¿Sabías que la primera gramática del idioma castellano la escribió un andaluz?
El castellano, hasta entonces, había sido poco menos que un subproducto lingüistico mezcla de latín y otras lenguas. Recibió la consideración de lengua al establecer Antonio de Nebrija unas reglas gramaticales en su "Grammatica". Se da la circunstancia además, de que fue la primera gramática escrita en Europa de una lengua distinta del latín, de una lengua vulgar, como era entonces el castellano.
Antonio Martínez de Calá (Lebrija 1441 - Alcalá de Henares 1522), más conocido como Antonio de Nebrija también podemos escontrarlo con la grafía Antonio de Lebrija. Fue un humanista y gramático andaluz. Uno de los más famosos colegiales del Real Colegio de España de Bolonia.
El gran humanista andaluz nació en la antigua Nebrissa Veneria llamada hoy Lebrija en la provincia de Sevilla a 72 kilómetros de la capital, río Guadalquivir abajo, cerca de su margen izquierda y casi limitando con la provincia de Cádiz. Su padre fue Juan Martínez de Cala y su madre Catalina de Xarana y Ojo. Hay biografías que mencionan su origen morisco. Fue el segundo de sus cinco hijos: 3 hermanos y 2 hermanas. Su nombre era Antonio Martínez de Cala, pero lo cambió a Elio Antonio de Nebrija. El joven Nebrija estudió humanidades en Salamanca y, cuando tenia 19 años, se transladó a Italia. Él mismo lo dice en la publicación de su Vocabulario en 1495 "assi que en edad de diez y nueve años io fue a Italia". Allí continuó sus estudios por diez años más en la Universidad de Bolonia. De vuelta a España, trabajó en Sevilla para el obispo Fonseca. Después consiguió un cargo como docente. Enseñó gramática y retórica en la Universidad de Salamanca. En 1513, fue nombrado profesor de la Universidad Complutense de Alcalá de Henares y recibió del Cardenal Cisneros el encargo de trabajar en la Biblia Poliglota Complutense.
Nebrija escribió sobre varias materias: cosmologia, botánica y teología. Es famoso por sus esfuerzos para reformar la enseñanza del latín. En 1481 publicó una gramática, Introductiones latinae. Animado por el buen éxito de ese libro, publicó su célebre Gramática castellana en 1492. Ésta era la primera gramática de una lengua vulgar que se escribió en Europa. Luego, en 1517, publicó las Reglas de ortografía española. También compuso excelentes diccionarios, latino-españoles y español-latinos.
Nebrija falleció en Alcalá de Henares en 1522.
Texto: Landahlauts.
Biografía extraida de: Wikipedia
6 comentarios:
Preguntad a cualquier autodenominado "castellano" de donde proviene su supuesto "pueblo" o su lengua. Se deshacerá en vaguedades e imprecisiones. Surgen en apariencia de la nada, por ensalmo, un concebido "pueblo ocupa" se va expandiendo mediante el expolio sistemático de aldeas y comarcas. De su lengua los orígenes resultan esperpénticos: pretenden hacerla nacer a principios del s. XI, en el monasterio de una comunidad mozárabe del s. X, san Millán de la Cogolla, sito en una parte de la Rioja perteneciente por entonces al Reino de Navarra. Las "glosas emilianenses", una mala traducción del latín trufada con el aljamiado, la lengua popular de la más grande civilización de Europa en su tiempo, Al-Andalus, parirá la presunta "nueva habla" tan original e internacional por boca de sus corifeos. En realidad debiera llamarse Romance Andalusí, no el fósil de los laísmos, confusiones verbales y nula expresividad que el inquisidor Cisneros, imponiendo su norma y los palanganeros del "limpia, fija y da esplendor" se apropiaron de modo ilegítimo, al igual que de gran parte de nuestro patrimonio inmortal fagocitado.
