Estoy convencido: aquella camarera francesa me cogió manía. Y creo que todo fue a raíz de lo que ocurrió una mañana, cuando bajé a desayunar. Serían en torno a las siete y media de la mañana. Al entrar al comedor, sonreí educadamente y la saludé: "¡Bon soir, Monsieur!".
A partir de aquel saludo, mi café de la mañana siempre estuvo frío... y todo por un problema de comunicación.
Fotografía: Pâstisserie
Autor: Landahlauts