Esta fue la primera carta que, para vosotros, queridos lectores/as, me remitió el Colaborador Secreto:
«Permítanme que no me presente por mi nombre y apellido, como sería lo cortés en este momento. Como ya les informó mi buen amigo Landahlauts, atravieso una delicada situación personal que hace poco recomendable que se conozca mi colaboración con La Arbonaida. Les pido disculpas por ello y, si lo desean, pueden llamarme por mis iniciales: HLMD. Al menos de momento.
Landahlauts dijo de mi que era "un gastrónomo, un sibarita... un bon vivat". Siempre se hace extraño leer cómo te definen otros. Probablemente las palabras que él uso, aún con matices, se podrían considerar correctas. Admito, sí, ser un sibarita en el sentido de que trato de disfrutar de lo bello y agradable allí donde esté. Y no me refiero exclusivamente al placer de disfrutar de un exquisito plato, también está el placer al disfrutar de una obra de arte, de una obertura de Wagner... o de una mujer.
No encontrarán en mi el sibarita presuntuoso y petulante, mantenedor complacido de tiendas de delicatessen y henchido de una arrogancia ostentosa. No. La belleza, el placer, la capacidad de disfrutar de la vida la encontrarán, queridos y queridas, en cualquier lugar. Sólo tienen que buscarla. Y no tiene porqué ser gravosa, en realidad... no siempre tiene porqué pagarse por tenerla.
La gastronomía ocupa un papel fundamental en mi visión de lo bello y lo agradable del mundo. Piensen, queridos y queridas, que tras miles de años de evolución, nos diferenciamos del resto de los animales del planeta en pocas cosas. Una de ellas es que somos capaces de convertir en excepcional algo tan vulgar y necesario como la ingesta de alimentos.
Que les quede claro que no soy un cocinero. No se desenvuelve mi vida profesional entre fogones. Soy un gastrónomo y, como tal, degusto, transformo, investigo, experimento en torno a los alimentos y su mundo. Como hacían los creadores del Renacimiento, trato de vincular entre si todas las ciencias: "las bellas artes, las ciencias sociales, las ciencias naturales e incluso las ciencias exactas girando alrededor del sistema alimenticio del ser humano."
Me he extendido demasiado y, por mis circunstancias no puedo remitir a Landahlauts cartas con una extensión superior a un par de cuartillas. Esta semana, queridos amigos y amigas, sólo tendrán mi presentación. La próxima semana les prepararé algún suculento plato. Como aperitivo, he regado sus oídos con un suculento caldo: de J.S. Bach, el Aria da Capo de las Goldberg Variationen BWV 988. Disfruten, queridos y queridas.
Sólo me resta decirles que es para mi un placer, un inmenso placer, el poder dirigirme a ustedes desde estás páginas virtuales en las que, he de admitir, me considero como en mi propia casa. Gracias a Landahlauts por su hospitalidad (la misma que alguna vez me ha brindado en su casa) y a todos ustedes por su atención.
Ciao e…..Buon appetito a tutti!!!
Hasta aquí la carta enviada por El Colaborador Secreto. El martes próximo volverá por aquí.
«Permítanme que no me presente por mi nombre y apellido, como sería lo cortés en este momento. Como ya les informó mi buen amigo Landahlauts, atravieso una delicada situación personal que hace poco recomendable que se conozca mi colaboración con La Arbonaida. Les pido disculpas por ello y, si lo desean, pueden llamarme por mis iniciales: HLMD. Al menos de momento.
Landahlauts dijo de mi que era "un gastrónomo, un sibarita... un bon vivat". Siempre se hace extraño leer cómo te definen otros. Probablemente las palabras que él uso, aún con matices, se podrían considerar correctas. Admito, sí, ser un sibarita en el sentido de que trato de disfrutar de lo bello y agradable allí donde esté. Y no me refiero exclusivamente al placer de disfrutar de un exquisito plato, también está el placer al disfrutar de una obra de arte, de una obertura de Wagner... o de una mujer.
No encontrarán en mi el sibarita presuntuoso y petulante, mantenedor complacido de tiendas de delicatessen y henchido de una arrogancia ostentosa. No. La belleza, el placer, la capacidad de disfrutar de la vida la encontrarán, queridos y queridas, en cualquier lugar. Sólo tienen que buscarla. Y no tiene porqué ser gravosa, en realidad... no siempre tiene porqué pagarse por tenerla.
La gastronomía ocupa un papel fundamental en mi visión de lo bello y lo agradable del mundo. Piensen, queridos y queridas, que tras miles de años de evolución, nos diferenciamos del resto de los animales del planeta en pocas cosas. Una de ellas es que somos capaces de convertir en excepcional algo tan vulgar y necesario como la ingesta de alimentos.
Que les quede claro que no soy un cocinero. No se desenvuelve mi vida profesional entre fogones. Soy un gastrónomo y, como tal, degusto, transformo, investigo, experimento en torno a los alimentos y su mundo. Como hacían los creadores del Renacimiento, trato de vincular entre si todas las ciencias: "las bellas artes, las ciencias sociales, las ciencias naturales e incluso las ciencias exactas girando alrededor del sistema alimenticio del ser humano."
Me he extendido demasiado y, por mis circunstancias no puedo remitir a Landahlauts cartas con una extensión superior a un par de cuartillas. Esta semana, queridos amigos y amigas, sólo tendrán mi presentación. La próxima semana les prepararé algún suculento plato. Como aperitivo, he regado sus oídos con un suculento caldo: de J.S. Bach, el Aria da Capo de las Goldberg Variationen BWV 988. Disfruten, queridos y queridas.
Sólo me resta decirles que es para mi un placer, un inmenso placer, el poder dirigirme a ustedes desde estás páginas virtuales en las que, he de admitir, me considero como en mi propia casa. Gracias a Landahlauts por su hospitalidad (la misma que alguna vez me ha brindado en su casa) y a todos ustedes por su atención.
Ciao e…..Buon appetito a tutti!!!
HLMD»
Hasta aquí la carta enviada por El Colaborador Secreto. El martes próximo volverá por aquí.
Nota: este post contiene indicios para el concurso El Colaborador Secreto
Tags: HLMD - Goldberg Variations - J.S. Bach - Gastronomía - sibarita
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