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miércoles, noviembre 16

El supremo sacrificio


El Sacrificio

La crisis de la deuda soberana golpea ya a 12 de los 17 países del euro


Solo Luxemburgo, Holanda, Finlandia y Estonia, al margen de Alemania, tienen una prima inferior a la de España de mayo de 2010 - Nuevo récord del diferencial español

La Unión Europea se tambalea. Es lo que tienen los castillos de napies: en cuanto los golpea un poco el viento se vienen abajo. Y toda esa legión de expertos, de políticos, parecen no saber qué solución aportar.

Podríamos recurrir a remedios antiguos y de una eficacia probada. A mi se me ocurre alguno: ¿Qué tal si sacrificaramos, como ofrenda al Dios Mercado, a un centenar de jóvenes doncellas españolas? Los lugares más indicados serían, sin duda, a las puertas de la Bolsa de Madrid, o en la escalera de entrada al edificio del Banco Central Europeo. Y oficiaría las ceremonias la ministra de Economía, Elena Salgado. Es una solución dolorosa y primitiva pero ¿y si da resultado? ¿y si esas muertes de inocentes sirvieran para expiar nuestros pecados y mostrar nuestra sumisión ante el verdadero dios?


Fotografía: El Sacrificio
Autor: Landahlauts

viernes, septiembre 9

Europa y Andalucía


«¡Europa, no: Andalucía! Europa es, por su método, la especialización que convierte al individuo en pieza de máquina. Andalucía es, por el suyo, la integridad que percibe al individuo como un mundo completo, ordenado al mundo creador. Europa es el individuo para la masa.
Andalucía el individuo para la humanidad. Europa es el feudalismo territorial e industrial. (…). Nosotros no podemos, no queremos, no llegaremos jamás a ser europeos.
Externamente, en el vestido o en ciertas costumbres ecuménicas impuestas con inexorable rigor, hemos venido apareciendo aquello que nuestros dominadores exigieron de nosotros. Pero jamás hemos dejado de ser lo que somos de verdad: esto es, andaluces».

jueves, junio 4

Pero la tiene que menear, Abuelo


«Rajoy utilizó un avión del Ejército en la campaña electoral de 2003»

«El PP denuncia que Zapatero usó un avión militar para acudir a un mitin»


Ahí los tenéis, en los atriles de esos mítines a los que ya sólo acuden los incondicionales y los jubilados (siempre que haya autocar, cerveza y bocadillo). Al bajar del autocar: bolsa de picnic, gorra y la banderola ("pero la tiene que menear, abuelo"). Además de "menear la banderola"... tiene que aplaudir a rabiar en los 20 segundos de conexión con el informativo (esto es muy importante). También hay que abuchear cuando se escuche el nombre de los otros candidatos. "...si ve que se va a liar, abuelo, usted haga lo que hacen los demás" (estos puñeteros viejos se confunden y luego siempre hay algún malnacido que te lo saca en primera "con el paso cambiado"). En el escenario, detrás del candidato... el resto del decorado: cuarenta o cincuenta incondicionales jóvenes y guapos que, a la señal del regidor, deben de mostrar su entusiasmo (esos entran en el plano de televisión y son muy importantes). "...me los maquilláis, pero algo discretito..." "...¿cómo que no ha venido la intérprete de lengua de signos? ¿será posible? ¿qué ponemos ahora en aquella esquina?". El candidato hablará de sus cosas, esas que le han dicho los asesores que son las que queremos oír y nos motivan para votarlos: el uso privado de los aviones por los demás candidatos, de nuestro dinero, de sus elecciones, de lo importante que es que vayamos el domingo a votar, del aborto (no viene a cuento, pero tiene mucho tirón)... También se escupirán mutuamente el número de parados a la cara: unos cuentan lo alto que es, otros que ya ha comenzado a bajar... Unos esdrujulizando el castellano y otros con un ceceo extraño...

Cuando los veo, escucho y medito sobre lo que dicen. Entonces, y solo entonces, se me plantea una cuestión de vital importancia: ¿alguien sabe cuál es el pronóstico del tiempo en la costa andaluza para este fin de semana?

 Así que, este fin de semana, no le voy a menear la banderola a nadie. Y, el lunes, seguiré teniendo derecho a hablar y a criticar porque, ese no me lo quita ni me lo pone nadie. Y además, pago mis impuestos. No te jode.

Fotografía: Cameron Art Museum

sábado, junio 14

Euroescepticismo


Perplejo seguí, ayer tarde, las reacciones que ha provocado el rechazo de Irlanda al Tratado de Lisboa. "El resultado mete a la UE en un nuevo y profundo atolladero", aseguraba ELPAÍS.com esta tarde. Opiniones parecidas se escuchaban a los comentaristas de los informativos radiofónicos. El "NO" de Irlanda tiene el mismo valor que tuvo el "SI" de España en el referéndum de la Constitución para Europa. ¿Recuerda alguien aquel referéndum? Los Estados de segunda división no pintan nada en Europa. Y pintarán menos aún cuando el Tratado de Lisboa entre en vigor. Mientras no sea, por ejemplo, Alemania quien muestre su negativa al Tratado, este seguirá su curso. El voto de un europeo de Andalucía no vale lo mismo que el voto de un europeo de Sajonia. No me gusta la Europa que están construyendo, a espaldas de los ciudadanos. Es un simple entramado de burócratas bien pagados y de políticos amortizados en un retiro de lujo, paridores de miles de directivas que casi nunca se cumplen. Ahora, además, pretenden echar marcha atrás en las conquistas sociales de los trabajadores. Pretenden cargarse de un plumazo eso que ellos llamaban hace unos años, de modo rimbombante, "El Estado del Bienestar". Esta caterva de políticos absurdos pretenden recuperar y legalizar la semana laboral de 65 horas. Después, seguro que se les ocurre retrasar la edad de jubilación a los 70 años. No cejarán hasta "equipararnos" en derechos sociales con la mano de obra infantil de China. Para hacernos "competitivos". Con un par. Quiero una Europa libre, democrática. Que mire al futuro y se preocupe por el bienestar de sus ciudadanos y del resto del Planeta. Quiero una Europa que respete el medio ambiente. Que respete el derecho de los pueblos a ser lo que quieran ser, que tenga en cuenta a las minorías. Que tenga peso específico en los foros internacionales... No me gusta vuestra Europa. No contéis conmigo.

