María Jesús Montero, consejera de Salud de Andalucía, ha aprovechado la Ley de la Ordenación Farmaceutica para prohibir prácticamente la visita médica de los laboratorios a los centros de salud y ambulatorios de la comunidad. La decisión supongo que no habrá hecho mucha gracia a los delegados de la industria farmaceutica, aquellos que antes llamaban "visitadores médicos". Pero los andaluces salimos ganando. Se acaba así una práctica que siempre ha tenido un leve tufillo a corrupción, además de ocupar las horas del profesional médico, que pagamos los contribuyentes andaluces. Hasta ahora un médico de atención primaria dedicaba, aproximadamente, más de siete jornadas laborables completas al año en antender a los visitadores de la industria farmaceutica. Su objetivo oficial era ofrecer información científica al profesional. El real: influir en la prescripción en favor del último producto de su compañía, generalmente poco novedoso desde el punto de vista terapéutico (hasta un 71% de los fármacos objeto de este tipo de promoción, según estudios a nivel estatal), pero sí más caro. Las armas de persuasión del visitador: La primera, bibliografía científica de dudosa calidad (más de la mitad de los galenos opina que no es útil y se ha demostrado que gran proporción de los mensajes publicitarios no se deriva del estudio que supuestamente los avala). Después, diversas formas de agasajo, como muestras gratuitas de medicamentos, invitaciones a congresos (los médicos se forman y actualizan conocimientos gracias a la industria), pagos por intervenir en conferencias, en ensayos clínicos... La realidad es que muchos médicos no ven problemas éticos en esta actividad y la asumen como parte de su trabajo.
La consejera, seamos sinceros, es de los pocos integrantes del actual gobierno del Presidente Chaves que nos da alegrías, recordemos que hace unos meses levantó una polémica absurda en la industria farmaceutica por la polémica prescripción por principio activo.