Que en los colegios cada vez se aprende menos, no es una afirmación gratuita. Los últimos estudios sitúan el fracaso escolar en la ESO en el 26 % y aseguran que un 9 % de los padres no nos consideramos implicados en ese fracaso escolar. Supongo que pensamos que educar es cosa del maestro que para eso "le pagamos".
Los políticos piensan que, cada vez que hay un cambio de partido en el gobierno, debe de haber una reforma educativa. Intentan así hacernos creer que les preocupa el tema y que están trabajando en él.
Además, los colegios son cada vez más sitios donde aparcamos a nuestros hijos a las ocho menos cuarto de la mañana y los recogemos a las seis de la tarde. El "planning" del día es: desayuno, clases, almuerzo, actividades extraescolares (de lo que sea, da igual el contenido) y merienda. Cuando regresamos a la casa, lo que menos tenemos es ganas de "escuchar al niño" (“…niño, deja ya de joder con la pelota…”). Le ponemos su tele, su ordenador o su consola y hasta la cena no los queremos oír ni respirar.
Para colmo, en el Estado Español tenemos un complejo de inferioridad democrática. Este complejo no lleva a querer demostrar continuamente lo demócratas y progresistas que somos, cayendo en innumerables ocasiones en un ridículo espantoso. Llegamos incluso a pensar que la educación de un hijo es una cuestión que merece asambleas con ellos, que para eso son parte del tema. Yo, que no llevo mucho tiempo en esto de la paternidad y tampoco en esto soy experto, pienso que, aunque hay que dialogar y hablar con los hijos, puede haber momentos en que las cosas no deben de ser razonadas, han de ser impuestas. Momentos de "esto es así, y punto". El concepto de autoridad ha de ser también enseñado y, tratar de exponer a un niño de 4 años algo para que lo razone y llegue a nuestra misma conclusión, puede ser absurdo en algunos casos.
Tendemos a pensar también que nuestros hijos se pueden traumatizar y estresar si tiene responsabilidades, como por ejemplo, los deberes para hacer en casa. Por nuestra parte, como padres, también los tenemos "liberados" de trabajo en casa (vaya que el niño me denuncie a la inspección de trabajo y no lo tengo "dado de alta"). Creamos así un niño carente de obligaciones, una clase aristocrática en el núcleo familiar: todos estamos para servirlo y mantenerlo ... "¡para eso eres mi padre¡". Claro que, para trauma, el que le vendrá después a nuestro pequeño marqués o marquesa cuando pretenda integrarse en el mundo laboral: pensando que las cosas las debe de tener por el hecho de que tiene derecho a ellas, no por ganárselas a base de trabajo y esfuerzo (Todos los derecho, ninguna obligación).
Además, los colegios son cada vez más sitios donde aparcamos a nuestros hijos a las ocho menos cuarto de la mañana y los recogemos a las seis de la tarde. El "planning" del día es: desayuno, clases, almuerzo, actividades extraescolares (de lo que sea, da igual el contenido) y merienda. Cuando regresamos a la casa, lo que menos tenemos es ganas de "escuchar al niño" (“…niño, deja ya de joder con la pelota…”). Le ponemos su tele, su ordenador o su consola y hasta la cena no los queremos oír ni respirar.
Para colmo, en el Estado Español tenemos un complejo de inferioridad democrática. Este complejo no lleva a querer demostrar continuamente lo demócratas y progresistas que somos, cayendo en innumerables ocasiones en un ridículo espantoso. Llegamos incluso a pensar que la educación de un hijo es una cuestión que merece asambleas con ellos, que para eso son parte del tema. Yo, que no llevo mucho tiempo en esto de la paternidad y tampoco en esto soy experto, pienso que, aunque hay que dialogar y hablar con los hijos, puede haber momentos en que las cosas no deben de ser razonadas, han de ser impuestas. Momentos de "esto es así, y punto". El concepto de autoridad ha de ser también enseñado y, tratar de exponer a un niño de 4 años algo para que lo razone y llegue a nuestra misma conclusión, puede ser absurdo en algunos casos.
