miércoles, noviembre 21

Desarraigo


Fotografía: The Ugly Duckling 
Autor: Landahlauts

Recuerdo que en el colegio tuve una compañera que se llamaba M.C.

M.C. era una chica guapa, con un ensortijado pelo negro azabache y los ojos grandes, también negros. Se notaba a la legua que era andaluza. Ella, en realidad, no había nacido en Andalucía. Sus padres, como tantos andaluces, marcharon a otras tierras en busca de un futuro mejor. Su destino fue Alemania. Y allí nació, en Múnich (Baviera). 

Con el paso de los años, después de mucho trabajar, con algunos ahorros, cansados de la lejanía y viendo mejores expectativas en Andalucía, regresaron. En cuanto M.C. llegó al colegio "se le asignó" un alias, uno de esos que los niños emplean con tanta facilidad y que suelen ser dolorosamente crueles. A M.C., para diferenciarla de otra chica que se llamaba así, la llamábamos M.C. "La Alemana". Pasado algún tiempo, "La Alemana" llegó a ser una de mis mejores amigas. En cierta ocasión me comentó, con amargura, el dolor que le producía que la llamaran así. Decía que durante toda su vida, viviendo en Alemania, había sido considerada "La Española" y que, aunque jamás la rechazaron por ello, siempre le sirvió para considerarse distinta y extraña. Por eso, cuando sus padres decidieron retornar a Andalucía, se alegró pensando en que por fin estaría en su lugar. En el lugar de donde procedía y donde nadie la consideraría extranjera. La realidad fue distinta y M.C. comprobó con amargura como era considerada extranjera en dos países a los que amaba.

 Anoche, en el Canal Viajar, vi un documental que me recordó la historia de M.C.. Se llamaba "Viaje a mis raíces" (Family Footsteps). En el capítulo de anoche una chica australiana, hija de padre inmigrante, viaja al país de sus antepasados, a Egipto. Ella es una chica integrada en la vida de Australia, una mujer vitalista, practicante de deportes de aventura, independiente y autosuficiente. En Egipto se encontrará con los primos y los tíos que dejó atrás su padre, conocerá un país distinto al suyo, una realidad alejada de que le es cotidiana. Pero, a pesar de las diferencias entre la sociedad de la que viene y aquella, se da cuenta de que hay algo que la une a aquel país lejano. Un extraño vínculo existe, hay algo que la hace reconocer en su interior aquello que, paradójicamente, nunca ha conocido. Algo que la hace llorar de emoción al contemplar las Pirámides o al visitar la tumba de sus abuelos, a los que nunca conoció en persona. Pero, en el fondo, sabe que aquella no es, ni será nunca, su realidad. En cierto momento del documental, relata con tristeza como en Australia se ha considerado siempre distinta por su tono oscuro de piel y como en Egipto, por su mentalidad y su forma de comportarse y actuar, se ve como una extranjera más. Extranjera en todos lados, como M.C.

¡Cómo debe de doler en el alma ese desarraigo!

«Pienso que el hombre debe vivir en su patria y creo que el desarraigo de los seres humanos es una frustración que de alguna manera u otra entorpece la claridad del alma. Yo no puedo vivir sino en mi propia tierra; no puedo vivir sin poner los pies, las manos y el oído en ella, sin sentir la circulación de sus aguas y de sus sombras, sin sentir cómo mis raíces buscan en su légamo las substancias maternas.»
Pablo Neruda Confieso que he vivido

19 comentarios:

Rodavlas dijo...

Creo que todos hemos tenido motes o subnombres en el cole... Me acuerdo también que habia una chica que era alemana y le pusimos "la Alemana"... las cosas de la vida...

que te vaya bien¡¡

Más claro, agua dijo...

Más que con Neruda, me quedo con El Último de la Fila: "Mi patria en mis zapatos". Lástima que el mundo esté lleno de gente que te pisa un pie y ni siquiera se disculpa...

Anónimo dijo...

Se supone que deberíamos gozar de todas partes y sentirnos ciudadanos del mundo. Sin un lugar más nuestro que el resto porque, en realidad, nada nos pertenece.

Pero es curioso cómo nos afecta el pertenecer a una tierra, el poder sentirnos parte de una comunidad, una cultura, una historia. Quizás, simplemente, para no sentirnos rechazados por las miradas que se le ofrecen al diferente.

Camino dijo...

Es cierto, una amiga mia en mi tierra es "la catalana" y en la suya "la andaluza" aunque a ella no le importa, dice que tiene un poquito de las dos culturas y se siente identificada con ellas.

Anónimo dijo...

En eso se nota ke somos de la misma generación, porke en mi cole también había un alemán,y un holandés, y un francés, y un belga......Y todos ellos lo pasaban francamente mal.

carmen dijo...

