En un restaurante vegetariano de Granada, el chef-propietario apareció al final de la cena por nuestra mesa:
«¿Qué? ¿Les ha gustado la cena? ¿Era todo de su agrado?»
Algunos callamos (difícil olvidar la desagradable sensación de una
moussaka de berenjena , mal descongelada, dando vueltas en mi boca). Otros asintieron, generosos ellos, a la pregunta de aquel señor. En su fuero interno creyó tener delante unos comensales satisfechos. Eso le animó:
«¿Se dan cuenta de que, para alimentarnos, no tenemos que ir dejando a nuestro paso un rastro de cadáveres?»
Un silencio incómodo, tan helado como el interior de mi
moussaka, se extendió por el lugar...
En algunas ocasiones, resulta muy fácil ridiculizar la postura ajena como argumento a favor de la propia. Y, justamente, conseguimos el efecto contrario.
Claro que, es mi opinión y,
ya se sabe...
Fotografía: Rollitos de pollo