobre el que se asienta la villa. Y, a sus pies, la vega de la que poco a poco desapareció la caña de azúcar, siendo reemplazada por los cultivos habituales de huerta y por las frutas tropicales (mango, chirimoyo, aguacate, carambolo, guayaba).
Hace unos pocos meses se iniciaron las obras de urbanización y construcción de unos hoteles junto a la costa, en lo que ha sido durante siglos la Huerta de Salobreña.
Landahlauts: Este pueblo es una preciosidad, siempre me ha gustado: tan blanco, rodeado por el mar y los campos de cultivo. Esto sí es un pueblo con encanto. Lástima que se esté perdiendo la Huerta, con esos hoteles...
Salobreñero: Ya. La Huerta es muy bonica pero apenas da trabajo , y cada vez se cultivaba menos, porque no era rentable. Tengo tres hijos parados y yo estoy a expensas de que el Ayuntamiento quiera o no hacerme un contrato. El encanto no da de comer.
No dije nada. Entre otras cosas porque de poco iba a servir: "empleo" es un argumento demoledor en un país que es potencia mundial en niveles de... desempleo.
Así que ya no hay vuelta atrás: llegarán esos hoteles, sí. Y con ellos, restaurantes, bares, chiringuitos, franquicias... Probablemente todos ellos se llenen de turistas deseosos de disfrutar mucho y gastar lo menos posible.
Y llegará la competencia, claro. Habrá que reducir precios, para poder mejorar la oferta de la Costa del Sol, de la Costa Valenciana, de Túnez, de Croacia, de Italia... Y para reducir esos precios, habrá que reducir costes. Y uno de los principales costes en la hostelería es el gasto de personal. Y llegarán las jornadas de doce o trece horas, sin derecho a queja, por seiscientos u ochocientos euros al mes, los contratos basura, la precariedad... y un pueblo que acabará siendo una fotocopia penosa de tantos pueblos de la hormigonada costa mediterránea.
Dicen en Salobreña que el encanto no da de comer. Veremos si la precariedad lo hace...
Hoy en día sigue luciendo esplendorosa al borde del Mar de Alborán (esa esquina del Mediterráneo), coronada por su Castillo arropado por casas blancas que recubren el cerro sobre el que se asienta la villa. Y, a sus pies, la vega de la que poco a poco desapareció la caña de azúcar, siendo reemplazada por los cultivos habituales de huerta y por las frutas tropicales (mango, chirimoyo, aguacate, carambolo, guayaba).
Hace unos pocos meses se iniciaron las obras de urbanización y construcción de unos hoteles junto a la costa, en lo que ha sido durante siglos la Huerta de Salobreña.
Landahlauts: Este pueblo es una preciosidad, siempre me ha gustado: tan blanco, rodeado por el mar y los campos de cultivo. Esto sí es un pueblo con encanto. Lástima que se esté perdiendo la Huerta, con esos hoteles...
Salobreñero: Ya. La Huerta es muy bonica pero apenas da trabajo , y cada vez se cultivaba menos, porque no era rentable. Tengo tres hijos parados y yo estoy a expensas de que el Ayuntamiento quiera o no hacerme un contrato. El encanto no da de comer.
No dije nada. Entre otras cosas porque de poco iba a servir: "empleo" es un argumento demoledor en un país que es potencia mundial en niveles de... desempleo.
Así que ya no hay vuelta atrás: llegarán esos hoteles, sí. Y con ellos, restaurantes, bares, chiringuitos, franquicias... Probablemente todos ellos se llenen de turistas deseosos de disfrutar mucho y gastar lo menos posible.
Y llegará la competencia, claro. Habrá que reducir precios, para poder mejorar la oferta de la Costa del Sol, de la Costa Valenciana, de Túnez, de Croacia, de Italia... Y para reducir esos precios, habrá que reducir costes. Y uno de los principales costes en la hostelería es el gasto de personal. Y llegarán las jornadas de doce o trece horas, sin derecho a queja, por seiscientos u ochocientos euros al mes, los contratos basura, la precariedad... y un pueblo que acabará siendo una fotocopia penosa de tantos pueblos de la hormigonada costa mediterránea.
Dicen en Salobreña que el encanto no da de comer. Veremos si la precariedad lo hace...
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jueves, diciembre 29
Para 2017...
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martes, noviembre 29
La vecina en bragas...
Hace unos días, en el patio, mientras tendía la colada, vi a la vecina de enfrente tendiendo también. Vestía una camiseta de manga larga y unas bragas. Y sonrió al saludarme.
Me dió mucha alegría al verla así.
Sí. Sé que dicho así queda un poco "extraño" pero... dejad que os explique.
Mi vecina tenía un marido que era muy fascista y muy borracho. No sabría decir si era más de lo primero que de lo segundo, o viceversa. Pero de ambas cosas era bastante. Supongo que ella no llevaría especialmente mal que fuera muy fascista, y le incomodaría más que fuera muy borracho. Mi caso era el opuesto. Me molestaba más por fascista. Claro, que no era yo el que esperaba en casa, para verlo entrar como un pelele ridículo harto de copas. Yo sólo sabía que al otro lado del muro, en el piso contiguo, dormía un fascista que, por cuestiones que no vienen al caso, además tenía licencia de armas. Eso era lo que más me inquietaba.
