sábado, septiembre 9
La voz de su amo.
viernes, septiembre 8
La calle donde vivo - y IV-
Ayer pudimos leer. Así comienza la mañana, cualquier mañana, en mi calle. Así transcurre su vida, y la mía con ella. Varían los detalles: los escaparates van cambiando de decoración, algunas caras que dejan de verse por las vacaciones, cambia la luz por el paso de las estaciones... Y yo soy espectador de todo. Nadie, ninguno de mis convecinos, es consciente de que conozco mucho de sus vidas y de sus costumbres. Podría anticipar la hora a la que D. Antonio Quesada, director de la Caja Rural, saldrá a tomarse el primer carajillo (luego vendrán más). O la hora a la que D. Luis Aliseda, uno de los abogados del despacho donde trabaja Vanessa, bajará a tomar su media de tomate y aceite de oliva con un café con leche (largo de café). Esa media que, la mayoría de los días, deja una huella indeleble en su fea corbata de seda. Ellos son, sin saberlo, los actores de un teatro que todos los días tiene una función única, con un solo espectador en la sala. A veces, me gustaría tener algún tipo de contacto con ellos, aunque fuera algo meramente cortés. Disfrutaría conversando con los barrenderos, riéndome con las bromas de las dependientas de Zara (fuera de la tienda actúan más relajadas), tomándome un café con D. Luis o un carajillo con D. Antonio... pero, sobre todo, disfrutaría hablando con mi pasante, con Vanessa. Así le confesaría mis sentimientos hacia ella. Pero, no puedo. Hablar es un privilegio que los maniquíes no tenemos.
-Fin-
© Landahlauts, Andalucía 2006
La Dignidad de Andalucía.
El hombre perfecto
«El hombre perfecto es el que pudiendo estar en cualquier parte del mundo prefiere estar contigo»
Stop Crying Your Heart Out
jueves, septiembre 7
La calle donde vivo -III-
¡Llevas las luces encendidas!
Arctic Monkeys
miércoles, septiembre 6
La calle donde vivo -II-
Ayer pudimos leer. En las inmediaciones de mi calle también se encuentran delegaciones comerciales de grandes empresas, algunas de las sedes de consejerías y de ministerios, muchas oficinas bancarias y el Palacio de Justicia. No hace mucho tiempo que vivo aquí, un par de años, todo lo más. Sin embargo, a veces tengo la sensación de que este ha sido mi hogar siempre, de hecho, no guardo demasiados recuerdos de mi anterior domicilio. Tampoco es que ello me preocupe demasiado. Sí recuerdo, por ejemplo, que no disfrutaba de un ventanal tan amplio como el que tengo aquí. Y, es que, no sé si os lo he dicho: el principal atractivo que tiene mi hogar es el ventanal, fue algo que me deslumbró al llegar. Es un enorme ventanal que, a modo de pantalla de televisión, me muestra el mundo en directo para mí. Gracias a él no me pierdo detalle alguno de la vida que transcurre en mi entorno, hurgo en las vidas de mis vecinos con total impunidad, desde la comodidad de casa. La jornada en mi calle comienza pronto. Horas antes de amanecer mi calle es barrida y regada con empeño y dedicación. Los trabajadores del servicio de limpieza se afanan en que todo quede limpio como la patena. Mientras ellos trabajan, y precedidos de cantos y voces, puede aparecer algún que otro grupo de muchachos que vuelven de cerrar algún pub de moda con muchas copas de más. El resto de los sonidos del amanecer lo ponen los vencejos con su ruido estridente, y el tráfico. La avenida cercana comienza a esas horas a cubrirse de coches y autobuses, tantos, que resultará difícil volver a ver el asfalto hasta que no finalice el día. La calle huele a esas horas a limpio, a zotal y al aire fresco del amanecer. Poco a poco, comienzan a verse las personas que acuden al trabajo. Se mezclan así los funcionarios, con los empleados de banca y con los ejecutivos. Todos llevan prisa, todos cruzan la calle y entran o salen del bar apresurados. Algunos de ellos, encogidos, tratan de cruzarse el cuello del traje sobre el pecho para evitar que el frío siga traspasando el lino de su elegante Hugo Boss de entretiempo. Ahora la mañana huele a colonia cara, a perfume francés, a mantequilla tibia y a café recién hecho de la Cafetería Gibalto. De vez en cuando, también se puede notar el olor de algún cigarrillo que alguien apura con avidez mientras tose de modo estridente. En su pensamiento estará la idea de que debería de dejar de fumar, un pensamiento animado por la tos, aunque carente de convencimiento. Continuará... © Landahlauts, Andalucía 2006