«La grabación del intercambio entre la torre de control del aeropuerto John F. Kennedy y los pilotos no deja lugar a dudas: un niño de unos siete años dio permiso para poder despegar al menos a dos aviones desde el aeródromo neoyorquino, uno de los más grandes de EE UU y una de las zonas de tráfico aéreo más congestionada del mundo.»
Durante décadas, nos hicieron creer que la labor de un controlador eran tan complicada y excepcional, que sólo estaban llamados a desempeñarla un grupo de elegidos, aquellos señalados por la divina mano de Dios. Y, claro, en base a ello, se les pagaba.
Y resulta que al final... casi parece un juego de niños.
Fotografía: Flying
Autor: Landahlauts