Si el mismísimo Conde Drácula me ofreciera la vida eterna a cambio de clavarme durante un rato sus colmillos... buscaría sin dudarlo una hermosa ristra de ajos para colgarla de mi cuello y poder estar a salvo de él. Y reaccionaría igual, incluso, si el ofrecimiento partiera de alguna de esas atractivas vampiras que lo acompañan.
Y es que pensar en tener durante un rato una aguja clavada en el brazo es algo que me horroriza. Imaginar cómo sería sentir la vida la sangre escapándose hacia una bolsa llena de... mi sangre... me hacía sentir al borde de la muerte un mareo tremendo. Tanto es así que, a pesar de hacerme donante de órganos cuando cumplí dieciocho años, jamás en mi vida tuve el valor suficiente como para donar sangre.
Hasta hace unos meses que me armé de valor y fui. Fue mi primera vez: en el colegio de los niños. No creáis que perdí el miedo por arte de magia: mientras permanecí tumbado en aquella camilla sudé como un cerdo, el corazón me palpitó soliviantado, mi espalda no dejó de estar arqueda en ningún momento, me clavé las uñas en la palma de la mano y sólo escuchar "Live at Donington" de AC/DC, a un volumen insano, me ayudó a hacer frente a la situación. Cuando acabé y salí a la calle tuve una extraña sensación de felicidad por haber ayudado a alguien (además del pitido en los oídos por el volumen del iPod).
Ayer, 14 de Junio, Día Mundial del Donante de Sangre, volví a donar. Pensaréis que... la segunda vez... estaría más tranquilo... que no sería una situación tan tensa... Os equivocáis: he sudado como un cerdo, el corazón me ha palpitado soliviantado, mi espalda no ha dejado de estar arqueada en ningún momento, me he clavado las uñas en la palma de la mano y sólo escuchar el triste final de la relación entre Sigfrido y Brunilda ha aportado algo de valor a mi espíritu cobarde. También se ha repetido la sensación de felicidad al salir (y no, esta vez no me dolieron los oídos).
Cuento todo esto con una única finalidad: recordar que hace falta sangre y que no es algo que se pueda "fabricar" en un laboratorio. Hacen falta personas que la donen. Haces falta tú. Y si yo soy capaz superar mi estúpido miedo irracional y donar, creédme, cualquiera puede. No tenéis excusa. Ninguna. Y, además, tenéis sangre en las venas. Demostradlo.
Fotografía: Día Mundial del Donante de Sangre
Autor: Landahlauts