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martes, junio 27

¿Adónde van las maletas perdidas?

De las maletas que circulan por los aeropuertos del mundo, aproximadamente dos millones de maletas diarias, no todas llegan a su destino. No hay una estadística oficial, pero se calcula que una de cada diez mil nunca llegará a su propietario. De estas maletas perdidas, sólo un 20 % serán denunciadas, la mayoría de las veces por la premura del viajero para enlazar con otro vuelo. Cuando Iberia era pública prestaba el servicio de recuperar maletas perdidas, disponía en el aeropuerto de Barajas de una enorme nave donde se depositaban maletas de cualquier procedencia y, en algunos casos, con 20 años de antigüedad. Posteriormente, AENA se encargó del servicio, y en una de las últimas "limpiezas" de sus instalaciones llegaron a encontrar piernas ortopédicas, jamones putrefactos, dentaduras postizas, sillas rotas, maletas rotas... Es en esos almacenes donde distintos operarios proceden a la apertura de los equipajes extraviados con el fin de encontrar algún dato identificativo de su propietario. En caso negativo, y transcurridos tres meses, la compañía, según establece el artículo 100 de la Ley de Navegación Aérea, tiene la obligación de proceder a pública subasta de su contenido con la obligación de la inserción de distintos anuncios en los principales periódicos de tirada nacional para dar a conocer la fecha y hora de la convocatoria. Algunas compañías, sin embargo, optan -sin reconocerlo-, por otro sistema: pasados seis meses, y si su propietario no ha aparecido, las maletas son donadas a ONGs. Pero no todos son extravíos o pérdidas involuntarias, cuando AENA era la responsable de los objetos perdidos éstos se almacenaban en una sala habilitada al efecto. Cuando el viajero se percataba de que su bolsa de viaje, su equipaje, su cámara de vídeo o cualquier otro efecto personal habían volado presentaba la reclamación en la oficina correspondiente. Pero, la mayoría de los afectados, «con tal de no perder el avión daba sus pertenencias por perdidas», comentan empleados de AENA. Lo que en realidad había sucedido era que algunos empleados de seguridad del aeropuerto -los menos, eso sí-, haciéndose valer de su uniforme, cogían el equipaje. Si el viajero lo advertía ellos se amparaban en su condición de guardas para justificar su actitud. Si no era así, se llevaban el objeto en cuestión y esperaban la finalización de su turno de trabajo para depositarlo en la oficina de objetos perdidos, donde se le hacía entrega de un resguardo. Como la ley establece que, si pasado un periodo de tres meses, el titular del objeto perdido no aparece pasa a propiedad del que lo encontró los empleados de seguridad pasaban a cobrar su pieza.
Landahlauts se pregunta si habrá un limbo de maletas perdidas.