miércoles, septiembre 20

Durmiendo con su enemigo.

Se acercan al maestro, o al psicólogo, y entonan el consabido: "No puedo con mi hijo". Y lo peor es que antes se trataba de adolescentes rebeldes, pero ahora son tiernos infantes de tres años. Además, cada vez solicitan más diagnósticos de hiperactividad para niños que sólo sufren de mala educación. Por no hablar de los miles de padres españoles que ya han denunciado a sus propios hijos por maltrato. "Le regaño… y se ríe" –se quejan, pero sin poder ocultar una sonrisa ante la desfachatez de su criatura–. Cuando es evidente que ningún cachorro, de ninguna especie, obedecería órdenes acompañadas de esa mirada suplicante, ese tono melindroso, y la sonrisa de marras. Será por esto que hoy se envían tantos perritos a un entrenador profesional. Pero, ¿cómo es posible que hayamos perdido tantas facultades como educadores de cachorros en una sola generación? Pues porque los medios de comunicación nos han dejado totalmente claro qué es lo que no debemos hacer para educar: ni cachetes, ni reproches, ni comparaciones… Pero mucho menos claro lo que sí es lícito. Es cierto que nos han proporcionado algunas enseñanzas fundamentales: la importancia de expresarles el afecto a nuestros hijos, de alabar su buena conducta –y no sólo reñirles por la menos buena–, de escucharlos y hablar con ellos. Pero, ¿qué ocurre cuando son insuficientes? Como esos padres que susurran tiernamente: "No metas los dedos en el enchufe, cariño". Ante ello, los críos muy dóciles se apartan, pero la mayoría encuentra una nueva diversión. Porque los humanos no nacemos programados genéticamente para entender la palabra "no", sino que la naturaleza nos dota de otro recurso para protegernos de los peligros: la emoción del miedo, que se activa ante los ruidos fuertes, el dolor o el abandono de los cuidadores. Y es que el miedo –afirma el famoso divulgador científico Punset– es esencial para la supervivencia. No el terror paralizante, sino el miedo-alerta. A los adultos actuales, en cuanto comenzamos a andar –y por tanto, a correr riesgos– nuestros padres, intuitivamente, nos conectaron el "no" con una voz fuerte, un cachete, o una mirada intimidatoria. Y así aprendimos a refrenarnos ante las órdenes, aunque con un temor… impreciso, realmente, puesto que, al controlarnos con las palabras, muchos de nosotros apenas recibimos castigo físico. A este método –el de la familia Alcántara de la serie televisiva Cuéntame– le llamaremos, para entendernos, el de "la impresión" (la que se lleva el crío cuando se le aplica, que además es duradera). Sin embargo, muchos de los chicos que hoy día crecen sin control ni temor a nada son los que terminan recibiendo más gritos, castigos y suspensos. Será por eso por lo que un señor tan progresista como el conocido filósofo Savater opina que los niños necesitan conocer el temor antes de ir al colegio. No obstante, ni Punset ni Savater están por ello a favor del método educativo tradicional de combinar, sobre todo por parte de la figura paterna, castigo físico habitual con distancia afectiva. Así conseguían nuestros abuelos temor reverencial y sumisión absoluta, un modo de relación que hoy no estamos dispuestos a aceptar. Pero… ¿es que no existe otro modo de educar? ¿Todos los descubrimientos posteriores son sólo modas pasajeras? Afortunadamente, no. Así, tanto el programa televisivo Supernanny, como el Duérmete niño del doctor Estivill, nos explican técnicas realmente útiles, como la forma de acabar con las rabietas. A estas técnicas las podríamos bautizar maliciosamente como de "agotamiento", porque consisten en mantener una firmeza tal, aunque nada agresiva, que consigue vencer al niño por agotamiento… aunque también suelen agotar al adulto. Pero reconozcamos que logran efectividad sin tener que levantarles a los niños la mano ni la voz. Y, por último, una verdadera "programación mental" es la que realizan esos padres que desde muy pequeños explican a sus hijos continuamente todo, hasta crear esas criaturas que con cuatro años se repiten ya a sí mismos las instrucciones paternas. Es cierto que nos parecen niños algo pedantes –"reviejos", diríamos en Andalucía–, pero no negaremos que no sólo son muy educados, sino también muy autónomos. En conclusión, que cualquier método educativo requiere ideas claras, no ceder una vez que se ha dado una orden, y empezar a aplicarlo cuanto antes mejor. Los métodos modernos, por añadidura, requieren aprender nuevos procedimientos y sobre todo… santa paciencia. Cada familia tiene derecho a decidir cuál es su estilo, pero debe decidir algo. Porque lo contrario no es más que negligencia, incumplir nuestras responsabilidades, maltratar por omisión. Y educar de forma algo más clásica, "por impresión", será siempre mejor que no educar, porque entonces lo harán la televisión y la calle, y al final, la dureza de la vida, sin compasión. Quedémonos con todo lo bueno que hemos aprendido sobre el afecto y la comunicación, pero por favor, sin perder el sentido común. De: Eugenia Jiménez Gallego. Psicóloga Leído en Europa Sur