La parca no entiende de ideologías. Así que un buen día, mi vecino el fascista borracho, murió. Y la causa no fue muy original dada su afición desmedida por la bebida: una cirrosis fulminante. De esto hace ya una decena de años.
Ella quedó muy afectada con su muerte. A veces nos acostumbramos a las personas y cuando faltan, es como si se hundiera nuestro mundo. Aunque racionalmente, no los echemos de menos en absoluto, simplemente porque nos hemos acostumbrado a su presencia, como te acostumbras a leer mientras estás sentado en el retrete, o a meterte el dedo en la nariz durante los atascos.
En otras ocasiones el motivo de esa afectación es más trágico aún: "eres mi vida, no podría vivir sin ti"... y resulta que es verdad, que esas personas deciden no ser ya un ser vivo autónomo, sino un organismos dependientes de otro. Esto último es más lamentable aún, aunque esa dependencia sea por amor.
No sé si ella lo echó de menos, ni siquiera tengo la certeza de que él fuera "su vida"... Pero os aseguro que la muerte de su marido le desgarró el alma durante demasiado tiempo.
Así, comenzó a apagarse, lentamente. Yo, al verla, siempre pensaba: "ahora que tiene motivos para vivir, sin que nadie le amargue la vida..." Pero no. Como dirían las personas mayores "se dejó": no cuidaba su aspecto, no se arreglaba, siempre con un chándal oscuro, encerrada en sí misma....
Hace unos días, en el patio, mientras tendía la colada, vi a la vecina de enfrente tendiendo también. Vestía una camiseta de manga larga y unas bragas. Y sonrió al saludarme.
Me dió mucha alegría de verla así... hasta que la vi colgar unos calzoncillos boxer de hombre.
Está bien que mi vecina vuelva a ser feliz. De verdad que me alegro, Y me gusta que se sienta amada y deseada de nuevo. Pero no me gustaría que pensara que "no puede vivir sin él".
Esta vez no, vecina. Puedes vivir, colgando calzoncillos o sin colgarlos... pero recuerda que no eres parte de nadie.
viernes, noviembre 4
Las vueltas de la vida....
Nació lejos, a casi cuatro mil kilómetros de distancia. Cuando yo lo conocí, era un tipo calvo, de mediana edad, con ojos negros, muy brillantes. Criado en el seno de una familia de clase acomodada, cuando de joven se encaprichó en estudiar Medicina en el sur de Europa, nadie puso reparo alguno. Se matriculó en Granada y, durante la carrera, quedó encandilado de una andaluza, de ojos tan negros como los suyos y pelo zahíno. Se casaron, y fundaron su propio hogar, en esta ciudad. El trabajo nunca faltó.
Jamás sufrió el desprecio del racismo. Seguramente porque nunca fue pobre. Y es que, para muchos, no es lo mismo ser "el moro" del segundo, que ser "Don Fulano, el pediatra árabe del segundo". El racismo suele ser económico.
Siempre que mentaba a su ciudad, esa que visitaban al menos una vez al año, sus ojos negros brillaban más que nunca. Contaba sus bellezas, hablaba de sus monumentos, enumeraba las similitudes con Granada y su gente. Recordaba a sus padres y hermanos: prósperos comerciantes a los que la fortuna y el trabajo duro les permitía vivir más que bien en la Ciudad Vieja, aquella que la UNESCO declaró Patrimonio de la Humanidad.
Los parientes de allá también venían frecuentemente a Granada. Pasaban una o dos semanas, disfrutaban de la familia, estrujaban sus tarjetas de crédito y volvían a su tierra, cargados de caprichos y de regalos.
Pero llegó la guerra, la maldita guerra. Y Abdul contempló horrorizado como la sinrazón acababa con muchos de los suyos, con sus negocios, con su futuro, con la esperanza de todos. Abdul vio, y ve aún, como su ciudad, Alepo, se ha convertido en un sanguinario campo de batalla de un presidente tirano, de unos desquiciados que usan el nombre de Dios como excusa y de unas cuantas potencias extranjeras que quieren demostrar a las otras "que la tienen más grande" que las demás. Mientras, la gente muere.
La familia de Abdul en Alepo, los pocos que sobrevivieron, fueron afortunados, comparados con sus conciudadanos de menos recursos. Juntaron sus alhajas y una decena de miles de dólares y huyeron, dejando su pasado desangrándose detrás. Huyeron al norte, hasta Turquía. Desde ahí, después de pagar sobornos, después de viajar como animales en camiones a precio de vuelo en First Class, después de cientos de penalidades... llegaron a un campo de refugiados en algún lugar de Europa del Este.
Hoy, la familia de Abdul, vive en una tienda de campaña donada por la Canadian Red Cross. Un policía sin escrúpulos les "confiscó" las alhajas, y los dólares que quedaban. Sus móviles de última generación son ahora cacharros inútiles después de que la lluvia y un tiempo infernal, los mantuviera húmedos durante semanas.
Sin embargo, guardan esos móviles inanimados. Quizás porque sea el último vestigio que les queda de un pasado brillante, no muy lejano, en el que vivían plácidamente en su casa de la ciudad vieja de Alepo.
Esos recuerdos ayuda a pasar los días en una tienda de campaña por la que cuela a partes iguales el frío y la lluvia...
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