Fotografía: Shut up!
Autor: Landahlauts
Ayer mañana, en el trabajo, cuando estaba a punto de marcharme llegó un cliente. Es un cliente habitual, conocido de la empresa, de trato agradable, educado, va siempre muy bien vestido y tiene un coche de esos que pretenden manifestar un determinado estatus social.
Al marcharse, prácticamente salimos juntos, tanto que en la carretera íbamos uno detrás del otro. De pronto, llegamos a un lugar de la autovía que está en obras: había tráfico lento, con retenciones. Y, llegados a este punto, este ciudadano tan correcto y educado, tan aparentemente integrado en la vida en sociedad... pegó un volantazo a su magnífico coche alemán y comenzó a adelantar a todos los vehículos parados... por el arcén, por la derecha. Lo hizo, además, con una sola mano, ya que en la otra llevaba un teléfono móvil por el que hablaba.
Aluciné. Me pregunté, una vez más, qué extraño vapor desprende la tapicería de los automóviles que hace que ciudadanos perfectamente integrados y educados... se conviertan en insufribles gilipollas maleducados cuando conducen un automóvil. ¿Nos quería demostrar algo a los que estábamos esperando? ¿Lo potente que es su auto? ¿Lo caro que vale su tiempo? ¿Su espíritu deportivo? A mi, sólo me ha dejado clara una cosa: es imbécil.

