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miércoles, diciembre 1

Momento chismoso

Cuando una persona decide comprar una vivienda son muchos los factores que le llevan a  tomar una decisión. El más relevante quizás sea el "factor presupuesto": compramos condicionados por el precio del bien y por nuestras posibilidades económicas. Y lo más lógico (aunque no lo más habitual) es comprar la vivienda acorde con nuestro bolsillo.

Luego hay otros factores, de índole más personal, que también intervienen en la decisión: que una vivienda  esté bien comunicada, sin mucho ruido, en un entorno tranquilo, cercano a la facultad, al hospital, al trabajo... En estos factores seguro que habría muchas discrepacias: unos querrían un piso, aunque pequeño, que fuera muy céntrico y bien situado... otros se decantarían por una casa espaciosa, a los pies de la sierra y lejos de la contaminación de la ciudad.

Pero, hay un factor que habitualmente queda fuera de nuestro control y que, seguramente, nos preocupa a todos: se trata de nuestro vecino. No, no me refiero "al vecindario" en general... me refiero a aquel vecino o vecinos que están en el entorno más cercano: aquel que "nos pisa" en el apartamento de arriba, aquel cuya pared del dormitorio pega al nuestro, el del adosado contiguo, el de la casita de enfrente... Ellos pueden conseguir que toda nuestra felicidad por haber encontrado la vivienda de nuestros sueños, se transforme en una condena... un infierno hipotecado a treinta años vista.

Reponemos bombillas

¿Cuántos de vosotros no habéis conocido alguien a quien le "amargue la vida" un vecino? Uno de esos que se empeña en escuchar enterito el Raphael 50 años después a las cuatro de la mañana... o una vecina de arriba incapaz de moverse en casa sin llevar tacones, un vecino borde y paranoico convencido de que todos los demás vecinos están confabulados contra él, un grupo de estudiantes universitarios que sólo han venido a la ciudad a montar "fiestuquis" de órdago en el piso (lejos de los/as chismosos/as del pueblo)...

Salvajismo

En mi caso, afortunadamente, conozco de estos problemas con vecinos sólo por referencias, no por experiencia propia. En el lugar donde vivo todos los vecinos son correctos en el trato y no he tenido jamás problemas graves con ellos. Sin ir más lejos... ahí están mis vecinas de arriba: dos solteronas jubiladas que no me han dado jamás ningún motivo para la queja. Recién mudado me sorprendía enormemente que jamás se las oyera caminar por casa: ni música, ni una voz más alta que otra... Y esa sorpresa iba transformandose poco a poco en temor y, cuando pasaban más de dos semanas sin saber de ellas, subía a hurtadillas a su planta y pegaba discretamente la nariz a la puerta... Pero no hay de que preocuparse, ahí siguen vivitas y coleando. Y ¿sabéis porqué sé que siguen ahí? Son adictas a la "teletienda", y cada semana las visita un par de veces el repartidor de paquetería,  para traerle esos cachivaches que han comprado durante sus madrugadas insomnes.

Recuerdo que hubo un tiempo, al principio de vivir aquí, en que me agobiaba un poco "la más joven:" aprovechaba los trayectos en ascensor para tirarme los tejos, importándole un pimiento que no fueramos solos o que yo no fuera receptivo con sus acometidas. Afortunadamente, la madre naturaleza y el paso del tiempo la han dejado mucho más tranquila y ya se limita a saludar y a un cortés "¿Qué tal por casa?"...

Ahora es vuestro turno, quid pro quo, contádme vuestros problemas con los vecinos...

(En recuerdo de aquellas Crónicas de la Mirilla... desde Churruán City)

Fotografía -1-: Reponemos bombillas
Fotografía -2-: Salvajismo

martes, noviembre 18

Presentable

Ocaso

Manuel: ¡¡Vecino!!, ¿se ha enterado usted de lo de Matilde, la señora del bajo?

Landahlauts: Sí, ¡pobre mujer! Con lo bien que estaba a sus 78 años, y lo que le gustaba darse sus buenas caminatas con las amigas al amanecer...

Manuel: Sí, pero eso da igual, porque ha sido la enfermedad esa nueva que está matando tanta gente... esa que da por las porquerías que comemos... 

Landahlauts: Un cáncer, sí. Pero lo tenía muy extendido y los médicos decidieron que era mejor no intervenirla.

Manuel: Un mes ha durado. La misma enfermedad que se llevó a Antonia la del segundo y a mi 'cuñá' Pepa. Está uno asustado con esa enfermedad... Yo, por si acaso, ya he pedido cita para esta tarde.

Landahlauts: ¿Sí? ¿Al Centro de Salud? ¿Se encuentra usted mal?

Manuel: ¡Quia! ¡¡No!! Estoy estupendamente. Le he pedido cita al peluquero: por si le da a uno algo... que por lo menos esté presentable.

Unas horas más tarde, cuando iba a entrar en casa, escuché subir a alguien por las escaleras. Cuando me volví, vi a Manuel. Olía a after-shave y lucía un flamante corte de pelo. Me saludó y me mandó una sonrisa cómplice...

 Manuel... ¡¡¡con un par!!!

Nota: Suceso completamente real, sólo he cambiado los nombres de mis vecinos, para preservar su intimidad: Manuel: es un anciano, jubilado del campo, muy trabajado. Vive en la misma planta que yo, es amable y muy educado. Goza de una salud envidiable. Matilde: era la señora del bajo. Murió hace unos días, después de que hace menos de un mes le diagnosticaran metástasis de un cáncer de matriz (de "ahí abajo" como decía ella).

Fotografía: Ocaso 
Autor: Landahlauts

lunes, septiembre 3

Delirios autorreferentes

¿Insinuación o amenaza?

Ayer mañana, al poco de levantarme, abrí la ventana de casa que, desde una pequeña terraza, da a un patio interior. En ese patio los vecinos cuelgan (colgamos) la ropa para que se seque. De pronto, noté que algo se movía sobre mi cabeza. Miré y, allí estaba, ondeando amenazadora. Era una toalla playera que, aparentemente, la vecina de arriba había colgado para que se secara. Lo había hecho de manera que, como veis en la fotografía que tomé, parte de ella asomaba por mi ventana. Pero no sólo era eso. Estoy casi convencido de que había algo más...
¿Era sólo una inocente toalla secándose? ¿Qué significaba ese "por lo que tú ya sabes"? ¿Tal vez me estaba mandando un mensaje en clave? ¿Me amenazaba sutilmente? ¿Quería invitarme a una cerveza irlandesa fresquita? ¿Pretendía herir mi exquisito buen gusto mostrándome una horripilante toalla publicitaria para forzarme a que le regale una toalla de playa de Carolina Herrera? ¿Estaré empezando a manifestar los primeros delirios autorreferentes que desembocarán en una paranoia? (más aún teniendo en cuenta mi personalidad orgullosa, ególatra y desconfiada).

En cualquier caso, tengo miedo. Mucho miedo. ¿Puede alguien ayudarme? ¿Qué debo hacer? ¿Cómo debo actuar cuando la vea?

Fotografía: "Insinuación o amenaza"
Autor: Landahlauts