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miércoles, mayo 24

Cuanto más lejos, mejor


Hace algunas semanas comenté la existencia de un santuario de flora y fauna en el área de exclusión del entorno de la Central Nuclear de Chernóbil (Ucrania). El desastre ecológico que había supuesto la explosión del reactor nuclear había tenido la contrapartida de otra explosión (esta de vida salvaje) en un espacio clausurado para el ser humano. Aparecía así el hombre como un factor determinante en la riqueza de un ecosistema. Sucede algo parecido en nuestro país, hay lugares en que la existencia de zonas de prácticas militares, vetadas para el paso de civiles, ha creado una zona donde flora y fauna se desarrolla a sus anchas. Cerca de ensenada de Bolonia, creo recordar haber visto algo así. Pues bien, he leído estos días en la prensa, como hay otro lugar con estas características. Es una "tierra de nadie" existente entre las dos Coreas (Corea del Norte y Corea del Sur), una de las fronteras más cerradas del planeta que separa a dos millones de soldados de uno y otro lado. Surgió esta zona a raíz del final de la guerra que mantuvieron, hace más de cincuenta años. La zona mide 241 kiómetros de largo y 4 de ancho y es el hogar feliz de muchos animales, aunque tiene el pelígro oculto de las minas, que hieren o matan a algunos animales. La zona está rodeada de altas montañas, tierras bajas y pantanos y posee la biología más rica de toda la península coreana. Cientos de especies de aves pasan el invierno aquí, algunas de ellas en peligro de extinción. Además, se pueden contar más de cincuenta tipos de mamíferos, incluyendo el raro oso asiático negro, el leopardo de Amur e incluso el tigre siberiano. Complementan el ecosistema más de 1.000 especies de plantas diferentes. Esperemos, por el bien de este lugar, que los gobiernos coreanos sigan a la gresca durante muchos más años, el medio ambiente lo agradecerá.