Cuentan las crónicas que Cornelia, hija de Escipión el Africano, fue madre de los más importantes reformadores que tuvo aquel Imperio nacido en las siete colinas: Tiberio y Cayo Graco.
Y cuentan esas mismas crónicas que, en una reunión de esposas patricias, con damas que lucían sobre sus cabezas y hombros una parte del oro que sus guerreros habían traído de las campañas, le pidieron a Cornelia, mujer austera, que mostrara sus alhajas.
Cornelia mandó a buscar a sus hijos, puso las manos sobre sus cabezas y dijo: “Éstas son mis alhajas…”
Como madre, modélica. Pero podía haber delegado la elección de nombre para sus alhajas... :-)
ResponderEliminarOhhhhhhhhhhh que potito.... me ha hecho llorar, snif...
ResponderEliminarsabés que también a mí me hizo llorar.......
ResponderEliminarQue arrrte
ResponderEliminarEstas alhajas no se guardan en cajas fuertes,se les ha de sacar brillo poco a poco,disfrutar de ellas en bonitos paisajes y mimarlas mucho mucho.
ResponderEliminarOle tus obras de arte, Landah. Que los disfrutes muchos años y ellos a tí.
ResponderEliminarEl Niño y La Princesa...
ResponderEliminarÉsas sí que son las mejores alhajas, sí señor, y lo demás son cuentos!
A disfrutarlos!
Muxutxuak... (para ellos)!
Eso si que es un pedazo de frase, oiga.
ResponderEliminarCarpe Diem