La Junta mandó un montón, decenas de ellos. Había de varios colores: blancos, amarillos, azules, grises... Venían junto con unas indicaciones muy extrañas: que si "el azul para el papel", "los blancos para la playa", "los amarillos para..." no se qué...
Un lío. Un lío y... un coñazo. Porque, a ver, ¿vamos a poner un contenedor para cada cosa? ¿cómo se va a acordar la gente de dónde tiene que echar cada residuo? ¿Y mientras, qué? ¿van almacenando las porquerías por separado en su casa?
¡Ni hablar! La basura es... es basura.
Así que decidimos poner los azules y amarillos así, conjuntados, en la playa. Lucen mucho en nuestra costa. ¿A que quedan bonitos? Y, naturalmente, los dedicamos a echar... basura, sin más, en general. Sin complicar al ciudadano.
¡Faltaría más!