Calvin Coolidge fue el 30º presidente estadounidense. Visitaba en cierta ocasión, en compañía de su esposa, una granja de aves de corral. Durante la visita, la Sra. Coolidge preguntó al granjero cómo era posible que, en una granja con tan pocos gallos, hubiera tantos pollitos. El granjero, orgulloso, le explicó que los gallos copulaban docenas de veces al día. "Alguien debería de decirle eso al Sr. Coolidge", dijo la Sra. Coolidge irónica al escucharlo.
Cuando éste fue informado, preguntó: "¿Y siempre con la misma gallina?". "No, cada vez con una gallina distinta", le respondieron. "Por favor... dígaselo a la señora Coolidge".
Este pequeño "choque dialéctico" entre un matrimonio popular sirvió para poner nombre a lo que, en bología y psicología, se llama "El Efecto Coolidge".
Cuando éste fue informado, preguntó: "¿Y siempre con la misma gallina?". "No, cada vez con una gallina distinta", le respondieron. "Por favor... dígaselo a la señora Coolidge".
Este pequeño "choque dialéctico" entre un matrimonio popular sirvió para poner nombre a lo que, en bología y psicología, se llama "El Efecto Coolidge".
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