¿Quién es realmente un "castellano"?. Vemos que no ha existido jamás ese supuesto "pueblo", en la milenaria historia de los peninsulares, de la que orgullosamente pueden presumir galaicos, cántabros o navarros, entre otros; a los que por cierto ponían por delante cuando conseguían embarcar a los incautos en sus cruzaditas de rapiña, los "valientes" espabilados detrás. Su "historia" de pacotilla, para consumo de convencidos, nos indica que la razón de ser de su denominación bárbara, proviene de que "edificaban castillos". Ni los castros ni los castillos los han inventado ellos, aunque fantaseen por las tabernas de sus gélidos y soporíferos pueblos. Sí parece más probable que el nombre que excita su mustia honra urdida, provenga de "casta", sino habrían dado en "castillanos", de castillo; no obstante, lo que exalta sus fantasías delirantes, hasta hoy en día, procede del invento de la pertenencia a una legendaria "casta" o raza, de ahí la primitiva voz "castella vetula", es decir, castilla vetusta o vieja. Debemos comprender sus complejos seculares de advenedizos en la Península, envidiando a andalusíes, musulmanes o judíos, de alcurnias y linajes de siglos, sin dejar atrás a los ilustres apellidos euskéricos, asímismo de verdadero fuste, cuando los putativos hijos de san Millán se presentan de alienígenas en la Península ibérica.
Entonces alguno sacará a relucir los millones de apellidos castellanos desde América hasta las Filipinas. En efecto, de obligada adscripción por miedo a una infundada "casta" dominante, no fruto de consanguineidad alguna. Los afluentes del Duero, Arlanzón y Arlanza, aún si se hubiesen llamado Ganges y Yang-Tsé y hubiesen tenido la historia y la demografía de los grandes ríos de la India y China; incluso poniéndose a procrear como conejos aquellos primeros pobres pecadores siervos de la iglesia, no podrían salir de ninguna manera las cuentas. Figúrense, centenares y centenares de miles de Gómez, Pérez, Sánchez, Fernández, González, etc. Ni las tribus de Israel, teniendo más solera, se volvieron así de prolíficas. Evidentemente sólo podemos hablar de conversiones masivas, a fuerza de exterminios e inquisiciones, hecho que conoce el mayor zopenco de entre los criollos de la iglesia romana.
Reparemos en un significativo hecho posterior, destruídas las extensas redes mercantiles de la seda desde Al-Andalus, imposibilitados sus patriarcas comerciantes andalusíes de mantener sus familias polígamas, cuando los gitanos (del árabe "jaitanu", sastre), agrupados por gremios -"calderash" o caldereros, v.g.- retornan al hogar del padre desde Egipto y la India, incluido el actual Pakistán, en el s. XV, no sólo se evidencia que no habían podido articular aún ese supuesto "pueblo", sino que lo único que consta es la grotesca pretensión de "casta" o raza. Su definición nítida, reconocida por la R.A.E., ha llegado hasta nuestros días, la de "castellano" o payo: "hombre rudo, grosero y vulgar".
En realidad el origen de los "racialmente puros castellanos", a pesar de que traten vampirizar en vano la gloriosa historia de Cantabria, debe provenir de un conglomerado de restos cafres bárbaros apátridas: lombardos, alanos, vándalos y conversos a la fuerza reclutados para ir nutriendo la naciente marca hispánica de Karl "el grosero", el iletrado y zote Carlomagno, el cual después de salvar literalmente al papa su trono, éste nombra a los genocidas francos "hijos predilectos", dedicándose ambos a inventar el nuevo "pueblo nacional-católico", bastardeándolo con las hijas violadas peninsulares de los padres y maridos que iban masacrando. Un texto de la época resulta concluyente, por supuesto en latín (el "castellano" no existía), "donación" de terrenos del abad Vitulo en el año 800, suscrita por un tal Lope: "(...) in civitate de Area Patriniani in territorio castelle...". Sustituid la genuina denominación "castelle" -no "castille"- por castizo y entenderemos las tribulaciones de aquel abad, al que el demencial racismo protonacional-trinitario le obligaba a dejar a sus ovejas a merced de los lobos. Alimañas que escondían su ferocidad sanguinaria, a la espera de refuerzos criminales extranjeros para proseguir sus usurpaciones, en la muralla natural que iba desde los montes Obarenes hasta el sur de Amaya -área llamada "Vardulias" -de Vandulias o Vandalias, vandálicas bandas de facinerosos-, por donde solían escapar los malhechores con el botín robado, corriendo bajo faldas astur-leonesas al ir los andalusíes a ajustarles las cuentas, única cosa por la nos han respetado siempre, saber que el que nos la hace la paga. Empujando las Galias y el norte ibérico al oscurantismo la invasión bárbara rompería la unidad política romana; porque la misión de la iglesia será la conversión de los pueblos germanos a su "única religión verdadera", para forzar en torno a Roma la unificación del terror católico. La invasión violenta de los brutales teutones destruyó la organización política y social de la civilización urbana clásica, para dar lugar a una sociedad rural de señores feudales y siervos de la gleba.
