miércoles, mayo 23

Manos amantes...


La sabia mano a cuyo tacto ardiente
vibra la carne como un instrumento,
prolongó la agonía del momento
en una languidez intermitente...

¡Oh, el cálido contacto de tu frente!
¡Oh, tu dorso desnudo y opulento
echado sobre mí, como un sediento
sobre la superficie de una fuente!

Mis besos perfumaron el vacío
de un húmedo y mortal escalofrío...
¡Y bajo tu melena estremecida

en un áureo manojo de serpientes,
sentí sangrar y sucumbir mi vida,
entre el canibalismo de tus dientes!


"La sabia mano cuyo tacto ardiente..."
Francisco Villaespesa (1877 - 1936 )
Poeta y ensayista.
Andaluz, de Laujar de Andarax



De interés: El Poema de la Carne - Villaespesa en la Alhambra

10 comentarios:

  1. bonita poesia...del abuelo de mi tia jejeje,tengo alguien conocido e importante en mi familia jeje

    ResponderEliminar
  2. Es que, La Arbonaida, tiene unos lectores/as muy ilustres... me consta.


    :)

    ResponderEliminar
  3. Hay poco que decir, y mucho que disfrutar al leerlo...

    Un saludo

    ResponderEliminar
  4. precioso... :)

    beijos de portugal

    :)

    ResponderEliminar
  5. Precioso poema si pero......
    A que viene la foto de las 2 chicas en plan lésbico?

    Ay Ladah... todos los tios sois iguales...

    No será una proyección de tus fantasias?

    ResponderEliminar
  6. PUede que sí...

    o, puede que también haya querido poner una foto de dos amantes... sin tener en cuenta su sexo...

    ResponderEliminar
  7. Uau, demasiado para leerlo en primavera.

    ResponderEliminar
  8. me equivoco, o es una escena de lesbianas?

    ResponderEliminar
  9. Bueno, Marta, el poema tiene bastante de erótico, por ello la foto que buscaba tenía que ser algo que, sin salirse de la línea de La Arbonaida, transmitiera esa idea de relación íntima apasionada entre dos personas. Y me pareció que esta foto (que por cierto, es una fotografía publicitaria) transmitía esa idea... independientemente del sexo de los que aparecían en ella.

    ResponderEliminar

Venga, di algo, que no sea yo el único...