Quizás algún día mi hija cuente a sus hijos algo parecido a esto:
«Fue en 2011. Tenía yo nueve años cuando se prohibió fumar en los espacios públicos cerrados y en las cercanías de colegios, hospitales y parques infantiles. Hasta aquel momento era considerado "normal" estar en la barra de la cafetería y que otro cliente, a tres palmos de ti, encendiera un pitillo. Nadie preguntaba si molestaba o no, la máxima era: "Si no está prohibido, lo puedo hacer. Si está prohibido, pero no hay quien me multe, también".
Pero, no quedaba la cosa ahí, mi padre contaba que cuando él era niño se podía fumar en cualquier lugar: sólo estaba prohibido en las gasolineras y en las iglesias (en un caso por seguridad y en el otro porque a Dios nunca le cayeron bien los fumadores). Podías fumar en un autobús urbano atestado de gente, en el avión, en el tren, en el coche aunque llevaras a tus hijos, en El Corte Inglés mientras comprabas ropa, en una maternidad mientras veías a un recién nacido... Me contó que, incluso, en cierta ocasión un fontanero que había ido a su casa a arreglar un grifo se molestó cuando el abuelo le pidió que apagara el cigarrillo porque en casa no se fumaba y además había un bebé (era yo).... ¿te lo puedes creer? ¡¡¡el tipo aquel se molestó porque el dueño de la casa le pidió educadamente que no fumara!!!. Pero es que en los años anteriores fue aún peor, y sé que esto te resultará increíble: en los años ochenta del siglo pasado no era extraño que te atendiera un médico en la consulta mientras disfrutaba de un cigarrillo. Mientras mi abuela paría a tu tío-abuelo B. el médico que la atendía en el paritorio estuvo con un puro en la boca (encendido, claro). Eran años en que había mucha gente "enganchada" a aquello, y eso que a muchos les provocó enfermedades graves y, a otros, la muerte. Contaba el abuelo una imagen que le impresionó, la de un anciano traqueotomizado, fumando con avidez en la puerta del hospital en que estaba ingresado.
Lo cierto es que, durante muchos años, la venta de tabaco reportó grandes ingresos a las arcas públicas, incluso la asignación de los estancos (las tiendas donde se suministraba tabaco a los fumadores) estaba regulada por el gobierno. Algún político lumbreras (algo excepcional en aquellos años) hizo números y se dió cuenta de que, el dinero ingresado por los impuestos al tabaco, era menor que "el que costaban" luego los ciudadanos en bajas, enfermedades, medicinas (en aquellos años la sanidad era gratuita aún)... Y por eso se decidieron a acabar con el tabaquismo en la población, aunque de un modo "un poco relajado": en las cajetillas de tabaco las autoridades sanitarias avisaban de que el humo del tabaco provocaba enfermedades y a pesar de ello... no estaba prohibido que un padre fumara en casa delante de sus hijos... Pura hipocresía.
Y es que, hija mía, era muy rara la gente del siglo pasado... muy rara...»
Nota: Esto que voy a decir puede dañar gravemente mi imagen de "andaluz bocazas e impertinente", sin embargo... es la realidad. Las líneas que habéis leído anteriormente no está hechas para provocar a nadie, ni en general, ni en particular. No pretenden ser un "ataque" a los fumadores. Pero, fumadores o no, reconoced conmigo que algunas de las cosas que se cuentan en ese texto ya nos resultan increibles que ocurriera. Pero son ciertas. Cuando yo era un niño sólo estaba prohibido fumar dentro de una iglesia. Pensad en cualquier otro lugar, cualquiera... y allí se podía fumar. Fumador o no, supongo que cualquiera está dispuesto a tragarse su humo cuando a él o a ella le plazca.... ¿o no es así?