He leído en la edición digital de "
El Pais" algo muy curioso sobre la
explosión de la central nuclear de Chernóbil (Ucrania) de hace 20 años. Aquella explosión tuvo como consecuencia, entre otras mucho peores, la de que 350.000 personas tuvieron que abandonar sus hogares, dejando todo tal y como estaba y sin llevar pertenencia alguna, en un área de 155.000 kilómetros cuadrados. En esta zona de exclusión se hace imposible la vida humana, pero no así la vida de otros seres que han encontrado un verdadero edén para su existencia: se ha multiplicado el número de los que había (jabalí, lobo) y además han aparecido especies inexistentes desde hace años (lince, búho real, arce e incluso el oso). El enorme sarcófago que cubre el reactor reventado se ha convertido en hogar de estorninos, golondrinas y de las inevitables palomas. En todo este área no hay actividad humana: no viven personas, no hay tráfico, ni industria alguna, ni ningún tipo de pesticida o herbicida contamina la tierra o el aire.
En los instantes posteriores a la explosión, los animales en el área murieron o dejaron de reproducirse, pero las siguientes generaciones han nacido sin consecuencias aparentes (en especial los animales que presentan mayor movilidad dentro del área delimititada).
Se me ocurre una conclusión y una propuesta para terminar:
Conclusión: Uno de los factores más importantes que incide negativamente en la mayor o menor riqueza de un ecosistema es la presencia del ser humano. Lo demuestra, no solo lo visto anteriormente, también el hecho de que en zonas acotadas, por ejemplo, por ser zonas de prácticas militares, la vida animal se desarrolla de un modo extraordinario. La peor plaga que sufre la vida en el Planeta es, sin duda, el ser humano.
Propuesta: Como los andaluces nos estamos mostrando
como totalmente incapaces de ayudar a nuestro
lince ibérico... ¿qué tal si llevaramos las pocas parejas que quedan a la "reserva natural de Chernóbil"?
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