9 comentarios:

Landahlauts dijo...

No, es norma de la casa no poner fotos del blogger.
Y... sí, quizás.

Anónimo dijo...

yo que sé, yo pienso en mi familia, mis hermanos y yo hemos recibido la misma educación y hemos tenido básicamente el mismo entorno pero somos completamente diferentes...

es aquí cuando se comienza a debatir la eterna pregunta sociológica del determinismo o el conductismo y demás... es de esos temas de nunca solución, solamente para generar polémica y discusión, pero que no digo yo que esto se a malo eh???

la educación es una cosa muy seria que implica a muchas partes... demasiadas...

Landahlauts dijo...

A Bahtian:
No creas, Bahtian, en muchos casos no es cuestión de querer o no: en casas donde la pareja trabaja y llegan a las tantas... ni el niño tiene ganas ni los padres tampoco.
De todos modos si coincido contigo en que se está vaciando de autoridad a la figura del maestro.
A Ros:
Yo creo que en toda persona hay una parte que viene "grabada en la RAM" y otra que se va "grabando en el disco duro" conforme vive. Si no fuera así, no tendría explicación lo que tú dices: que para hermanos, cada uno salga de una forma de ser.

Anónimo dijo...

NUNCA, pero nunca nos crian a todos por igual, sin darse cuenta los padres hacen diferencias en la crianza de los niños. Y eso màs las experiencias personales es lo que te forman, no creo que haya mucha memoria RAN.

:)

Landahlauts dijo...

Bueno, Apus, te podría contar ese cuento que se cuenta aquí y que dice: "¿a ti que dedo te dolería más que te cortaran? cualquiera, ¿no?. Pues eso me pasa a mi contigo y con tus hermanos"
Pero te mentiría. Siempre se tiene algún tipo de predilección por uno más que por otro. Aunque, lamento decirte que esa predilección puede venir precisamente por ser el más problemático y, por ello, te vuelcas más en él.

Anónimo dijo...

Es evidente que mucha gente prefiere tener perros que niños para satisfacer, en lo posible, su necesidad de cariño y poder.
Eso lo dice todo.

Anónimo dijo...

Eso no me conviene, yo soy la favorita... pero mi hipótesis siempre fue que era la más chica, la no buscada, la menor, menor por la diferencia de edad.
No me conviene que ahora me salgan con lo de "la más problemática"

Anónimo dijo...

Cariño y poder, yo siempre tuve la idea que de tener niños sería muy despótica con ellos. Lo voy a pensar dos veces antes de traer una criatura al mundo

Landahlauts dijo...

A Celsius:
Bueno, pues sí. Pero, sinceramente, prefiero que la gente malcríe un perro a que malcríe un hijo.

A Apus:
Eres la más problemática. No cabe duda.
Tener niños no se puede racionalizar mucho... si lo hicieras, seguro que no los tendrías. Se trata de tenerlos y tratar de hacerlo lo mejor posible.