Lo bueno de ser joven, entre otras cosas, es que siempre tienes claro "quienes son los buenos" y "quienes lo malos". Me explico: tienes unas ideas, políticas por ejemplo, y sabes que esas son las buenas y que las demás son las malas. Las cosas son blancas o negras. Esto, es muy práctico en una edad en que usas más el corazón que la cabeza. Los años te van haciendo descubrir una rica gama de grises: no todo es malo ni todo es bueno. Supongo que si el adolescente que fui hace unos años conociera al adulto que soy hoy, diría de él que es un "anarcoburgués". Lo bueno que tiene la madurez es, que te da igual lo que piensen los demás de ti, incluso... lo que tú pensarías de ti mismo.