Desde el 22 de Junio pasado está teniendo lugar en Granada el 56 Festival Internacional de Música y Danza. Anoche, en el Teatro del Generalife actuó el Ballet de Lausanne, con la dirección y la coreografía del francés Maurice Béjart. La noche prometía, por ello las entradas llevaban días vendidas y el lleno fue absoluto.
Sin embargo, anoche algo falló: un grupo espectadores, de enfervorizados guardianes de la fe, de fundamentalistas casposos, se levantó en plena representación de ballet Jan y Teresa y comenzaron a increpar a los bailarines. Parece ser que alguna de las alusiones de tipo religioso que aparecían en la obra habían molestado a su extrema sensibilidad mariana. Al grito de "¡fuera, blasfemos, herejes!" estos tipos nos volvieron a recordar como la intransigencia y el fascismo habitan en una minoría de los habitantes de esta ciudad y brotan a borbotones a poco que tengan oportunidad.
Y nos hicieron sentir vergüenza. Vergüenza de habitar en la misma ciudad, de imaginarlos paseando por nuestras calles. Por las calles de una ciudad europea del siglo XXI que, paradójicamente, todavía tiene monumentos a José Antonio Primo de Rivera y que en algunos aspectos, apesta a naftalina y a rancio.
Y no es que yo sea partidario de que, amparados en la libertad de creación o de expresión, se muestren obras que lo único que pretenden es la provocación sin más en un tema tan sensible como el de la creencia religiosa de cada uno...
Pero, ni era el caso, ni el modo de hacerlo.
Sin embargo, anoche algo falló: un grupo espectadores, de enfervorizados guardianes de la fe, de fundamentalistas casposos, se levantó en plena representación de ballet Jan y Teresa y comenzaron a increpar a los bailarines. Parece ser que alguna de las alusiones de tipo religioso que aparecían en la obra habían molestado a su extrema sensibilidad mariana. Al grito de "¡fuera, blasfemos, herejes!" estos tipos nos volvieron a recordar como la intransigencia y el fascismo habitan en una minoría de los habitantes de esta ciudad y brotan a borbotones a poco que tengan oportunidad.
Y nos hicieron sentir vergüenza. Vergüenza de habitar en la misma ciudad, de imaginarlos paseando por nuestras calles. Por las calles de una ciudad europea del siglo XXI que, paradójicamente, todavía tiene monumentos a José Antonio Primo de Rivera y que en algunos aspectos, apesta a naftalina y a rancio.
Y no es que yo sea partidario de que, amparados en la libertad de creación o de expresión, se muestren obras que lo único que pretenden es la provocación sin más en un tema tan sensible como el de la creencia religiosa de cada uno...
Pero, ni era el caso, ni el modo de hacerlo.
4 comentarios:
Dejo nuevos saludos desde Buenos Aires, Argentina. Gracias por tu comentario sobre las fotos, da mucho gusto.
Ah por cierto... nunca falta gente como la que mencionaste en el artículo, acá, en el sur del mundo tambien la tenemos, como siempre, hinchando las pelotas. Hablando mal y pronto.
¿Linda Granada, verdad?
Espero conocerla algun día, muchos me hablaron de ella.
SAludos.
Mariano
Siempre existe la posibilidad de no asistir. Ocurre que quieren que lo que no les satisface a ellos, no lo pueda disfrutar nadie.
Un gesto muy hispano, todo sea dicho.
hola hola! una de las más ilustres espanolas en París, es nada menos que la mitad espanola, mitad ucraniana Cecilia Sarkozy...
casada con el mitad húngaro, mitad griego, presidente de Francia,
saludos estimadísimo!
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