Tendemos a pensar también que nuestros hijos se pueden traumatizar y estresar si tiene responsabilidades, como por ejemplo, los deberes para hacer en casa. Por nuestra parte, como padres, también los tenemos "liberados" de trabajo en casa (vaya que el niño me denuncie a la inspección de trabajo y no lo tengo "dado de alta"). Creamos así un niño carente de obligaciones, una clase aristocrática en el núcleo familiar: todos estamos para servirlo y mantenerlo ... "¡para eso eres mi padre¡". Claro que, para trauma, el que le vendrá después a nuestro pequeño marqués o marquesa cuando pretenda integrarse en el mundo laboral: pensando que las cosas las debe de tener por el hecho de que tiene derecho a ellas, no por ganárselas a base de trabajo y esfuerzo (Todos los derecho, ninguna obligación).
Nuestros políticos, además, han establecido en la enseñanza lo que yo llamo "El imperio de los mediocres". Me explico. Para no ser tildados de "poco democráticos" (el complejo referido anteriormente) o, lo que es peor, de racistas, los gestores de la cosa pública no dudan en adaptar los niveles de enseñanza al nivel de los alumnos más torpes de la clase (para que estos no se sientan marginados). La clase quedaría así: una mayoría de niños/as aburridos pendientes de que los torpes puedan, de que los flojos quieran y de que los chinitos balbuceen por lo menos el castellano. Como el alumno que tiene un rendimiento normal no ve que su trabajo tenga recompensa, se apoltrona, se aburre y se hace al "mínimo esfuerzo", justo lo contrario para lo que deberíamos de formarlo. Acojonante.
Además está el problema de la falta de autoridad que hemos dejado a los profesores, a los que muchas veces los padres desautorizan incluso delante del niño/niña (eso si no eres un cafre y además le das dos hostias). Por aquello de la frustración democrática que mencioné antes, tenemos incluso órganos de gestión de los centros con funciones surrealistas: los Consejos Escolares. En ellos la opinión de los padres es tenida muy en cuenta, muy democrático todo, para un mejor funcionamiento del centro. La realidad es que los consejos escolares son refugio de un grupito de padres con mucho tiempo libre, que se organizan edificantes y formativos cursos de “macramé” o de “cocina con la termomix” y que de vez en cuando ponen a los maestros o al director a cardo. Vaya, como si yo le superviso a mi dentista cómo me tiene que hacer la ortodoncia. Increíble.
Además está el problema de la falta de autoridad que hemos dejado a los profesores, a los que muchas veces los padres desautorizan incluso delante del niño/niña (eso si no eres un cafre y además le das dos hostias). Por aquello de la frustración democrática que mencioné antes, tenemos incluso órganos de gestión de los centros con funciones surrealistas: los Consejos Escolares. En ellos la opinión de los padres es tenida muy en cuenta, muy democrático todo, para un mejor funcionamiento del centro. La realidad es que los consejos escolares son refugio de un grupito de padres con mucho tiempo libre, que se organizan edificantes y formativos cursos de “macramé” o de “cocina con la termomix” y que de vez en cuando ponen a los maestros o al director a cardo. Vaya, como si yo le superviso a mi dentista cómo me tiene que hacer la ortodoncia. Increíble.
6 comentarios:
ves, como en los EEUU, esto es lo mismo que se teme en Alemania...
pero en los EEUU también hay una muy buena educación... y muy buenos colegios y muy buenos educadores y muy buenos libros de educación.
Si hubiese habido uno de estos detectores en Emsdetten, no hubiese muerto Bastian B. ni hubiese herido a 27 personas (más los que casi se ahogan con las bombas de gas que lanzó).
Un abrazo, volveré más tarde para releerlo, porque tu artículo hay que... meditarlo varias veces.
