Atardece en Granada. Lentamente. Parece como si el tibio sol del invierno temiera perderse por el horizonte, dejar de deleitarse con la visión de la ciudad. Recorre con parsimonia cada tejado, cada fachada, cada árbol, cada esquina... como el amante que recorre el cuerpo de la amada con sus dedos, para grabarlo en sus yemas. Al final... el último rayo se extingue, el sol desaparece.
Muestra entonces la luna toda la hermosura de la que es capaz, riega de melancolía las reales colinas de la Alhambra, inunda de luz los tejados del Albayzin, llena de plata brillante el cauce del río Darro. La luna piensa que la belleza de Granada es, ahora, sólo para ella. Será así durante toda la noche, hasta que el amanecer traiga, de nuevo, la luz insolente del sol. Entonces, y sólo entonces, desaparecerá, humilde y callada; pero ilusionada con la idea de volver a ver a Granada.
Estas fotografías están tomadas una fría noche del mes de Diciembre. Cerca del Río Darro, a los pies de las colinas de la Alhambra. Ocho siglos de Granada Islámica y cinco siglos de Granada Cristiana, sólo para nuestros ojos. Disfrutad.
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