Galopaba como si le fuera la vida en ello. Se oía su respiración, rítmica y poderosa, como la de un deportista. También sonaba su trotar y la voz firme de su cuidadora. Estaban unidos por el ramal, y rodeados por una ligera nube de polvo... A eso se reducía toda la realidad para ellos. Ese era su mundo, un mundo distante y apartado, en el que sólo se encontraban él galopando, y ella, la cercana presencia... la voz amiga. No había nada más. Ni siquiera ese sol que, detrás de ellos, se perdía lentamente en el horizonte...