Todo se compra. Todo se vende. En un momento cualquier cosa tiene un precio que no tiene porqué ser, necesariamente, en metálico.
Para unos serán un buen fajo de billetes, para otros un jamón de las 5 jotas de Jabugo, un anillo de diamantes, una botella de güisqui, quince días en Seychelles, o una plaza reservada para la eternidad en el paraíso...
Pero, ¿qué necesidad hay de saber nuestro precio?
Jamás usaré ese chisme... prefiero quedarme con la incertidumbre.
Fotografía: El precio
Autor: Landahlauts
7 comentarios:
Muy agudo. Yo estoy seguro de que el precio lo tengo puesto en algún sitio pero no ignoro dónde :-D
Además probablemente el precio de cada uno varíe en función de las circunstancias.
Salu2
Y aquello de "vale su peso en oro"?
Pues no, mejor dejarlo de momento, yo también prefiero aparcarlo, que una ya sabe más o menos lo que vale sin necesidad de códigos de barras y maquinitas lectoras...
Un abrazote!
Huy, palabra a verificar: PANES!
;)
Hasta el día de la subasta estoy sin precio.La loli.
jaja....ayer me ha acordado de La Arbonaida, Land, en una columna había un cartel que decía Cuidado con la columna.
tenés idea lo que me he reído...?¿
Efectivamente, no hace falta mirar, el mío está como indica la flecha, por los suelos.
:-)
Ahora mismito, por un curro me vendo, y baratita, baratita. Soy des-preciable.
Todos tenemos un precio, efectivamente, pero yo tampoco quiero saber el mío... Supongo que depende mucho (o todo) de las circunstancias. Por mis hijos, por ejemplo, vendería mi alma a quien fuera necesario. Por un curro, como pon , si algún día lo necesitase desesperadamente, creo que tb tendría un precio....
Un beso, Landa
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