Fui a hacer unas fotocopias, nueve concretamente. Últimamente las hago en una fotocopistería recién inaugurada, cerca de casa. Me gusta porque tiene precios del siglo pasado: 3 céntimos la fotocopia.
Entregué los originales a la chica. Los metió en la fotocopiadora y, en un instante, tenía sobre el mostrador las copias. Acto segido dió media vuelta y comenzó a buscar algo. Movió papeles y papeles hasta que lo encontró: era una pequeña calculadora. La encendió y empezó a pulsar las teclas. De pronto hizo un gesto de contrariedad... una equivocación. Comenzó a calcular de nuevo. Tardaba... no pude contenerme:
- Veintisiete céntimos. Tres por nueve.... veintisiete - le dije. Creo que incluso lo recité con aquel soniquete propio de las tablas de multiplicar.
Ella me oyó, pero no me escuchó. Estaba concentrada en la pequeña calculadora.
- Veintisiete cétimos - dijo por fin.
Le di treinta.
- Lo que sobra, lo vas ahorrando para cuando se le acaben las pilas a la calculadora, torpe - pensé, pero sin llegar a decirlo..
En su lugar, de mi boca sólo salió un escueto:
- Quédate la vuelta, da igual. Hasta luego.
Fotografía: Leyes Educativas
Autor: Landahaluts