Tomando la precaución de llevar calzoncillos largos en verano, si tuvierais el discutible gusto de visitar tierras burgalesas o sorianas, llenas de racistas y soberbios como ellos solos: ciertos cerebrines de Zamora, del bereber Zammura o Valladolid, del árabe Balad-l-Ualid, fundada por el califa Abderrahman III, únicamente tratan de emular a sus señoritos de arriba el Duero... Al llegar a esos inhóspitos parajes de tanta zafia gentuza, uno esperaría encontrar esos tipos "nórdicos" que la pútrida ideología frailuno-totalitaria se ha empeñado durante siglos en fabricar, blanqueando la "raza" (no olvidemos que la islamización llegó hasta el Loira, en el norte de Francia) Pues no, en absoluto, os encontraréis con cetrinos tiparracos descoloridos y amargados, que evocan aquella descripción del historiador latino de origen alano, Jornandes, del caudillo vándalo Genserico: "Era de mediana estatura, cojeaba a consecuencia de una caída de caballo; impenetrable en su pensamiento, parco de palabras, enemigo de los placeres, despreciador de la adulación, impetuoso en la ira, afanoso de riquezas, muy prudente y hábil para manejar a los pueblos y muy astuto para sembrar las semillas de las disensiones y del odio". ¡Cuántos necios se han esforzado, a lo largo del tiempo y a base de atocinarse para dar el tipo, en imitar al arquetipo de la "raza" con el que "san" Carlomagno, el papa y sus epígonos contaminaron a los milenarios Pueblos peninsulares!
Si un papa tuvo el cinismo, siglos después, de decretar que el Continente Americano se hallaba deshabitado, para repartirlo entre castellanos y portugueses; en gratitud a Carlomagno y consolándole del repaso que vascos y andalusíes le dimos en Roncesvalles, ¿no habría de decirle como deshacerse de su basura, la de los residuos humanos desharrapados que habían sido derrotados y se hallaban vagabundeando por los campos, para de paso vengarse con mesnadas de resentidos? Con la excusa del "camino de Santiago" (otra proyectada farsa para encubrir el vil crimen trinitario del obispo Prisciliano y sembrar la discordia entre Pueblos) fue infiltrando, poco a poco, a aquellos salvajes muertos de hambre, prosiguiendo su macabra política sus descendientes y los sucesivos papas. El pillaje, la rapiña, relatan las crónicas, satisfacían a aquellos bárbaros vandálicos más que el trabajo digno o una economía bien administrada. ¡Y todavía hoy!. Cerca de vosotros, en cualquier Pueblo peninsular sentiréis el veneno de esa escoria: los que desprecian la palabra dada, chivatos del "donde-dije-digo-digo-diego"; los cínicos del "tengo mis principios, y si no te gustan tengo otros"; los hipócritas del "a dios rogando y con el mazo dando"; los devotos, en suma, de san chorizo... Observemos socialmente la benevolencia que suscita la corrupción política o empresarial. ¿Es casualidad que Madrid tenga cuatro veces más abogados que Francia y que en el Estado español halla el doble de jurisperitos que en todo Estados Unidos?. Nos llevamos denunciando cual perros desde hace siglos para evitar instituídas dentelladas de caníbales "castellanos" impunes.
Hasta el mismo nombre de "espagnol", la racial "ñ", copia fonética francesa -Américo Castro dixit-, proviene de allende los Pirineos. Por eso a Francia, al igual que ahora, lo "castellano"- españolista le produce irrisión desde hace siglos...
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