Salobreña, una de las joyas de la corona nazarí, un paraíso tropical de Andalucía, en cuya vega se cultivaba caña de azúcar, naranja, algodón, maíz, claveles, morera para la seda.
Hoy en día sigue luciendo esplendorosa al borde del Mar de Alborán (esa esquina del Mediterráneo), coronada por su Castillo arropado por casas blancas que recubren el cerro sobre el que se asienta la villa. Y, a sus pies, la vega de la que
poco a poco desapareció la caña de azúcar, siendo reemplazada por los cultivos habituales de huerta y por las frutas tropicales (mango, chirimoyo, aguacate, carambolo, guayaba).
Hace unos pocos meses se iniciaron las obras de urbanización y construcción de unos hoteles junto a la costa, en lo que ha sido durante siglos la Huerta de Salobreña.
Landahlauts: Este pueblo es una preciosidad, siempre me ha gustado: tan blanco, rodeado por el mar y los campos de cultivo. Esto sí es un pueblo con encanto. Lástima que se esté perdiendo la Huerta, con esos hoteles...
Salobreñero: Ya. La Huerta es muy bonica pero apenas da trabajo , y cada vez se cultivaba menos, porque no era rentable. Tengo tres hijos parados y yo estoy a expensas de que el Ayuntamiento quiera o no hacerme un contrato. El encanto no da de comer.
No dije nada. Entre otras cosas porque de poco iba a servir: "
empleo" es un argumento demoledor en un país que es potencia mundial en niveles de... desempleo.
Así que ya no hay vuelta atrás: llegarán esos hoteles, sí. Y con ellos, restaurantes, bares, chiringuitos, franquicias... Probablemente todos ellos se llenen de turistas deseosos de disfrutar mucho y gastar lo menos posible.
Y llegará la competencia, claro. Habrá que reducir precios, para poder mejorar la oferta de la Costa del Sol, de la Costa Valenciana, de Túnez, de Croacia, de Italia... Y para reducir esos precios, habrá que reducir costes. Y uno de los principales costes en la hostelería es el gasto de personal. Y llegarán las jornadas de doce o trece horas, sin derecho a queja, por seiscientos u ochocientos euros al mes, los contratos basura, la precariedad... y un pueblo que acabará siendo una fotocopia penosa de tantos pueblos de la hormigonada costa mediterránea.
Dicen en Salobreña que el encanto no da de comer. Veremos si la precariedad lo hace...