martes, junio 26

Para empezar el día


Cada mañana, antes de salir a la calle, debiéramos considerar seriamente la posibilidad de leer el fragmento que aparece a continuación de "La conquista de la felicidad" (1930), de Beltrand Russell. Y, mientras leemos, de fondo, dejar sonar una de las canciones más sencillas y bellas de The Beatles:



« Hay personas que son incapaces de sobrellevar con paciencia los pequeños contratiempos que constituyen, si se lo permitimos, una parte muy grande de la vida. Se enfurecen cuando pierden un tren, sufren ataques de rabia si la comida está mal cocinada, se hunden en la desesperación si la chimenea no tira bien y claman venganza contra todo el sistema industrial cuando la ropa tarda en llegar de la lavandería. Con la energía que estas personas gastan en problemas triviales, si se empleara bien, se podrían hacer y deshacer imperios. El sabio no se fija en el polvo que la sirvienta no ha limpiado, en la patata que el cocinero no ha cocido, ni en el hollín que el deshollinador no ha deshollinado. No quiero decir que no tome medidas para remediar estas cuestiones, si tiene tiempo para ello; lo que digo es que se enfrenta a ellas sin emoción. La preocupación, la impaciencia y la irritación son emociones que no sirven para nada. Los que las sienten con mucha fuerza pueden decir que son incapaces de dominarlas, y no estoy seguro de que se puedan dominar si no es con esa resignación fundamental de que hablábamos antes. Ese mismo tipo de concentración en grandes proyectos no personales, que permite sobrellevar el fracaso personal en el trabajo o los problemas de un matrimonio desdichado, sirve también para ser paciente cuando perdemos un tren o se nos cae el paraguas en el barro. Si uno tiene un carácter irritable, no creo que pueda curarse de ningún otro modo.

(...)

El que ha conseguido liberarse de la tiranía de las preocupaciones descubre que la vida es mucho más alegre que cuando estaba perpetuamente irritado. Las idiosincrasias personales de sus conocidos, que antes le sacaban de quicio, ahora parecen simplemente graciosas. Si fulano está contando por trescientas cuarenta y siete vez la anécdota del obispo de la Tierra del Fuego, se divertirá tomando nota de la cifra y no intentará en vano acallarle con una anécdota propia. Si se le rompe el cordón del zapato justo cuando tiene que correr para tomar el tren de la mañana, pensará, después de soltar los tacos pertinentes, que el incidente en cuestión no tiene demasiada importancia en la historia del cosmos. Si un vecino pesado le interrumpe cuando está a punto de proponerle matrimonio a una chica, pensará que a toda la humanidad le han ocurrido desastres semejantes, exceptuando a Adán, e incluso él tuvo sus problemas. No hay límites a lo que se puede hacer para consolarse de los pequeños contratiempos mediante extrañas analogías y curiosos paralelismos. Yo creo que toda persona civilizada, hombre o mujer, tiene una imagen de sí misma y se molesta cuando ocurre algo que parece estropear esa imagen. El mejor remedio consiste en no tener una sola imagen, sino toda una galería, y seleccionar la más adecuada para el incidente en cuestión. Si algunos de los retratos son un poco ridículos, tanto mejor; no es prudente verse todo el tiempo como un héroe de tragedia clásica. Tampoco recomiendo que uno se vea siempre a sí mismo como un payaso de comedia, porque los que hacen esto resultan aún más irritantes; se necesita un poco de tacto para elegir un papel adecuado a la situación. Por supuesto, si uno es capaz de olvidarse de sí mismo y no representar ningún papel, me parece admirable. Pero si estamos acostumbrados a representar papeles, más vale hacerse un repertorio para así evitar la monotonía.
»


12 comentarios:

yunzapito dijo...

Pienso que como en todo hay que encontrar la justa medida. Si nos liberamos por completo de la tiranía de las preocupaciones, podemos llegar a convertirnos en conformistas, y aceptar lo que ocurre a nuestro alrededor

Anónimo dijo...

Intentaré seguir el consejo de mi amigo Russell aunque a veces es difícil dominarse. Quizás la cuestión sea que no sabemos qué hacer con ese tiempo que ganaríamos si no invirtiéramos en ratos de mala leche. Yo de vez en cuando hago post pero por lo demás...

Marisabel dijo...

Lo mejor para darte cuenta de las tonterías que a veces nos preocupan es viajar. Cuando ves con lo poco que viven algunos y lo mucho que sonríen, hasta te averguenzas de enfadarte porque te han puesto frío el café o porque no te han hecho el corte de pelo que querías!

Más claro, agua dijo...

Un día sin risas es un día perdido.

Ros dijo...

me lo tengo que leer con más calma pero prometo hacerle caso...

hoy me ha llegado la entrada..

Anónimo dijo...

Murió a la insólita edad de 97 años el 2 de febrero de 1970. Durante casi un siglo vivió una vida asombrosamente rica y turbulenta, alcanzando fama como filólogo y crítico social, como escritor y educador, como miembro de la Cámara de los Lores y como interno de la cárcel de Brixton. Enseñó en muchos de los más prestigiosos centros del mundo, desde Cambridge hasta Harvard y Berkeley. Ganó un premio Nobel, se casó cuatro veces y tuvo numerosas aventuras sentimentales. Fue vilipendiado por su agnosticismo ateo y por su defensa del sexo extra matrimonial.
Un hombre adelantado en su tiempo, con una vida apasionante.

La cosina. Besos.

Jorge S. King dijo...

¡Que buena foto Señor!
Saludos Santiagueños

Isabel Sira dijo...

Muchas gracias

Anónimo dijo...

Que bueno... copio, pego y me lo dejaré por el ordenador, porque me hará falta...
Gracias apañaooo!
Un saludo.

Suntzu dijo...

Me gusta la propuesta.El texto, genial.

Churru dijo...

Excelente texto y muy buena combinación musical. Me he sonrojado en determinados párrafos, viéndome reflejado en episodios donde debería haber actuado de manera más calmada.
Toda la entrada rezuma tranquilidad, ¿cómo lo haces? Un abrazo.

AB dijo...

:) me gusta!

beijos