"Por nuestra parte, como padres, también los tenemos "liberados" de trabajo en casa (vaya que el niño me denuncie a la inspección de trabajo y no lo tengo "dado de alta")" A mí me tendrían que denuciar porque mis "ayudantes" son los únicos ninos de la calle que tienen la obligación de barrer la calle.
Un abrazo y sigamos adelante!
Qué te voy a decir... salvo que estoy completamente de acuerdo con cad auna de las palabras de esta entrada. Me alegra ver que hay padres que no han perdido la perspectiva.
Al final dices una cosa muy cierta (entre el amplio número de verdades como puños que hay recogidas en tu texto) y es que hay muchos que piensan que mi trabajo, lo puede hacer cualquiera. Como tú dices, a mí ni se me ocurre decirle a nadie jamás cómo tiene que hacer su trabajo.
Gracias por tus palabras.
Como suntzu, me alegro ver que hay padres con conciencia y cabeza por ahí, pero, sobre todo, verdaderamente preocupados por sus hijos. En mi opinión, al padre que se pelea con el profesor por decirle la verdad sobre su vástago, su hijo se la trae al pairo, no se preocupa porque algún día crecerá, tendrá que trabajar y no estará su papá para arreglarle la vida (salvo que seas hijo de los hilton, por ejemplo).
Y efectivamente, decir a cualquiera como tiene que hacer su trabajo es equivocarse una y otra vez.
Enhorabuena por la paternidad y por ser tan buen padre, landahlauts
Bueno... buen padre...
La teoría es fácil. Luego la práctica es más complicada...
Me encantó su visión. Sobre todo porque no incurre en culpar al maestro, o no exclusivamente. El ocaso de la calidad es evidente y sólo superable con esfuerzos individuales y/o empeño personal por parte del alumno y su entorno.
Repito, me encantó su artículo. Enhorabuena.
Yo he tratado con toda la comunidad educativa en un IES y he sacado tres conclusiones. a) A demasiados padres (no entro en si son mayoría o minoría, sino que son demasiados), en el fondo les importa un pepino la educación de los hijos. Solo que ganen dinero cuanto antes mejor, tengan cosas de la que presumir ante el vecino aunque no le haga falta a su hijo, o que se relacionen bien (esto último es típico de los colegios de pago). La formación como personas es indelegables de los papás y pasa lo que pasa, que creen que si fuman porros, faltan a clase o hacen el cafre la culpa es del instituto que le enseñan el culo. Pues no señores se viene a instruir, no a sustituir a los padres. b) Como consecuencia, y no como causa, los niños salen de esa guisa, chulos, maleducados y si pasa algo, las responsabilidades al maestro armero. c) Los profesores tampoco se salvan. Hay buenos y hasta magníficos profesionales. Pero al grueso de la profesión les sobra prepotencia y ombligismo, hasta en sus relaciones personales. Al PAS le tratan como sus secretarios particulares, tienen privilegios salariales y laborales que no tienen otros (sexenios, vacaciones o muchas interinidades de por vida). Así difícilmente van a ser ejemplo de nada, y si para más inri, algunos pretenden que sean los sustitutos de los dimitidos papás, porque ellos mandan bastante más que la Administración a la hora de hacer muchas cosas, con lo cual muchos de ellos viven en un mundo aparte que no les favorece en su labor. Así que o todos ponemos los puntos sobre las íes o nos vamos a ir a la porra. Ese es el verdadero pacto educativo que debería hacer esta sociedad. Mientras los partidos perdiendo el tiempo al hablar de una inútil enseñanza de religión, de si se da una hora más de castellano o catalán o si debo obligar a los Maristas a admitir tres mil alumnos más aunque les salgan los alumnos en las orejas. Ese no es el debate. Porque sin la EDUCACIÓN INTEGRAL de la sociedad, no puede haber instrucción y desarrollo de habilidades de los chavales, que es lo que se da o debería darse en los centros educativos.
Publicar un comentario