jueves, abril 20

Eurodiputados de Andalucía



Recuerdo, en un cuartel del ejército español en Granada (hace años ya), donde el "regalo de boda" de los mandos a un compañero era nombrarlo encargado de la intendencia durante un periodo de tiempo largo. A buen entendedor, pocas palabras bastan.

Cuando en el Estado español algún político se ha convertido en un "político amortizado" o cuando su partido lo quiere "quitar de en medio", pero de un modo elegante, se le "asciende" a diputado europeo y se le manda a Estrasburgo, al Parlamento Europeo.

Recordemos que la sede central del parlamento está en Estrasburgo, donde se celebran las sesiones plenarias. Sin embargo, las comisiones y sesiones plenarias adicionales se reúnen en Bruselas, mientras que la Secretaría General del Parlamento está ubicada en Luxemburgo. Pensemos en la cantidad desorbitada de gastos en movimiento de funcionarios, asistentes, becarios y parlamentarios que puede generar esta deslocalización de sedes de un Parlamento que, por cierto, es el más grande del mundo, después del parlamento indio.

Allí, en su exilio dorado, en el cementerio de elefantes, hay un montón de Europarlamentarios y su corte de asistentes. De estos Europarlamentarios, difícilmente podríamos recordar el nombre de alguno a nivel estatal y más difícilmente alguno andaluz. Sus caras sólo las vimos cuando nos pidieron el voto.

Cada diputado tenía en 2004 una asignación de 12.000 euros al mes para poder dedicarla al pago de los asistentes (que no son funcionarios, son personal de libre designación). Hay diputados que tienen uno, dos, o hasta cuatro asistentes, e incluso varias secretarias. Es una decisión personal del diputado en función de sus necesidades, o de su generosidad, siempre que no supere los 12.000 euros mensuales.

Los sueldos de los eurodiputados varían en función de la nacionalidad, ya que el reglamento actual establece el mismo salario que los diputados de sus países de origen. Los españoles, de los peores pagados, reciben 14 pagas de 2.723 euros Hay que tener en cuenta que el trabajo de eurodiputado es compatible con cualquier otra función, bien política, o bien en el sector privado, y que ninguno de los eurodiputados se dedica en exclusiva a este cargo (suele ocuparle una media de dos días a la semana). Además, desde los 60 años cobran una pensión de jubilación, independientemente de que reciban otra o trabajen.

Dividen su trabajo entre las dos sedes de la Eurocámara: la de Bruselas, donde se celebran las comisiones parlamentarias sectoriales (de martes a jueves, generalmente), y la de Estrasburgo (con sesión plenaria una vez al mes). Sólo hay control de sus asistencias a las sesiones plenarias. De hecho, hubo que condicionar el pago de la dieta al voto en la sesión (se aprobó por los pelos y fue duramente contestado por algunos). Aun así, todavía hay quien llega, vota y se va, sin escuchar los debates. No faltó nadie, en cambio, el día de la aprobación de una propuesta para seguir sin trabajar los viernes de las semanas de sesión. «Algunos eurodiputados son como el Yetti, nadie los ha visto», se bromea en Bruselas.

El parón estival suele prolongarse desde la sesión plenaria de julio, más o menos a principios de mes, hasta la de septiembre, lo que supone casi dos meses de receso. También significativo es el descanso navideño: prácticamente un mes. En cualquier caso, no hay que fichar, no hay ningún control para presionar a sus señorías a trabajar.Su presencia en el Parlamento depende, las más de las veces, de lo ocupados que estén en sus negocios nacionales.

La Eurocámara aún se resiente al recordar el reciente escándalo en el que, a través de una cámara oculta, se veía a un diputado alemán explicando a otros colegas cómo sacar el máximo provecho de las dietas para conseguir más de 10.000 euros extras al mes. Y, es que las dietas por los viajes a Bruselas y Estrasburgo se calculan a la ligera y muy por lo alto: se trata de un forfait que incluye el billete de avión en la tarifa denominada «económica sin restricciones» que cuesta bastante más del habitual, más el transporte al y desde el aeropuerto y una compensación por la distancia que se calcula en función de la lejanía desde la que se desplaza el diputado. En general, las dietas aportan al bolsillo del diputado una media de 1.200 euros extra cada semana, una vez restado los gastos de viajes. Hay quien le parece poco, como el caso de un español que hace varios años intentó empadronarse en Canarias, para cobrar aún más compensación por la distancia.

Difícil se nos hace creer en Europa a muchos. Y más después del penoso recuerdo de aquel Referendum al que fuimos convocados (la única vez en mi vida que no he votado) y que, al rechazarlo los ciudadanos de los países con peso específico en Europa... quedó en agua de borrajas. Parece que lo único que funciona en Europa son los billetitos esos que nos colocaron hace unos años y que sólo han servido para encarecer el nivel de vida. Por lo demás, parece que en Europa no creen ni los Eurodiputados.