Los niños suelen ser crueles a la hora de "colocar" un mote a un compañero...yo fuí "la francesa" durante muchos años. Nunca me molestó como a tu amiga, ¿Quizá por hacerme sentir diferente ante ellos?
Te puedo asegurar que un posible rechazo se podía entrever en el país dónde nací. No aqui, no en mis tiempos.
Ésto ha cambiado, los inmigrantes provienen de países que consideramos "inferiores" y los motes que surgen suelen doler hasta en el alma.
Un saludo :-)

Iván dijo...

La mala leche de los niños. También la sufrí, como tantos otros. Nunca solía decir donde nací. Más que nada por que estudiaba en Madrid habiendo nacido en Barcelona. Un vez volví a mi ciudad natal mucha gente me consideraba de madrid.
Deberíamos ser ajenos a los comentarios de los demás. Pero es imposible. Ojalá el mundo no tuviese patrias.
-¿De donde eres?
-Del mundo.

Merce dijo...

Yo con nueve años cambié de ciudad, de colegio, de amigas, de ambiente, de todo....recuerdo mis primeros días en un rincón del patio del recreo y te aseguro que no fueron fáciles... solo el hecho de tener un acento distinto aun hablando el mismo idioma ya resultaba un obstáculo...

mireias32 dijo...

He visto varios episodios de esta serie de documentales, y en todos ellos flota esa sensacion de que los protagonizan personas que se sienten extranjeros en todos los lados
Besos de miércoles
Lady Bourbon

Anónimo dijo...

No es plato de gusto... A veces me hacen sentir extrangero (por suerte sólo unos pocos) y no me gusta nada. Bueno está que mis raíces no están aquí, pero puñetas, están a tan sólo 50 minutos de avión...
Menos mal que en mi tierra no me dicen "el mallorquín".

No hace mucho escuché:"Quien no es capaz de amar a su tierra es como si no amara a su madre". Extremista, pero con un fondo...

BlackMamba dijo...

Muy buen post. Plantea el drama de todos los que somos ajenos aquí y allá. Amo al país en el que nací pero me siento extranjera allí, amo la tierra en la que vivo pero seré por siempre ajena. Desarraigo, nadie sabe qué es hasta que lo siente.

Admiro a quien realmente logre sentirse ciudadano del mundo.

Marisabel dijo...

Yo siempre he sido Marisabel la de Sevilla. Mis padres son extremeños y en el pueblo siempre me llamaron así. En Barcelona también. Curioso, ahora que he vuelto a Sevilla nunca me he sentido tan lejos de aquí.

Markitos dijo...

Lo de tener un mote, es inevitable. A mi un verano me llamaban "Segoviano" (con los chistes de pueblo que tiene una ciudad pequeña), y nací en Madrid, y siempre lo llevo con orgullo ser segoviano, madrileño (que acarrea multiples adjetivos).

Lo que no es inevitable son las sensaciones que acarrean esos motes en la persona aceptada.

Hay que mirar el lado positivo, se puede absorver lo mejor ambos culturas.

Anónimo dijo...

Yo, siempre me he sentido orgullosa de ser andaluza. Si hay algo sagrado, es el derecho a la identidad privada y personal de cada ciudadano. No se puede hablar de democracia y libertad sin afirmar claramente que la identidad no puede ser impuesta desde fuera, no puede ser obligatoria, no puede ser excluyente. El respeto mutuo es sacrosanto.
Cuando a una persona la obligas (o la convences) a asumir una identidad que no la sientes, como parte de ti, la condenas a la esclavitud mental y emocional. La conviertes en una persona sin identidad propia.
Mi hijo, habla catalán con su padre, y conmigo como el dice, en andaluz y la verdad es que liamos cada chapurreo...

La cosina. Besos.

Marta Salazar dijo...

muy distinto es vivir en un país donde los extranjeros son (eran) "bien vistos",

entonces, ser extranjero (en un país hecho de extranjeros) es bueno.

Una amiga mía era "la alemana" en Brasil, pero esto es bueno, porque los brasileros son un pueblo acogedor!

Una amiga mía acaba de estar haciendo una práctica (medicina) en Argentina y volvió impresionada de como la trataron y cómo todos en la clínica ttataban de ayudarla por ser extranjera...

tal vez podamos aprender algo de ello...

un abrazo!

Isabel Sira dijo...

Realmente es triste eso...

madreselva dijo...

dijo J.L.Borges: "lindo país España para vivir, lástima el idioma"...

Anónimo dijo...

Sí, es muy jodío el desarraigo. Pero bueno, también pienso que a pesar de lo mal que se pasa a veces por saber que estás entre dos tierras sin pertenecer a ninguna, también eres capaz de ver más cosas que alguien que no ha vivido tu realidad. Aunque no puedas compartirlo con mucha gente. O quizás sí.

Okzelui dijo...

El arraigo nos lleva a sentirnos vinculados a personas, a cosas, a costumbres, nacen afectos que extrañamos cuando no los tenemos.

Todos hemos dicho alguna vez eso de "como en casa no se come en ningún sitio"....

El desarraigo te deja muchos vacios, y la persona no termina de aprender a vivir con vacios.